El rechazo de Colombia a la entrada de Juan Grabois, quien formaba parte de una comitiva de Derechos Humanos que analizará la represión y las protestas, abrió una fuente de conflicto diplomático con Argentina. El canciller local, Felipe Solá, lamentó la actitud del país comandado por Iván Duque y abrió un nuevo frente diplomático, que se suma a los roces del último tiempo con Uruguay e Israel.

“Luego de una serie de agresiones físicas registradas por numerosos testigos y cámaras de seguridad, el gobierno colombiano me expulsa de su territorio por considerarme un ‘riesgo para la Seguridad de Estado’”, relató Grabois en su cuenta de Twitter. Y añadió: “Me han retenido la documentación y el equipaje. Me suben custodiado a un vuelo a Lima, sin explicación de mi ulterior destino. Son tiempos de cambio para América Latina. Nada va a ser fácil. Pero despertamos. Adiós Colombia ¡Fuerza!”.

Desde Colombia, el área de Migraciones respondió con un comunicado en el que rechazó “este tipo de comportamientos”. Allí, explicó que Grabois “se negó a que se le realizara una verificación a sus documentos, luego de que el sistema arrojara una alerta por vencimiento de su pasaporte, y faltó el respeto al Oficial de Migración y al Supervisor a cargo”. Asimismo agregó que, “de forma vehemente, exigía su ingreso al país, basado en quién era y quiénes lo habían invitado”, por lo que “fue dejado a disposición de la aerolínea, con el fin de que se cumpla la orden de inadmisión”. 

A las pocas horas, Solá se mostró molesto en sus redes sociales. “Lamento que autoridades migratorias de Colombia hayan impedido el ingreso del ciudadano argentino y miembro del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral de la Santa Sede @JuanGrabois, que integraba la delegación de observadores de derechos humanos @misionIntCol”, escribió. 

La tensión entre Argentina y Colombia viene escalando desde principios de mayo. Las protestas en aquel país, fuertemente reprimidas por las fuerzas de seguridad, motivaron en primer término un escrito del presidente, Alberto Fernández, en el que habló de “violencia institucional”. “Con preocupación observo la represión desatada ante las protestas sociales ocurridas en Colombia”, afirmó. Enseguida, desde la Cancillería colombiana rechazaron  “firmemente” las declaraciones de Fernández, y las calificaron de “intromisión arbitraria”.  

El suceso se suma a una cadena de problemas diplomáticos que fue creciendo en las últimas semanas. El más reciente, con Israel, luego de que el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto que comanda Solá condenase públicamente “el uso desproporcionado de la fuerza por parte de unidades de seguridad israelíes ante protestas por posibles desalojos de familias palestinas de sus hogares en los barrios de Sheikh Jarrah y Silwan, así como por la respuesta a través del lanzamiento de misiles y artefactos incendiarios desde la Franja de Gaza”. La embajadora de aquel país en Argentina, Galit Ronen, lamentó la posición de Cancillería ya que “no expresa las buenas relaciones que existen” entre ambos países, dejando entrever un posible empantanamiento en las gestiones comunes que, entre otras cosas, apuntan a probar y fabricar en conjunto la vacuna israelí contra el coronavirus. 

Por otro lado, pero bajo la misma tensión, persisten diferencias con el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou. En marzo, Fernández lo criticó por espetar que el Mercosur no debería ser un “lastre”. “Si somos un lastre, que tomen otro barco. No somos lastre de nadie, es un honor ser parte del Mercosur", retrucó, en el que fue el primero de los tres conflictos diplomáticos que Argentina enfrentó en 2021.