Jair Bolsonaro está por cumplir dos años como presidente de Brasil y mucho cambió desde aquel 1° de enero de 2019 cuando asumió. La narrativa hiper ideologizada del comienzo fue mutando a un pragmatismo más aggiornado al presidencialismo de coalición que le tocó gobernar casi de manera inesperada.

Con un frente de gobierno hegemonizado por el ala militar, el pragmatismo fue comiéndole terreno a los olavistas. Mientras que la pandemia postergó de forma indefinida el plan de privatizaciones y achicamiento del Estado soñado por el ministro de Economía, Paulo Guedes, quien además tuvo que aceptar un aumento del gasto para aplicar políticas de asistencia social tendientes a evitar males mayores en el plano social.

Jair Bolsonaro. Foto: Sergio LIMA / AFP
Jair Bolsonaro. Foto: Sergio LIMA / AFP

Como no hay mal que por bien no venga, gracias a este giro político, Bolsonaro creció en las encuestas a pesar de una pésima gestión del coronavirus. Se encuentra competitivo a menos de dos años de las elecciones presidenciales de octubre de 2022.

Los tres desafíos para la eventual reelección

1. Recuperación económica y social

El primero desafío tiene que ver con la recuperación económica y la situación social luego de una pandemia que pondrá a América Latina en su peor crisis en 120 años.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) compartió sus proyecciones de crecimiento para la región, la cual, no obstante la revisión, sufrirá una contracción del 7,7% este año y una tasa de desocupación por encima del 10.

Para 2021, la Cepal calcula un rebote del PIB regional del 3,7%, un crecimiento que "solo permitiría recuperar un 44% de la pérdida de PIB registrada en 2020". De ese rebote, Brasil tendrá un rebote solo de 2,6% y una caída lo que queda de este año de 6, según datos de la OCDE.

En este marco, el primer desafío es lograr salir de la recesión que arrastra desde el último gobierno de Dilma Rousseff. Al mismo tiempo busca recuperar puestos de trabajo en un escenario de desocupación de 14,6 (1,3 puntos más que respecto del segundo trimestre) y 14 millones de personas sin empleo, de acuerdo a los datos arrojados por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística.

Aquí el gobierno se encuentra frente a un dilema: avanza con un plan de obra pública que estimula el crecimiento y genera nuevos empleos (como propone el ala militar) o restaura el plan de privatización de Guedes.

Bolsonaro deberá elegir teniendo en cuenta el factor social y la posibilidad de que el fin del Auxilio de Emergencia (de 600 reales al inicio y 300 en la actualidad) pueda dejar a 17 millones de ciudadanos bajo la línea de la pobreza, según el análisis de la Fundación Getulio Vargas.

Una encuesta reciente de Datafolha remarca que con el fin de la asignación, el 75% de los beneficiarios  reducirían sus gastos en alimentos, 65% en remedios y 57% disminuirán el consumo de servicios esenciales como luz, gas y agua. Mientras que el 55% dejaría de pagar cuentas.

Bolsonaro logró frenar lo que muchos pensaban que serían un 2020 de estallido social y caos sanitario. Ese fantasma no se irá en 2021 y sus prioridades serán claves.

2. La política

El segundo punto tiene que ver con la política. El año que se va se caracterizó por el abandono de la retórica outsider de "Más Brasil, menos Brasilia" y, con el Secretario General de la Presidencia, el militar Luiz Eduardo Ramos, se consolidó una alianza táctica con el grupo de partidos de derecha con mayoría en el Congreso llamado “Centrao”.

Este año fue de toma y daca y Bolsonaro pagó su gobernabilidad a cambio de decenas de cargos públicos. Pero esto no termina acá, el gobierno apunta al diputado y líder de la bancada del Partido Progresista, Arthur Lira, para disputarle al grupo de Rodrigo Maia la presidencia de la Cámara de Diputados.

Con la izquierda armando su bloque propio para presentar candidato autónomo, el poroteo viene a favor de Lira,  pero en un escenario muy ajustado.

La elección será en febrero de año que viene y, de lograrlo, Bolsonaro se garantizaría el control relativo de la agenda parlamentaria en una coyuntura en la que Maia y otros partidos como el PSDB o el MDB sobreactúan su perfil opositor ante la expectativa de que la tercera vía (que viene de una muy buena elección en las municipales de noviembre) se imponga entre la grieta del bolsonarismo y el Partido de los Trabajadores.

Como será de relevante la alianza con el Centrao que el juez que designó Bolsonaro en el Supremo Tribunal Federal, Kassio Nunes Marques, reformó la ley de ficha limpia e inclinó la mayoría en el máximo tribunal a favor de la línea anti-Lava Jato que busca anular muchas de las sentías del exjuez Sergio Moro.

¿Cuál es uno de los interesados en que eso avance? Arthur Lira y el PP, el partido con más condenas en segunda instancia. La tranquilidad política y el destierro definitivo del impeachment es otra de la misiones del gobierno para el 2021.

3. La geopolítica

Por último, el tercer desafío es geopolítico. Brasil, como toda la región, se verá en medio de una disputa muy fuerte entre China y Estados Unidos y es una incógnita la respuesta que vendrá de parte del mandatario.

Sin Donald Trump en la Casa Blanca, Bolsonaro quedó huérfano en la defensa del proyecto antiglobalista. A su vez, tendrá en Washington un presidente que lo mira con cierta desconfianza por su falta de política ambiental y su negativa de aceptar la lógica multilateral para abordar la crisis en el Amazonas.

Además, Joe Biden nombró al ex Secretario de Estado John Kerry como encargado en el Acuerdo de París y todo indica que tendrá los ojos puestos en Bolsonaro.

China y el conflicto por Huawei

Por el lado de China, el tironeo es constante pero hay una fecha clave en el vínculo lateral cuando en junio se define si Huawei accede a la red 5G en el país. La división del gobierno es clarísima, los militares quieren acordar con China pero el ala ideológica se resiste y acusa a Pekín de utilizar el poder de Huawei para realizar espionaje.

En agosto, en diálogo con corresponsales extranjeros, el vicepresidente Hamilton Mourao afirmó: "Sabemos que Huawei tiene una capacidad superior a la de algunos competidores".

Y agregó: "Lo que tiene que quedar claro es que actualmente más de un tercio de lo que tenemos de 4G operado por nuestras empresas de comunicaciones ya tiene los equipos de Huawei. Si prohibimos a Huawei, nuestras operadoras serán perjudicadas porque los equipos tendrán que ser retirados".

La Agencia Nacional de Telecomunicaciones (Anatel) y las operadoras no quieren prohibir Huawei, pero el bolsonarismo sí. El gobierno adhirió de forma simbólica a "Clean Network", un programa de seguridad nacional impulsado por Trump que propone "proteger la privacidad y la información sensible" de China y contempla  la eliminación de la tecnología china de las tiendas de aplicaciones estadounidenses y bloqueará sus servidores.

Bolsonaro no tiene una postura tomada sino que coquetea con ambas. No obstante, sin Trump como aliado y ante la realidad de China como principal socio comercial del país, la respuesta a este dilema parece estar sobre la mesa.

Así será el 2021 de Bolsonaro, con la imperiosa necesidad de estabilizar el rumbo económico y evitar el desborde social, profundiza la alianza que le permite contar con gobernabilidad y surfear la ola de la disputa geopolítica para pensar en la posibilidad de volver a ser presidente en 2022.