Jair Bolsonaro cerrará un noviembre para el olvido. La victoria de Joe Biden en Estados Unidos lo deja en absoluta soledad en la defensa del proyecto antiglobalista y conservador que el presidente abrazó desde que llegó al Palacio Planalto.

A su vez, las elecciones municipales no le arrojaron los mejores resultados y, si bien el no presentó candidatos propios porque no tiene partido, sus aliados tuvieron problemas, en particular en los municipios más importantes como San Pablo con Celso Russomanno quien quedó fuera del balotaje y Río de Janeiro con el pastor evangélico y actual alcalde, Marcelo Crivella que tendrá una difícil contienda en segundo turno con Eduardo Paes del partido Demócratas. 

Ganadores y perdedores de las elecciones municipales 

Bolsonaro hizo una lectura muy forzada de los comicios al considerar que había sido una derrota de la izquierda. La realidad es que de la izquierda estará en segunda vuelta en 18 ciudades de los cuales el Partido de los Trabajadores competirá en 15, el Partido Socialismo y Libertad en dos y el Partido Comunista de Brasil en una. Además, de esos 18, cinco son capitales: Porto Alegre (PCdoB), São Paulo (PSOL), Vitória (PT), Recife (PT) y Belém (PSOL).

Los comicios mostraron la fortaleza de los partidos tradicionales. De las 7 elecciones que se resolvieron en primer turno, tres fueron para Demócratas  (Curitiba, Florianopolis y Salvador), dos para el Partido Social Demócrata Brasileño  (Natal y Palmas)y dos para el PSD (Belo Horizonte y Campo Grande).  De las 18 capitales que van a 2da vuelta, en 14.

Al margen de la batería de datos que se pueden analizar de los comicios, la preocupación del bolsonarismo quedó plasmada en un hilo de tuits publicado por Filipe Martins, asesor para política internacional y uno de los integrantes más importante del ala ideológica del gobierno conocida como “Olavismo” en referencia al filosofo de cabecera de Bolsonaro, Olavo de Carvalho. 

Martins dijo a través de su red social que “tenemos que entender que la política real, práctica, del día a día que se da en los barrios, los periódicos locales y cámaras legislativas de cada municipio”. “También diría que debemos entender que nuestra victoria en 2018 fue circunstancial, resultado de una combinación de factores ocasionales con la discreción de nuestro pueblo. Ganamos porque teníamos al mejor candidato y también porque teníamos un entorno favorable, construido desde 2013”, agregó con un final en el que reconoce que el comienzo de todo se dio durante las protestas “espontáneas” contra Dilma Rousseff.

Martins continúa: “Para obtener nuevas victorias necesitamos más: debemos tener constancia, organización estratégica y ritmo táctico, para entrar y salir de cualquier enfrentamiento sin ser afectados por variables incontrolables, sean las que sean, desde epidemias hasta sistemas electorales opacos”. “La elección municipal, más que ninguna otra, depende de la constancia, la organización estratégica, el ritmo táctico. La política local es la más real de las políticas; y, como tal, sus resultados dependen de cimientos sólidos y del trabajo silencioso de formar una base real”, sostuvo.

Finalmente, el asesor de Bolsonaro plantea: “Muchos se preguntan porqué los candidatos apoyados por cabos electorales de mano dura fueron derrotados. La respuesta es simple: perdieron porque la elección municipal es la base, es construcción, no es improvisación. De nada sirve llegar en vísperas de las elecciones y dar crédito o intentar gritar”.

"¿Quién gana en un escenario como este? Quién tiene partido, quién tiene base, quién tiene los medios para realizar un trabajo constante para identificar y atraer a los agentes más relevantes en cada ciudad. ¿Y quién lo tiene todo? La izquierda y los grandes partidos fisiológicos. ¿Quién no tiene? La derecha. Con una alta abstención, la constancia de la movilización de izquierda habló más fuerte y la izquierda resucitó; y motivación permanente de las partes fisiológicas se impuso una vez más y les permitió volver a crecer. O lo enfrentamos o seguiremos perdiendo”, lamentó.

Lo que avisora Martins son dos bloques electorales conformado por el amplio espectro progresista, de un lado y la derecha no bolsonarista, del otro, que son muy complejos de vencer en una segunda vuelta de cara al 2022 y la ausencia de poder propio de un gobierno que ni siquiera tiene partido. 

En ese marco, la fortaleza de Bolsonaro para presentarse como un outsider en 2018 puede quedarse sin magia para el 2022, pues, con cuatro años en el lomo, los votantes evaluarán otros aspectos. En parte, la preocupación de Martins tiene que ver con la falta de capilaridad del gobierno y la necesidad de pedir poder prestado, en el Parlamento con el Centrão o en los municipios con los partidos de derecha que gobiernan pero que no tendrán problemas en cambiar los apoyos si Bolsonaro se convierte en un ancla. 

El proyecto conservador que se impuso hace dos años tendrá un 2021 clave para pensar su suerte en las elecciones presidenciales que vienen y que pondrán a prueba todos estos conceptos arrojados por Martins en Twitter. 

