El mundo occidental se estremeció cuando aquella tarde parisina de abril de 2019 comenzaron a circular imágenes de la emblemática catedral de Notre Dame en llamas. Pronto se supo el daño que había sufrido: gran parte de la estructura de madera, el techo, la bóveda y la aguja habían sido devorados por el fuego. A pesar de que se pensaba que el mítico edificio se derrumbaría por completo, el incendio cesó y la restauración fue posible. Este sábado reabrió sus puertas.  

La avalancha de donaciones que produjo este suceso permitió que varias empresas y artesanos se pusieran a disposición para reparar el inmueble, originalmente construido en el siglo XII y que la UNESCO considera Patrimonio Mundial de la Humanidad. 

Tras cinco años de trabajo y una inversión de más de €700 millones, la catedral ha sido restaurada casi a nuevo. Este sábado se desarrollaron las ceremonias de apertura y el domingo (Día de la Virgen María) se brindará la primera misa a las 9:30. La segunda, a las 18:30, será abierta al público: 2.500 personas reservaron su lugar de forma gratuita.

A la ceremonia de este sábado fueron invitados el presidente de Francia, Emmanuel Macron; el mandatario electo de Estados Unidos, Donald Trump; y el canciller alemán, Olaf Scholz.

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El Papa Francisco envió un mensaje para todos los franceses que estaba previsto que se leyera en el evento. El Sumo Pontífice decidió quedarse en el Vaticano para evitar desviar la atención hacia él, según aseguró Eric Moulins-Beaufort, presidente de la Conferencia Episcopal de Francia.

Además de ser un monumento histórico para la comunidad cristiana, Notre Dame es un gran atractivo turístico en París. Antes de su incendio, la catedral recibía 12 millones de visitantes por año.

Este último tiempo se debatió en Francia la posibilidad de cobrar a aquellos que visitaran el edificio y recaudar fondos para proteger las iglesias francesas. Sin embargo, desde la comunidad religiosa insistieron en la necesidad de que los fieles pudieran ingresar de manera libre y gratuita.