Un hombre del nicho político del Presidente le dijo a El Canciller en los días previos a los comicios: “El lunes ya es 2023”. Ese día llegó. La frase hacía alusión a que, una vez consumadas las generales de medio término, se daría inicio al bienio que tendrá como punto de llegada las próximas presidenciales. Y como la política es aquello que sucede entre elección y elección, cabe preguntarse: ¿Qué es lo que pasará en ese lapso?

Aunque es imposible saberlo, la derrota del último domingo dejó algunas certezas y ejes sobre los que se puede pensar. En ese sentido, Alberto Fernández deberá enfrentarse a cuatro ‘cucos’. Cuatro limitantes que reducirán su margen de maniobra sobre la base de un país con déficit y pobreza estructural, una inflación anual de más del 40% y la salida de la pandemia en slow motion.

Falta de respaldo popular

Primero, lo obvio: si bien fueron comicios legislativos, el Gobierno plebiscitó su gestión y el resultado –por más que haya habido una remontada de por medio– no fue favorable. A nivel nacional, obtuvo apenas el 33% de los sufragios mientras que la principal fuerza opositora vio disminuir su caudal de votos en lo nominal, pero en términos porcentuales mantuvo el 41% que supo cosechar en 2019.

Fue una de las peores elecciones del peronismo unido en su historia. El Presidente deberá gobernar los próximos dos años con el octógono negro del 33% en el medio de la frente, y en este caso, más que por exceso será por carencia. Cualquiera podría decir que Néstor Kirchner comenzó su gestión con un 23% de adhesión. Pero, justamente, fue al inicio y no al promedio de su mandato. A partir de ahí, todo era terreno ganado.

El búnker del Frente de Todos tras la derrota.
El búnker del Frente de Todos tras la derrota.

Como respuesta inmediata, en su mensaje grabado que se emitió después de los primeros resultados provisorios, Alberto Fernández invitó a todos sus compañeros y compañeras peronistas a marchar en las calles por el Día de la Militancia, en conmemoración a los 49 años del regreso de Perón al país. El cartel en su frente lo llevará a todos lados durante los próximos dos años, pero es distinto hacerlo acompañado de bombos, platillos y banderas que simbolicen un apoyo territorial.

Sin quórum en ambas Cámaras

La falta de respaldo en las urnas tuvo su impacto en la composición del Congreso de la Nación. A partir de diciembre, la bancada del FDT sufrirá una merma tanto en Diputados como en el Senado. De los 24 distritos del país, el Gobierno perdió en 15. Y de las ocho provincias que renovaban senadores solo ganó en dos de ellas. Por lo tanto, el peronismo perdió el quórum en el recinto que preside Cristina Fernández de Kirchner, una condición que ya se daba en la Cámara baja y que en el caso de la alta no ocurría desde el retorno de la democracia en 1983.

Sergio Massa, Cristina Fernández de Kirchner y su hijo Máximo no podrán dar inicio a las sesiones por medios propios y tendrán que recurrir a la rosca obligada en cada caso. El oficialismo deberá negociar hasta los DNU del Poder Ejecutivo con una oposición que hasta el momento se mostró reacia a la invitación al diálogo después de los comicios.

La deuda

Mientras que los dos primeros son imposibles de revertir antes de 2023, el tercer limitante es en cambio un desafío a superar. Entre diciembre y marzo del año próximo, el Gobierno deberá afrontar los vencimientos de deuda por US$ 5.858 millones al Fondo Monetario Internacional (FMI). Es dinero que la administración nacional no puede permitirse pagar en las condiciones actuales. Toda la política económica vigente está supeditada al acuerdo o no con el organismo multilateral.

El Ejecutivo intentará una reestructuración, pero para ello también necesitará el respaldo tanto de la oposición, como del establishment y el sindicalismo. Ahí se encuentra la raíz de la propuesta de Fernández en su mensaje grabado de presentar, en la primera semana de diciembre, el Programa Económico Plurianual para el Desarrollo Sustentable en el Congreso. Allí, el Gobierno hará públicas no solo sus estimaciones sobre las principales variables económicas, sino también la postura del Fondo. Con todo sobre la mesa, espera llegar a un acuerdo con el frente externo e interno en el bolsillo para principios de 2022.

Vacío de poder interno

En Juntos por el Cambio plantean que, antes que buscar el diálogo con ellos, deben ponerse de acuerdo en el oficialismo sobre el rumbo. De momento, el plan de Guzmán para la reestructuración con el FMI tiene el aval de Massa y CFK. La vicepresidenta llamó para felicitar a Fernández ni bien finalizó el mensaje.

Sergio Massa, Alberto Fernández y Cristina Kirchner.
Sergio Massa, Alberto Fernández y Cristina Kirchner.

Sin embargo, el mandatario se enfrenta a un cuarto limitante interno que se desprende de los otros tres. Si bien ostenta el plus de mantenerse como el “garante” de la unidad, en estas elecciones quedó demostrado que lo que no garantiza es el apoyo de los sectores medios de la población, otra de las razones por la cual fue ungido en 2019. En la hecatombe post-PASO, parte del albertismo planteó la posibilidad de despegarse del ala radicalizada de la coalición, pero en la mesa chica se llegó a la conclusión de que no era beneficioso para nadie, ni siquiera para ellos.

Fernández deberá caminar con una maniobrabilidad reducida, con el elevado piso de la mirada expansiva del Instituto Patria y el bajo techo de la visión fiscalista del Fondo y la presión inflacionaria y cambiaria gravitante. Así, a gachas, el mandatario tendrá que transitar incómodo la senda de la recuperación económica con una base popular mayoritaria y descontenta que poco se imagina su rostro en alguna boleta de 2023.