El Estado paralelo
El análisis de Franco Rinaldi sobre el fallo que condenó a Cristina a seis años de prisión.
La máxima que afirma “no hay mejor defensa que un buen ataque”, en el caso de la vicepresidente, parece que no fue la mejor opción o no habría dado el mejor resultado.
Desde 2019, y antes también, toda la estrategia oral y declarativa de la señora de Kirchner fue vilipendiar al tribunal que estaba por juzgarla. Arrancó por rehusarse a contestar preguntas en el juicio oral y hacer una larga declaración en el tribunal, acusando a este de lawfare, siguió con pelotón de fusilamiento y terminó, ayer, en Mafia y Estado paralelo.
Cristina, como mala perdedora que es, una vez no quiso entregar el mando presidencial a su sucesor: ahora despotrica histérica contra quienes, dicen, se rindieron ante la evidencia. En cualquier caso, eran quienes tenían la difícil tarea de juzgarla. Jueces y fiscales designados por su lapicera. De todas formas, las instancias judiciales están lejos de agotarse o haberse terminado para la vicepresidente. Tiene todavía un largo camino por recorrer, de infinitas apelaciones.
El presidente de la nación está más bien contento. El rulo de las venganzas cruzadas se ha vuelto insondable e impredecible. Como indica el protocolo, en estos casos Alberto sale a sobreactuar y a curarse por adelantado. El presidente, por caso, como se contó en El Canciller, está ordenando a un hombre de su confianza, Leonardo Barone, a quien ya le dio un lindo hangar en Morón, la compra de un avión para la flota presidencial sin una verdadera licitación pública. El presidente, cuando deba responder ante la justicia por esta compra amañada y perjudicial para el Estado, que posiblemente tiene como contracara el beneficio de “amigos” de él, y eventualmente sea acusado también por defraudación al Estado, ya sabemos, recitará el cantito de que la licitación estaba fuera de su órbita. Pues bien, los hechos son los hechos. Aplican para la vicepresidente Cristina Kirchner y aplicarán para el actual presidente Alberto Fernández. Así, cuando el presidente Alberto Fernández dice que no se explica que la vicepresidente sea juzgada por algo que no controla ni dispone, como son las licitaciones públicas, además de que es abiertamente falso, la está contradiciendo a la propia Cristina, en aquel famoso acto en Casa Rosada en el que dijo que había que tenerle un poco de miedo a ella, haciendo gala de que nada pasaba en su gobierno sin su control y consentimiento.
Naturalmente, sin embargo, es previsible que, habiéndose descubierto los delitos cometidos en licitaciones exageradas para un distrito en el que, además, iban siempre para el mismo empresario amigo del matrimonio presidencial, ahora se argumente que esas licitaciones no dependían de la cabeza del gobierno. Nadie declara en su contra.
Cristina hizo la tarde de su condena una performance dramática con una puesta en escena digna de su figura. Sostuvo que si no la mandan a matar antes, con mejor puntería, la pueden meter presa después del 10 de diciembre del 2023 porque ella no tendrá fueros. Y aceleró en su posición dramática vestida de estoicismo mártir afirmando que jamás será mascota de Magnetto. A ella la quieren presa y muerta por momentos Magnetto y por otros Caputo y Juntos por el Cambio. Cristina procesa de la peor manera su condena y razones no le faltan. El fallo que la declaró culpable este 6 de diciembre es histórico porque es la primer vicepresidente en ejercicio en ser condenada. No es el primer vicepresidente condenado del kirchnerismo, porque, recordemos, está el antecedente de Amado Budou.
Cristina Kirchner, además, se subió a los Telegrams filtrados que salpican a jueces federales, Rendo de Clarín, un funcionario de Larreta, un servicio, etcétera, para señalar, a pesar de ser una operación de espionaje ilegal, que la justicia está totalmente corrompida. En consecuencia, la decisión de condenarla no es producto de prueba abrumadora o siquiera suficiente sino parte de una decisión de sacarla de la cancha porque ella nunca se dejó manejar por “el poder real”. De hecho volvió, como lo había hecho ya en su antepenúltima intervención a propósito de esta causa, en la que también mostró chats, a pegarle a su difunto marido, el ex presidente Néstor Kirchner, y afirmó que el malogrado ex presidente sucumbió ante el poder de Clarín y le dio la fusión de Cablevisión y Multicanal al holding mediático. “Yo no estuve de acuerdo”, dijo desencajada desde su oficina en el senado. Y luego sostuvo que ella sí resistió cuando le pidieron desde la misma empresa la autorización de la compra de Telecom. Puso en el mismo alegato en pie de igualdad a su “compañero de toda la vida” Néstor Kirchner y Mauricio Macri, que es a quién sí “le sacaron” la aprobación para que Magnetto pudiera adquirir Telecom.
Cristina también volvió a sugerir que si ella es culpable, también deberían estar imputados sus respectivos jefes de gabinetes. Quienes solo fueron llamados a declarar, remató.
El último párrafo Cristina elevó el dramatismo de su oratoria para declarar que no será candidata a nada. Intentó señalar que ella no mira encuestas ni números y cual Eva Perón hace un renunciamiento histórico para quedar sin fueros desde diciembre del año próximo.
Más allá del juego con el operativo clamor, para que vuelva a ser candidata, que ella misma ya había puesto en marcha y que tuvo momentos cumbres como el acto en la UOM y el de La Plata hace pocas semanas, en donde Cristina ya anticipaba este fallo en su contra; sabe que en dos, tres o más años difícilmente haya sentencia firme en su contra y, además, ya habrá cruzado la barrera de edad que le conferiría el derecho a la prisión domiciliaria, aún si para ese momento, en un confuso episodio, no se hubiera convertido, por deseo popular (¡ponele!) en senadora nacional o incluso presidente. Esto último parece más difícil, dado el deterioro de su imagen pública y la caída de intención de voto. Pero es verdad que durante varios minutos entre la lectura del fallo y el comienzo de su alocución desde el Senado, en el canal de Cristobal López y De Sousa se hablaba del “efecto Lula” y su condena y posterior regreso por la puerta grande a la política.
El enojo esta tarde noche de Cristina con Alberto Fernández debe haber sido extraordinario porque he had one job. Esa única tarea principal para ella consistía en evitar esto. La tapa de condenada que hoy esta en todos los diarios del país y en varios del mundo.