Fernández y el lobby cruzado por la urgencia
El sábado pasado, un hombre de máxima confianza de Alberto Fernández recibió un llamado del empresario Gustavo Cinosi. El dueño de la franquicia del Hotel Sheraton quería hacerle llegar al Presidente las felicitaciones por el acuerdo que Martín Guzmán había firmado con los fondos de inversión y dejarle en claro que tanto él como el candidato de Donald Trump para ocupar la presidencia del BID, Maurice Claver-Carone, habían “trabajado mucho” por lograr la venia del presidente norteamericano para el entendimiento.
El mensaje que, según dicen, Fernández rechazó en tiempo récord parece haber sido el último impulso para que el antichavista Claver-Carone salga a denunciar que el peronismo le quiere “secuestrar la elección”. Versátil como pocos, el argentino Cinosi patrocina al candidato de Trump, oficia como asesor especial de Luis Almagro en la OEA y cuenta con inmejorable llegada al Departamento de Estado norteamericano: según entienden en el gobierno argentino, reporta al Bureau of Intelligence and Research. Desde que el Frente de Todos ganó las elecciones en 2019, el empresario hotelero se cruza de manera recurrente en el camino de Fernández, en especial en su vínculo con Trump. Lo hizo por primera vez a principios de noviembre del año pasado, cuando apareció en México junto al cubano-americano Claver-Carone y el veterano halcón republicano Elliot Abrams para una reunión con el Presidente y el canciller Felipe Solá. Volvió a hacerlo unos días más tarde, cuando intervino junto con Almagro a favor del golpe en Bolivia y parece reincidir ahora, cuando su amigo agita tambores de guerra en la pelea diplomática por quebrar una tradición de seis décadas y arrebatarle a Latinoamérica la presidencia del BID. Cerca de Fernández dicen que Claver sintió el golpe organizado por Solá y señalan a Cinosi como el jefe de campaña del funcionario de Trump en la disputa con Gustavo Beliz.
El asesor de Almagro es un viejo conocido del kirchnerismo, tanto como para haber accedido en su faceta populista a la intimidad de Carlos Zannini y otros funcionarios del ex Frente para la Victoria. De llegada a Juan Manzur y otros empresarios cercanos al gobierno, Fernández negó en sus meses como presidente haber tenido la relación que le atribuyen con Cinosi. El caso puede resultar ilustrativo: no sólo por la conversión de un hotelero que era tildado de cristinista hasta la llegada de Mauricio Macri al poder, sino también por la tensión entre el ala dura de la administración Trump -en tiempo de descuento- y el Frente de Todos, después del acuerdo por la deuda. A decir verdad, el candidato estadounidense no sólo se enfrenta a la postura del gobierno argentino sino también a la de Costa Rica, México, la Unión Europea y el Chile del insospechado populista Sebastián Piñera. Fronteras adentro, entre los ex cancilleres que firmaron en apoyo a Beliz figuran desde Jorge Taiana y Rafael Bielsa hasta Susana Malcorra, Jorge Faurie, Domingo Cavallo, Adalberto Rodríguez Giavarini, Susana Ruiz Cerruti y Carlos Ruckauf.
Se entiende que con eso no alcance y la Cancillería haya apelado a los caros servicios de Tomas Shannon para negociar el canje, el cupo de Trump al biodiesel argentino y, tal vez, alguna que otra misión. Según afirman los promotores de la idea de contratar al ex miembro del Departamento de Estado, una agencia de lobby es “casi como tener carnet de conducir para circular por Washington”, más cuando enfrente BlackRock había destinado el doble solo en sus lobbistas registrados. El kirchnerismo nunca lo había hecho, pero sí otros gobiernos como el de Rafael Correa, que se enfrentó a Chevron de la mano de Fenton Communications, o el de Nicaragua que impulsaba un canal inteoceanico para competir con Panamá a través de McLarty Associates.
Fernández y Guzmán acaban de cerrar el acuerdo con los grandes fondos pero no tienen demasiado tiempo para festejar. Al acoso de la pandemia que sigue provocando muertes y contagios, se suma una recesión de lo más profunda y un gobierno que no tiene todo lo que quisiera para inyectar en la economía. Por eso, la era de las reaperturas parece sin retorno y se postula que será necesario convivir con el virus. En Casa Rosada cuentan que el 87 por ciento de la actividad económica y comercial, a nivel nacional, ya está funcionando; si en el AMBA el promedio se ubica en torno al 70%, en el resto de las provincias oscila el 90%.
Habrá que esperar que baje el agua para contar las pérdidas: no sólo el cierre de empresas, también la suba del desempleo, el aumento de la pobreza y la caída del salario real en un marco de informalidad creciente, suspensiones generalizadas y paritarias a la baja. Nadie dice cómo encender la economía.
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Es en ese contexto que hay que ir a discutir la deuda con el FMI que se lavó la cara en tiempo récord, gracias al rol de autoridad que le otorgó el gobierno argentino, cuando lo señaló como límite para aumentar la oferta por encima de los 50 centavos por dólar. El nuevo Fondo del que habló el Presidente sigue gobernado por Estados Unidos, espera con las recetas de siempre y los principales funcionarios de Fernández lo saben. “Estamos terminando la luna de miel, haciendo las valijas para volver a casa después de una temporada en la isla de Tahití y pensando cómo van a ser 40 años de un matrimonio insoportable”, dicen los interlocutores de la línea que desborda a Kristalina Georgieva. “Heterodoxo con restricciones fiscales” como prefiere definirse, Guzmán se prepara para su próxima batalla desigual con el salvoconducto de haber resuelto finalmente la pulseada con los acreedores. Fortalecido después de meses de bullying, el ministro busca un equilibrio entre las distintas líneas de la alianza oficialista.
Mientras algunos ven que las tarifas congeladas tienen fecha de vencimiento y no se puede prolongar la política de subsidios, otros insisten en que la emisión es el único camino posible para el financiamiento del Frente de Todos. Aunque el año se dio por perdido hace cinco meses, todavía queda bastante por recorrer. Sobre la mesa, Fernández tiene una invitación para viajar en noviembre a Shangai, donde los chinos que lo seducen con proyectos y promesas lo esperan como invitado de honor para la Feria Internacional de Comercio. Lejos de los modos de un Claver-Carone que no tiene tiempo que perder, los enviados de Xi Jinping miran el plazo más largo y jamás pierden la paciencia.