Una imagen anticipó a la perfección lo que vendría en las semanas siguientes a nivel político: tras tomarle la jura al nuevo “superministro” que copó la Casa Rosada en su asunción, Alberto Fernández bajó por un costado del escenario, solo, mientras la atención y todas las miradas se dirigieron a Sergio Massa. En su primera quincena de gestión, ya con la llave del Palacio de Hacienda, el líder del Frente Renovador puso en marcha su maquinaria con la marcada intención de mostrarse como el nuevo encargado de la economía y, a su vez, del orden político en el Gobierno.

“Massa da una señal de verticalismo y de orden”, reconocieron en conversación con El Canciller cerca del Presidente. Lo que no advierten en esas filas (o intentan esconderlo) es que el hecho de que sea el tigrense quien transmita esa sensación de orden implica necesariamente que Fernández no logró hacerlo por su cuenta hasta ahora. Sin embargo, se muestran “optimistas” con que el nuevo ministro que se devoró Economía, Producción y Agricultura traiga “buenos resultados”. En ese sentido, agregaron: “Está tomando las medidas que tiene que tomar”.

La congruencia entre la mirada del albertismo y el massismo en la cuestión económica no es casual. Más allá de la alianza en las elecciones de 2013 entre ambos protagonistas, muchos reconocen que si Martín Guzmán hubiera continuado en su cargo, hubiera tomado medidas similares. “La etapa de Guzmán fue exitosísima”, se enorgullecen desde la pata bonaerense del Partido del Trabajo y la Equidad (ParTE), que conduce Fernández.

Consideran que los primeros ajustes de Massa, que entienden como “necesarios”, hubieran sido también el camino elegido por el platense que salió eyectado del Gabinete. Sin embargo, otros plantean: “Guzmán no ajustó. Ese es un error. Al contrario, emitió mucho más. Massa entiende que sí hay que ajustar cosas. Sobre todo en los ministerios, que no tiene que ver con el ajuste en los bolsillos”.

El nuevo Alberto

Desde la oxigenación que implicó el recambio, el Presidente se limitó a actividades de gestión en el conurbano y el Interior del país y se desprendió casi totalmente de la agenda económica por la que fue tan criticado estos últimos meses. Está claro que, si no fuera así, difícilmente Massa podría darle el lavado de cara al Gobierno que hoy necesita. Sin embargo, en el dispositivo albertista sostuvieron que su referente “no se desprendió totalmente” y “sigue estando sobre la economía”.

Alberto Fernández en su visita a las obras de la primera planta de baterías de litio de Argentina, en La Plata, el pasado martes.
Alberto Fernández en su visita a las obras de la primera planta de baterías de litio de Argentina, en La Plata, el pasado martes.

En diálogo con este medio, un secretario de Estado con diálogo fluido con el mandatario explicó: “La visión desde afuera es que Massa maneja, y está bien que así sea. Pero Alberto no se desconoce, es lo que dejan traslucir porque hasta ahora va bien eso. ¿Para qué se va a poner en figuretti?”. El señalamiento indica que, pese a haber diezmado su influencia directa en el equipo económico, el Presidente mantiene injerencia en esa área –incluso con poder de veto sobre medidas puntuales–, aunque “no le sirve” mostrarlo hacia afuera. En ello, sus íntimos reconocen una “astucia”.

Quién se lleva el premio

La dificultad para el nuevo ministro no es menor: ordenar la macro, pero contemplando que un sector importante de la población que firmó el contrato electoral de 2019 hoy tiene sus ingresos por debajo de sus pies descalzos, porque la inflación histórica complica hasta comprarse un par de zapatos. El desafío para cualquier peronista, pero en este caso para Massa, no pasa solamente por “vivir mejor”, sino que además se note. Parte de ese éxito es lo que definirá el tablero para las elecciones del año próximo.

Hay quienes dan por descontado que, si la renovación de expectativas se traduce en un fortalecimiento del Gobierno en los próximos meses, el extitular de la Cámara de Diputados será la punta de lanza de una coalición que llegará a 2023 con aires nuevos. Pero en el albertismo señalan otra hipótesis: si a Massa le va bien, Alberto podría “capitalizar” esa remontada.

“Si le va bien al Gobierno, le va bien al país. Desde ya que el Presidente lo va a capitalizar”, reaseguran en otro de los puntos del dispositivo del mandatario. Sacan de la caja de argumentos que, “dado que en Argentina existe el presidencialismo, todos los fracasos son del Presidente, pero todos los aciertos también”, como el destino de un director técnico cuando su equipo sale campeón o se va al descenso. Es, de hecho, el ejemplo que utilizan.

Albertismo sin Alberto

El próximo 8 y 9 de septiembre se realizará un plenario de ParTE en Tucumán, donde la presidenta del partido allí es la senadora nacional Sandra Mendoza. Es probable que asista Fernández. La intención es planificar el trabajo político partidario para el segundo semestre y proyectar para el año que viene. Pero no todo está tan claro en el universo albertista, del cual el partido que preside a nivel nacional Claudio Ferreño conforma solo una pequeña parte.

Nadie niega que el sector vaya a jugar en 2023, pero sí está en discusión si quien debe conducir es el jefe de Estado. “Cuando a Alberto le decimos que militamos para él, nos responde que no lo hacemos ‘para’ él, sino ‘con’ él… eso es una definición política”, confiaron a este medio. Otros miden menos sus palabras y sostienen que debe conformarse un peronismo “conceptualmente albertista” pero sin el Presidente como representante de lo que entienden como "un Gobierno agotado".

Entre los más leales, auguran una situación en la que no habría margen para que otro sea el candidato: “Massa tiene mucha espalda, pero no tiene una gran aceptación en los votos populares. No se puede sentar a convencer a Belliboni y Grabois, eso lo puede hacer Cristina, que no está cerca del poder económico. El que podría convencer a la mayoría es Alberto”. La lectura esconde un revival de la tesis que llevó al nacimiento del FDT en 2019 o una simple expresión de deseo. Cada quien sacará sus propias conclusiones.