Leandro Santoro: “Los sectores populares no pueden esperar a que se ordene la macro”
Mano a mano con el candidato porteño. La falta de dólares, la paradoja de la oposición que se niega a dialogar y la identidad política del Frente de Todos.
Desde su despacho en la Legislatura porteña, Leandro Santoro, candidato a diputado nacional por el Frente de Todos en la Ciudad de Buenos Aires, conversó con El Canciller y señaló: “Larreta dice que hacen falta acuerdos de largo plazo pero, al mismo tiempo, que no está de acuerdo en dialogar con nosotros”. Más allá de creer que “los problemas estructurales se resuelven en el marco de un acuerdo político” que excede al Congreso, expresó: “Habría que salir del infantilismo de imaginarnos que el diálogo lo resuelve todo y que el consenso se construye en un único ejercicio o en un único encuentro”. Sobre la deuda y el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), dijo que “no hay diferencias entre Alberto, Cristina y Massa”.
- El congelamiento de precios de los alimentos y de los medicamentos son medidas que generan cierta reticencia en el empresariado, que a su vez es un árbitro importante sobre lo que pasa con el dólar blue. ¿Se puede estabilizar esa cotización paralela con un empresariado enojado?
Las medidas que se toman obviamente son temporales. Nadie se imagina que el problema estructural de la inflación se resuelve con una medida coyuntural como esta. Lo que pasa es que los sectores populares no pueden esperar a que se ordene la macro. En segundo lugar, cuando hablamos de macro hablamos fundamentalmente del déficit del sector externo de la Argentina. Hay una falta de dólares como consecuencia de la restricción externa que se da en nuestra matriz productiva desequilibrada; de la dolarización de activos financieros y monetarios que se provoca siempre antes de una elección; de una suerte de lógica bimonetaria que funciona de facto en el país; y, principalmente, de las expectativas de los agentes económicos en función de los compromisos de la Argentina.
- ¿Considerás que la persona que les transmitió el mensaje de las urnas en las PASO nota un cambio en su vida diaria?
En términos de reactivación económica sí. Probablemente en términos de la desaceleración de precios, que es otro de los objetivos que el Gobierno se propone, todavía no. Son dos problemas en simultáneo que tiene que afrontar el Gobierno: la reactivación de la economía y la estabilización de precios. Rara vez se suelen dar al mismo tiempo: o tenés un problema por el lado de la desocupación o lo tenés por el de la inflación.
- La oposición les critica no tener un programa económico. Pero para tenerlo hace falta un acuerdo político amplio y muchos sectores de la oposición se niegan a dialogar con ustedes ¿Cómo sale el Gobierno de esa paradoja?
Los problemas estructurales no los resuelve un partido, sino en el marco de un acuerdo político que incluso, desde mi opinión personal, excede lo que se puede discutir en el parlamento. Si vos querés, por ejemplo, definir una política que te permita resolver la crisis del sector externo e imaginar un sendero donde se mejoren las exportaciones, se duplique el PBI, se trate de cambiar la matriz productiva y se le agregue valor a la economía, necesitás un acuerdo que vaya más allá del que se construye para sancionar una Ley. Horacio Rodríguez Larreta dice que hacen falta acuerdos de largo plazo pero, al mismo tiempo, que no está de acuerdo en dialogar con nosotros.
- ¿Y entonces cómo se resuelve?
Es un desafío que la democracia argentina tiene pendiente. Porque, cuando los ciclos económicos se complican, ahí es donde se ve más la necesidad de tener consenso político para poder ordenar la macro. Mientras los precios de los comodities están altos y la Argentina recauda dólares, la necesidad de esos consensos se siente menos. Pero cuando esos dólares empiezan a escasear y la economía empieza a crujir, gobierne quien gobierne, se nota la importancia de que haya mucho apoyo social.
- ¿Es un problema de falta de mecanismos institucionales o de falta de voluntad política para llegar a esos consensos?
De las dos cosas. Más que voluntad política, yo creo que lo que falta es una cultura política.
- ¿A qué te referís con “cultura política”?
