Hilda Victoria Montenegro es legisladora de la Ciudad de Buenos Aires. En mayo de 1976 fue apropiada por uno de los militares que dirigió la operación que buscó y provocó la desaparición de sus padres debido a su militancia política. Transcurridos más de 40 años de aquel suceso no oculta lo difícil que fue borrar las huellas de un pasado que se mostraba distinto debido a la ideología transmitida por quienes estuvieron a su cuidado.

Desde el final de la dictadura, las Abuelas de Plaza de Mayo han realizado infinidad de acciones para encontrar la identidad de centenares de niños. De acuerdo con cifras aportadas por la asociación, fueron cerca de 500 los menores apropiados por la dictadura (llamados nietos de la dictadura). Actualmente, se registran 130 nietos recuperados, entre ellos Victoria Montenegro.

En el Día de la Memoria, Verdad y Justicia, Victoria Montenegro dialogó con El Canciller. Repasó su infancia en el hogar de sus apropiadores y su lucha por conocer la verdad sobre su identidad. También, habló de resiliencia y distinguió los distintos caminos que transitan los nietos recuperados: el de los que se acercan, como Juan Cabandié, y el que sufren un proceso judicial, como ella y Horacio Pietragalla. 

- ¿Cuándo y cómo comenzaste a indagar sobre tu identidad? 

Nunca surgió de mí avanzar sobre lo que era una causa en realidad. Nunca tuve dudas de ser hija biológica del matrimonio que me había criado. Pero llegó una denuncia anónima a Abuelas de Plaza de Mayo y se plantea que tanto César (actualmente Horacio Pietragalla) como Maria Sol Tetzlaff (yo) éramos hijos de desaparecidos. Yo voy con mi apropiador a ver a un juez y le comenta que se quede tranquilo que iban a manejar todo. La causa lleva muchos años, hasta que en el año 1992 la toma el juez Marquevich, que es el primer juez que avanza con el plan sistemático de apropiación de bebés, o sea, lo que las Abuelas venían reclamando. 

El juez me exige que me saque sangre y me haga estudios. En ese momento había un vacío legal, había un proceso muy poco regulado. Me saco sangre en el 93, que lo hago como un trámite administrativo para colaborar con la Justicia. Yo creía que mis papás adoptivos eran mis padres biológicos, estaba convencida. Hasta que me piden sangre de nuevo y confirman en el año 2000 que soy hija de Roque Montenegro e Hilda Torres. 

- ¿Cómo fue el proceso que te llevó a asumir que no eras María Sol Tetzlaff, sino Victoria Montenegro? 

Fue muy complejo. Primero había una formación ideológica muy fuerte. Muchos bebés fuimos criados por apropiadores que desde muy chiquitos nos crían reprimiendo nuestros supuestos "genes subversivos". Yo crecí con la idea de que mi papá era un super héroe que salvaba a la patria, que era bueno. Yo creía que era Dios, San Martín y mi papá dentro de lo mejor que había en el país. Y esa era mi formación ideológica, con vínculos que retroalimentan eso. 

Me crié en una casa donde se decía que el juez era montonero y que las abuelas manipulaban los estudios de sangre. Me decían que los desaparecidos no existían. Fue un proceso complejo porque también queríamos que todo fuera mentira, porque de ser cierto mi papá (adoptivo o biológico) iría preso. Cuando los resultados de sangre confirman que mis padres no eran mis padres biológicos y cuando se confirmó que mis padres biologicos eran subversivos sentí culpa. Sentía la sangre sucia. Creí que mis papás iban a dejar de quererme. 

Fue un proceso realmente largo y difícil, a tal punto que le comencé agradeciendo a mi apropiador por haberme criado a pesar de ser hija de un subversivo del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Esa fue mi primera reacción. Ellos me salvaron de ser criada por una familia subversiva. Esa era mi vida como María Sol, con esa formación se reforzaba mucho la otredad. 

Montenegro, junto a Estela De Carlotto, en la presentación de su libro "Hasta ser Victoria".
Montenegro, junto a Estela De Carlotto, en la presentación de su libro "Hasta ser Victoria".

- ¿Cuándo comenzó tu militancia política? ¿Antes o después de descubrirte como nieta recuperada? 

Mi militancia comenzó mucho después. Maria Sol creció en una escuela de monjas, era antipolítica. Después de ese proceso judicial cambié. Fue muy difícil, porque yo odiaba a "la Carlotto", así la llamaba. Ella era para mí sinónimo de malas palabras. La odiaba, a ella y a mi "nueva" familia, mi familia biologica. Tardé como un año y medio en comprender qué pasaba. 

Empecé a vincularme con la política de a poco, cuando empecé a dar clases y charlas sobre derechos humanos y contaba mi proceso. Viajé a varios lugares, inclusive a Salta, de donde eran mis padres biológicos. Fue muy difícil para mí transitar eso porque aún siendo María Sol vivía en persona la teoría de los dos demonios: unos padres militares que eran dos santos y dos padres biológicos que eran subversivos y endiablados. Pero tiempo después comprendí, con muchas contradicciones, que tengo un solo ombligo y una sola madre. 