El primer escenario es el 1 de febrero cuando se renueven las autoridades parlamentarias, en especial, en la Cámara de Diputados cuya presidencia es estratégica el devenir futuro del gobierno. El actual presidente, Rodrigo Maia, dijo que buscará ser reelecto pero el grupo que responde a él quiere que vaya por un nuevo período y enfrente al líder del Centro y aliado del gobierno, Arthur Lira. 

El presidente de la Cámara de Diputados maneja los tiempos de los debates y tiene la llave para impulsar, entre otras cosas, un juicio político contra el presidente. Un aliado en ese lugar le avendrían muy bien al gobierno en el último tramo de la gestión. 

El segundo escenario en el que el gobierno pone expectativa es el económico. La llegada de la vacuna antes de la segunda ola del coronavirus y la recuperación es un capital que Bolsonaro puede hacer valer en las próximas disputas políticas. La pregunta es que modelo se impondrá, si el heterodoxo basado en la obra pública y en el aumento del gasto público instrumentado en la pandemia que le permitió al presidente a crecer en las encuestas o el liberal de ajuste y privatizaciones que prometió Paulo Guedes al principio de la gestión y genera confianza en los mercados. Difícil que ambas lógicas convivan. 

Para el 2022 falta una eternidad y por mas que el mandatario brasileño intentó minimizar los resultados de las elecciones municipales, es innegable que el bolsonarismo tomó nota. 

Una voz solitaria contra el multilateralismo

A los desafíos del frente interno se le sumó un contexto internacional adverso con la derrota de Donald Trump. Jair Bolsonaro no solo decidió aliarse con Estados Unidos en términos comerciales sino que se abrazó al proyecto antiglobalista que le dio cobijo para potenciar la retórica antimultilateral o la postura soberanista para rechazar todo tipo de apoyo internacional en la crisis en el Amazonas. 

La victoria de Joe Biden no es un problema para Brasil, pero sí para Jair Bolsonaro y su ala ideológica. Durante esta semana, el presidente participó de la cumbre de los BRICS junto a los jefes de estado de China, Rusia, India y Sudáfrica. La narrativa en ese ámbito fue como si la elección en Estados Unidos no hubiera sucedido. Críticas a la Organización Mundial de la Salud, la Organización Mundial del Comercio y omitió referirse a la situación del Amazonas. 

Filipe Martins también se expresó al respecto y señaló: “No podemos permitir que la comunidad de países se deje guiar por tecnócratas desconectados de las realidades nacionales, promotores de sus propias agendas y, supuestamente, voceros de una voluntad universal. Son los intereses de cada nación los que deben guiar las actividades de estas organizaciones”.

Ninguna potencia contribuye a este discurso. Dentro de los Brics, Xi Jinping pidió reforzar el multilateralismo, al igual que Vladimir Putin quien se dedicó más a oficiar de anfitrión que a dejar conceptos demasiados profundos. 

Si Bolsonaro continúa con esta retórica tendrá problemas con el gobierno de Joe Biden y abrirá internas dentro de sus propias filas, por ejemplo, con la comandancia del ejército. El Jefe de las Fuerzas Armadas, Edson Leal Pujol, contradijo al presidente cuando este sostuvo: “Cuando se acaba la saliva, hay que tener pólvora”, en una clara insinuación a un posible enfrentamiento con Estados Unidos por la crisis en el Amazonas. 

Pujol tomó distancia de la bravuconead y aclaró que “Brasil no tiene los recursos”  para para defender al país en una disputa de ese calibre y manifestó que los militares no quieren ser parte de la política”. 

Bolsonaro no se quedó atrás y replicó que “la afirmación del general Edson Leal Pujol (elegido por mí para ser Comandante del Ejército), coincide exactamente con lo que pienso sobre el papel de las Fuerzas Armadas en el escenario nacional. Son el principal sostén y garante de la Democracia y la Libertad y tienen como objetivo, como dice la Constitución, "defender al país, garantizar los poderes constitucionales y, a iniciativa de cualquiera de ellos, el orden público”. “Por tanto, deben permanecer apartidistas, basados en la jerarquía y la disciplina, bajo la autoridad suprema del Presidente de la República”, remarcó. 

El fondo de este cruce es el alineamiento internacional. Mientras Jair Bolsonaro sigue conectado con el ideario del mundo de Donald Trump y abre el paraguas ante posibles sanciones de parte de la gestión Demócrata , las Fuerzas Armadas preservan la relación estratégica con el Comando Sur y las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos. El gesto del vicepresidente, Hamilton Mourao, reconociendo a Biden “en lo personal y no como representante del gobierno” también hay que leerlo en esa línea.

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Seguramente, la importancia de Brasil como potencia emergente valga más que las improvisaciones e ideologismos de su presidente, pero demuestra que la política exterior es demasiado estratégica como para que siga en manos de los olavistas.  Este noviembre tormentoso para Bolsonaro anticipa escenarios complejos marcados por la soledad global y desafíos internos que tiene como horizonte la necesidad de una recuperación económica y la disputa electoral de 2022.