A que en la Argentina no tenemos tradición en sentarnos a discutir en público con los que piensan distinto; a que cuándo se proponen mecanismos de acuerdo, se leen como hipótesis de engaño probable –el “guarda, ¿para qué te vas a juntar si te van a usar?”– o como gestos de debilidad.
- Bueno, de hecho en Juntos por el Cambio creen que el llamado al diálogo tiene que ver con hacerlos parte del fracaso de la gestión.
Claro. Igual, esto es recurrente en la historia argentina, no es nuevo. Tampoco se lo imputo en particular a la oposición, porque la verdad es que en cualquier etapa histórica de nuestro país hemos visto como de un lado y del otro de la grieta se planteó esto. Hay un sector de la política que no valora la importancia de poder dialogar en el disenso. Y la verdad que, cuando construís espacios de diálogo, no necesariamente tenés que definir un marco de acción común. Yo creo que habría que salir del infantilismo de imaginarnos que el diálogo lo resuelve todo y que el consenso se construye en un único ejercicio o en un único encuentro.
- ¿Cómo se construye?
Es un método, una práctica, una técnica que requiere que los frentes puedan discutir primero hacia adentro, después ponerse de acuerdo en la construcción de una agenda y después ir aprendiendo en ese proceso donde se cometen errores.
- ¿Los cuestionamientos internos no dificultan la consolidación de Alberto Fernández como interlocutor válido? La oposición plantea mucho esto de “cómo vamos a dialogar si no sabemos con quién estamos dialogando”.
Yo no le encuentro sentido a esa afirmación, porque el presidente de la Nación es él. Y además, hasta ahora no ha hecho una convocatoria. Sí la hizo Sergio Massa. Hay cosas que funcionan como mecanismos de excusa. Quiero creer que se trata de posicionamientos electorales, que la derecha está temerosa de que la ultraderecha le saque votos acusándolos de acuerdistas o de tibios. Nadie se puede negar al diálogo político con una fuerza de representación parlamentaria, porque es negar la legitimidad de la representación social. A vos te puede gustar más o menos el kirchnerismo, pero representa por lo menos un sector importante de la sociedad. Eso no es muy democrático ni republicano. Quiero creer que en realidad se trata de movimientos electorales, porque si fuera en términos de una visión real de país estaríamos frente a un problema institucional enorme.
- Pero hay diferentes miradas dentro del Gobierno en algunos temas ¿Cómo sabe el votante del Frente de Todos cuál está votando?
Puedo entender que a alguna persona no le guste la forma en la que se discute política dentro del Frente de Todos, pero no está en discusión la identidad política del espacio. Por ejemplo, con el problema de la deuda la gente sabe qué es lo que pensamos y ahí no hay diferencias entre Alberto, Cristina y Massa.
- ¿Está aceitada la relación entre los distintos sectores de la coalición como para que, frente a una eventual nueva derrota, no vuelva a suceder esa batalla campal interna que se dio después de las PASO?
Sí. Pero la Argentina tiene un problema: la informalidad en la constitución de sus coaliciones electorales que, además, se dan en la paradoja de que tienen que operar en un sistema presidencialista. Por ejemplo, en los sistemas parlamentarios, si el Partido Verde aporta tantos diputados, tiene tantos ministerios. Y es legítimo, justo y efectivo. En Argentina tuvimos que instrumentar un sistema de coalición para construir mayoría electoral, pero la ejecución de esas políticas se determina en el marco de un Gobierno presidencialista. Eso hace que el híbrido que mezcla dos lógicas de funcionamiento distintas provoque este tipo de cosas. También le pasó a Macri cuando tenía problemas con el radicalismo o con Carrió. Mientras eso ocurra, esta coalición o la que venga, sea de izquierda o de derecha, va a tener el mismo problema.
5 AL TOQUE
Primer voto: Horacio Massaccesi (UCR), en 1995.
Un miedo: La intolerancia.
Algo que pensabas hace 20 años y hoy no: Soy menos exigente para entender a las personas.
Qué ley te gustaría que lleve tu apellido: No tengo tanto ego.
Un momento en tu carrera política: De mi militancia... cuando iba a pintar paredes.