La reaparición de María Eugenia Vidal, activa en zooms con dirigentes y empresarios, responde a dos factores. El primero: al igual que Marcos Peña, ya juega para el proyecto presidencial de Horacio Rodríguez Larreta. El segundo: intenta generar expectativa sobre qué lugar ocupará en la política, en una estrategia para volver a posicionarse. Ya no descarta la posibilidad de ser candidata a diputada por la Ciudad en 2021 -una decisión que sería el trampolín para convertirse en la sucesora en 2023- aunque desde su mesa chica se encargan de correr la bola de que “todos los escenarios siguen abiertos”. Más que una decisión de “mudarse” de modo definitivo a la Ciudad, lo que empieza a jugar es la percepción que hay sobre ella.

Las opciones de Vidal

“Mi corazón está en la Provincia”, había asegurado cuando perdió la elección en 2019. Casi un año más tarde, alejada del monstruo “ingobernable”, se muestra dispuesta a considerar otros rumbos. "¿Usted va a competir por Ciudad o por Provincia?", le preguntó esta semana el periodista Joaquín Morales Solá. Por primera vez, ella blanqueó en público:

"Es una elección muy difícil. Es como elegir entre la familia de origen y la que uno forma después cuando se casa”.

Luego recordó que la Ciudad fue el inicio de toda su vida política y cerró en el lugar común: “Haré lo que sienta mejor para el espacio”. A diferencia de lo que pasaba hace un mes, en su entorno admiten que la posibilidad de competir a una banca por la Ciudad en lugar de la Provincia existe y está en análisis.

Jorge Macri esperó al día después de la derrota, con Vidal todavía en shock, para lanzarse a la gobernación. Un mes más tarde se juntó con Monzó en Selquet para cerrar un pacto de no agresión que les permitiera un acuerdo político de cara a 2023. Whisky de por medio, prometieron resolver más adelante quién sería el candidato, ambos con la certeza de que podrían derrotar a su contrincante en la interna. Compartían otra convicción: el tiempo de Vidal en la Provincia estaba terminado.

Ambos vivieron con alivio, esta semana, lo que leyeron como una confirmación de sus proyecciones. Creen que Vidal ya dio el “salto” a la Ciudad. Sin embargo, les aparecieron dos nuevos escollos: el impulso de Larreta a Diego Santilli y la posibilidad de que Vidal no juegue pero decida imponerles a Cristian Ritondo. El último viernes, el intendente de Vicente López se juntó con sus pares Néstor Grindetti, Diego Valenzuela y Julio Garro para compartir una foto de unidad. La verdadera intención fue mostrarle los dientes a Larreta para frenarle la jugada de mandar a su mano derecha a armar “larretismo” en el Conurbano. Junto a la foto, cerca de Macri hicieron circular un mensaje: “Queda claro que el proyecto del PRO en la Provincia se construye desde la Provincia”. La reacción recuerda a la advertencia que durante dos años repitieron a coro los intendentes peronistas: “El candidato será uno de nosotros”. La jugada culminó con la decisión de Cristina Kirchner de imponerles a Axel Kicillof. Habrá tiempo para evaluar la capacidad y firmeza del “grupo Esmeralda” del PRO para sostener un candidato propio, aunque hoy la verdadera amenaza más que Santilli podría ser Ritondo si ese es el acuerdo al que llegan Larreta y Vidal. Lo saben todos, lo disfruta ella: quien quiera competir en la Provincia deberá llamarla y sentarse a negociar.

Las opciones de Vidal

La opción de Vidal de concretar su mudanza porteña tampoco tendría el camino despejado, porque sus intereses chocarían con los de Martín Lousteau. Tienen buena relación, pero disputarían los mismos lugares. En el PRO ya hay un sector que especula con que Larreta podría darle la Ciudad a Vidal y ofrecerle a Lousteau la llave de la vice. Siempre y cuando el senador no defina su propio salto a las grandes ligas y se anime a enfrentarlo en la pelea nacional. La tensión entre ambos sectores tendrá un primer round en las elecciones del radicalismo bonaerense en octubre. Metida de lleno en la interna de un partido que no es el suyo, Vidal juega abiertamente por la continuidad de la línea de Daniel Salvador y levanta a su delfín, Maximiliano Abad. En la vereda de enfrente, Lousteau defiende la supuesta “renovación” que ofrecería Gustavo Posse, empujado por “Coti” Nosiglia. Tienen claro que lo que se disputa no es una interna partidaria:

Si gana Abad, Vidal tendrá a un socio en la conducción del radicalismo. Si el triunfo es de Posse, Nosiglia podría consolidar a Lousteau en el mapa nacional.

Vidal sabe que su máximo capital político hoy es su poder de decisión y de condicionar, con lo que defina, las decisiones del resto. 2021, 2023, Ciudad o Provincia. Será su elección.

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Mientras tanto, propaga la estrategia “moderada” y dialoguista de su jefe Larreta, aunque marca algunas diferencias -como su rechazo rotundo a la reforma judicial- que demuestran que aún no cortó el cordón con Macri. Sin apuro, evalúa sus propios escenarios, da señales confusas e insiste con el pedido de una “autocrítica seria”. Genera expectativa y vende promesas. Ese rol que siempre le sentó tan bien.