Recuerdo que una vez Néstor Kirchner lee un poema de Joaquín Areta, un desaparecido, que se llama "Quisiera que me recuerden". El tema es que yo estaba en la cocina y escucho el poema. Fue la primera vez que pensé: "¿Cómo hizo un subversivo para escribir algo tan lindo?". Ahí me di cuenta que estaba cubierta por un vidrio grueso que me incapacitaba de ver cosas lindas en ese universo de gente, y ese vidrio comenzó a fisurarse con Néstor leyendo ese poema. Dejé de ser tan impermeable y parte del discurso de los Derechos Humanos y el discurso de las Abuelas empezó a permear en mí. 

Posteriormente, entré a trabajar en el Ministerio de Desarrollo Social con Alicia Kirchner. Ella decía que los derechos sociales eran derechos humanos. Y con ese enfoque, tratábamos de recomponer el tejido social. Hicimos cosas muy buenas, con mucha militancia, compromiso y lucha colectiva. Ahí empecé a militar activamente en política, con su agrupación Kolina. 

- ¿Tenés algún vínculo con otros nietos recuperados? ¿Los ayudás o guías de alguna manera?

Sí, con Horacio Pietragalla, con quien tengo un vínculo personal de toda la vida. Él era "César", el hijo de la chica que limpiaba en mi casa. Nos criamos juntos. De chico íbamos al jardín y nos protegíamos el uno al otro. Pero con el resto también. Formamos una comunidad junto a las Abuelas de Plaza de Mayo. Lo que pasa con nosotros es que hay cuestiones que generan contradicciones. Es difícil para nosotros explicar algunas sensaciones que nos movilizan y son muy personales. Hay experiencias que también son difíciles, como darle sangre al equipo forense o dar charlas. No es fácil dar charlas, porque te obliga a revivir y contar tu historia. 

En menor medida tengo vínculo con Juan Cabandié, pero no tengo tanta cercanía como con Horacio (Pietragalla). Con Horacio tengo una formación más "castrense", somos como el "ala dura" de los nietos recuperados. El caso de Juan es distinto, porque él se acerca a las Abuelas. A nosotros nos fueron a buscar con un proceso judicial. 

- El último nieto recuperado es Javier Matías Darroux Mijalchuk, cuya identidad fue restituída el 13 de junio de 2019, durante el gobierno del ex presidente Mauricio Macri. ¿Por qué crees que durante esta gestión actual no se han encontrado más nietos recuperados? ¿Crees que puede deberse a una falta de compromiso por parte de Horacio Pietragalla como Secretario de Derechos Humanos de la Nación? 

No dudo ni un instante del compromiso del Secretario en la búsqueda de nietos recuperados. Todos nosotros, todos los bebés robados, llegamos a casas de mujeres que nunca estuvieron embarazadas. Hay todo un entorno de gente que sabe que esos bebés llegaron "de la nada", sin embarazos, a ciertas familias. Y hay un pacto de silencio en parte de la sociedad, donde nadie dice nada. Hay muchas campañas para quebrar ese pacto de impunidad, pero no se logra. Y esa falta de resultados no necesariamente tiene como responsable al Secretario de Derechos Humanos de la Nación. Además, la pandemia frenó un poco la posibilidad de pensar estas cuestiones y también la posibilidad de avanzar con las causas judiciales en curso. 

Lo importante es que se sigue apoyando a las Abuelas de Plaza de Mayo, y se sigue mostrando compromiso con esta causa. Esto es una política de Estado, y es importantísimo para nosotros y para la sociedad. Pero no alcanza con el compromiso del Estado, también hay que entender la importancia del compromiso ciudadano. 

Montenegro (izquierda), junto a Cristina Kirchner (centro) y Horacio Pietragalla (derecha)
Montenegro (izquierda), junto a Cristina Kirchner (centro) y Horacio Pietragalla (derecha)

- Pasaste de ser nieta restituída a ser Legisladora. El hecho de haber superado un proceso complejo que implica un cambio de identidad demuestra muchísima resiliencia. ¿Qué opinión te merece el reciente y efímero lanzamiento de la Oficina de Resiliencia Argentina? ¿Estabas a favor de quienes propusieron su lanzamiento o de quienes planteaban cerrarla? 

En lo personal, no creo en la resiliencia, creo en el deseo decidido de superar la adversidad. Por otro lado, sí creo que en medio de la catástrofe de la pandemia hay que enfocarse y trabajar en cuestiones de salud mental. La Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, tiene una Dirección o Subsecretaría que atiende estas cuestiones. Hay muchas personas con daños en la salud mental, mucha gente perdió un familiar sin poder transitar adecuadamente el duelo. ¿Cómo se sale adelante de eso? Hay que repensar muchas cosas, incluso la Ley de Salud Mental. 

No hay que minimizar estas cuestiones de la resiliencia. Aunque también hay que discutir cómo implementarlo. Pero sí considero que es necesario crear un ámbito estatal para abordar estas cuestiones. Con la pandemia murieron 100.000 personas, y eso genera un daño social que hay que abordar desde el Estado. Hay que trabajar para minimizar esas secuelas con políticas públicas. La Ciudad lo hace, de hecho, y no es un escándalo. Por eso creo que también hay que sacarse la doble vara con la que a veces se miden las cosas.