“Lula dijo: ‘Si en algún momento Alberto y Cristina se pelean, tienen que ir a sus casas, tomarse diez minutos, tranquilizarse y volver a trabajar juntos’. Esa enseñanza es perfecta”.

La reflexión, sin que nadie siquiera le preguntara sobre su vínculo con la vicepresidenta, fue dicha por el propio Fernández el viernes vía Zoom en el V Encuentro del Grupo de Puebla. Allí, en esa especie de club de ex presidentes progresistas, de “viudos del poder”, el argentino se siente cómodo. Es el único que gobierna, que tiene responsabilidad de gestión, pero aún así toma ese espacio como una política de Estado al sentar en cada presentación al canciller Felipe Solá.

Ante otros interlocutores, desde Evo Morales a José Luis Rodríguez Zapatero, Alberto pidió dejar de lado “narcisismos” y “egoísmos”. Y sentenció: “No podemos darnos el lujo de tener diferencias porque nuestras diferencias las aprovechan los sectores que más daño le hacen a nuestros pueblos”.

Alberto Fernández y Felipe Solá en el V Encuentro del Grupo de Puebla.
Alberto Fernández y Felipe Solá en el V Encuentro del Grupo de Puebla.

Traducido: el Presidente no puede pelearse con su vice, aunque ella avance con ideas que él descarta. Es decir, implícitamente deposita la autoridad en su segunda. La incógnita es cuánto tiempo durará esa lógica y si es viable sostener un mandato con esa dinámica.

El peronismo territorial, el que menos empatía tiene con el cristinismo, apuesta a que las elecciones del año que viene ordenen el mapa. Saben que será un primer paso definitorio para 2023, y dan como un hecho que la pelea por las listas será salvaje con La Cámpora.

Para el Gobierno, que mira el minuto a minuto, la competencia electoral está lejos en el horizonte. En los últimos días, se debate cómo administrar la cuarentena y la agenda política.

Foto: Alejandro Pagni.
Foto: Alejandro Pagni.

Un sector del oficialismo cree oportuno retomar la iniciativa con otras propuestas, como anuncios y proyectos legislativos que habían quedado en carpeta desde marzo. Otros, en cambio, sostienen que estamos ingresando en el pico de contagios por el coronavirus, y que sólo hay que enfocarse en la pandemia hasta que eso pase.

En el medio, Cristina Kirchner logra victorias simbólicas. La Oficina Anticorrupción (OA), encabezada por el fiscal de Justicia Legítima, Félix Crous; se retiró como querellante en la causa de Hotesur y Los Sauces. Esos expedientes, que arrancaron por separado y ahora se unificaron en la instancia oral, son los que más preocupan a la vice porque está también en el banquillo su hija Florencia, la única de la familia sin fueros.

La decisión de la OA tiene poco impacto procesal, pero funciona como un mensaje político hacia la Justicia. El juicio de esa investigación no tiene ni fecha de inicio, al igual que otras acusaciones que pesan contra Cristina.

En Olivos, dejaron trascender que se enteraron por los medios de la medida, en un intento por tomar distancia. Esa fórmula también la usó Alberto en otras ocasiones, como cuando el secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla, abogó por la salida de prisión de Luis D’Elía, Martín Báez y Ricardo Jaime. La táctica del despegue tiene vuelo corto porque, en definitiva, lo que importa son los hechos.

En paralelo, estas avanzadas ocurren cuando Comodoro Py dejó de ser un territorio hostil para el kirchnerismo. Ya no está Claudio Bonadio, al que identificaban como el rostro del lawfare, y reina otro clima.

Foto: Luciano Ingaramo
Foto: Luciano Ingaramo

De hecho, esta semana el Frente de Todos “salvó” al inoxidable Rodolfo Canicoba Corral al desestimar varias denuncias en el Consejo de la Magistratura. El oficialismo, al igual que antes hizo la gestión de Mauricio Macri, elige negociar con el elenco estable de los Tribunales en lugar de impulsar cambios estructurales porque cree que no los necesita.

Tal es así, que el capítulo de la reforma judicial ideado por Gustavo Béliz –el que propone licuar Comodoro Py y el estratégico fuero Contencioso Administrativo- no seduce al ala dura K. Al contrario, sí les parece conveniente una modificación de la Corte Suprema, un apartado que entró casi de “contrabando” en el borrador que aún está en la Casa Rosada. Cristina siempre mira con desconfianza a los cortesanos.

“No lo vamos a apurar. No es para aprobar mañana”, sostiene un colaborador de Fernández sobre la reforma, como quitando el pie del acelerador.

La relación con el mundo judicial sigue siendo un tema que genera tensión entre Alberto y Cristina.

La oposición está desdibujada y sólo atina a denunciar un “pacto de impunidad”. Por sus propias internas y batallitas, en Juntos por el Cambio no pueden ni ponerse de acuerdo para nombrar a un representante en la Auditoria General de la Nación (AGN), un organismo clave para controlar las cuentas y los actos de gobierno. Los radicales y el PRO discuten a quién le toca esa silla, y mientras tanto está vacía.