Banderas, flores y balas de goma: una peregrinación inabarcable intentó despedir a Diego Maradona
El día después de la muerte de Diego Maradona fue todavía más intenso que el 25 de noviembre. Una multitud se acercó a la Casa Rosada con pancartas y camisetas para dejar en el féretro del 10. La situación se desmadró y después del mediodía hubo represión policial.
Nadie salía como entraba. Del lado del ingreso, cantitos y banderas en alto. Del otro, post despedida, lágrimas y abrazos. Esos cinco segundos dentro de la Casa Rosada constataban lo que nadie quería creer: Diego Maradona había muerto.
Los privilegiados que pudieron entrar al Salón de los Patriotas hicieron vigilia desde la noche anterior. Aún ante el ida y vuelta entre Claudia Villafañe, en representación de la familia Maradona, y el Gobierno nacional para definir el horario de cierre del velorio, nadie dudaba. Estaban donde tenían que estar. Era una peregrinación escoltada por choris, cerveza y flores.
Al mediodía, 20 cuadras de cola albergaban a hinchas de todos los equipos del fútbol argentino y de maradonianos de todos los puntos del país. A esa hora, se olía lo inevitable: a las 16 no se iba nadie. Mientras tanto, el malón inabarcable seguía avanzando entre cantitos que solo interrumpían para explicar “qué significa Maradona” ante los medios. Pancartas improvisadas para una despedida inesperada.
El merchandising de Diego Maradona no fue difícil de preparar. Las banderas de Boca con su cara existen hace rato. Los pósters del 10 con la celeste y blanca, desde 1986. Pero tenían un agregado: "1960-infinito". Los productos que no se vendieron, volaron en las corridas. La Policía intentó delimitar el fin de la cola en vano. Cayó el vallado, hubo balas de goma, palazos y piedrazos.
La represión partió el clima en dos. De un lado, quienes huían con nenes en brazos y, del otro, quienes confrontaban con la policía. Algunos intentaban explicarle a las fuerzas de seguridad desde dónde habían viajado para estar ahí. "Siempre lo mismo", repetían en medio de las corridas. Miles de personas acostumbradas a los palazos de la policía.
Mientras tanto, el gabinete nacional responsabilizaba a la Ciudad por el operativo de seguridad que Nación había asumido. A la par, la televisión enfocaba los impactos de las balas de goma en las piernas de tres jóvenes. Y sin embargo, represión mediante, con el féretro fuera de Casa Rosada y el velatorio finalizado, nadie se mueve del lugar. La despedida no terminó. Nadie sabe cuándo terminará. Un adiós interminable.