En octubre del 2001, el entonces presidente De la Rúa se reunió con los miembros del Consejo Empresario Argentino (CEA) para garantizarles que no devaluaría el peso y repetirles la letanía de “unir esfuerzos” para sacar al país de la prolongada recesión. 

Apenas dos meses después, De la Rúa huía de la Casa de Gobierno en un helicóptero dejando un saldo de 39 muertos. El CEA no sobrevivió mucho tiempo más ya que se disolvió en 2002 para crear la Asociación Empresaria Argentina (AEA), el nuevo instrumento de lobby empresarial.

Varios años después, De la Rúa seguía vanagloriándose de no haber devaluado. Había dejado un país incendiado, pero no había tomado la única decisión que no estaba dispuesto a tomar: terminar con la Convertibilidad. 

Terminar con el cepo y desregular por completo la compra de dólares fue una de las pocas promesas de campaña que Mauricio Macri cumplió. La deuda exponencial para alimentar esa compra y la creciente fuga no pareció preocupar a nuestros economistas serios e incluso el versátil diputado Diego Bossio declaró que “se sacaba el sombrero” por la forma en que se había logrado terminar con aquel cepo tan odiado.

En enero del 2018, en plena euforia postelectoral del mejor equipo de los últimos 50 kalpas, el Banco Central anunció que, a partir de marzo, “los súper, kioscos y hasta las remiserías podrán vender dólares”. El dólar había dejado de ser un problema en nuestro país. Recordemos que en aquella época lejana cotizaba menos de $20 y hoy supera los $40. En el medio pasaron cosas: Macri tercerizó la política económica en el FMI.

Apenas vació el locker su predecesor, el efímero Toto de la Champions, el nuevo titular del Banco Central Guido Sandleris declaró: "Vamos a estar evitando que haya pesos sueltos dando vuelta en la economía que puedan alimentar la demanda de dólares y así veremos caer la tasa de inflación". Según el nuevo humorista del Banco Central, la presión sobre el dólar la ejercen quienes tienen “pesos sueltos” y no los grandes jugadores financieros, inmunes a esta nueva restricción. Por otro lado, al haber menos pesos para comprar divisas accesoriamente faltarán pesos para comprar pan, leche, remedios o zapatillas. Quienes no hayan tomado la precaución de nacer millonarios o contar con un patrimonio en dólares, como la plana mayor del gobierno, deberán afrontar una economía con inflación creciente y tarifas dolarizadas con menos pesos en el bolsillo.  

Siguiendo los pasos de su predecesor de la primera Alianza, el presidente repite como un mantra que debemos unir esfuerzos y que no existe la posibilidad de llegar a un default. La ampliación del préstamo del FMI apunta a eso: garantizar el pago de los crecientes intereses de la deuda. Pero del mismo modo que De la Rúa se negaba a salir de un sistema que llevaba al país al incendio, Macri no está dispuesto a regular el mercado cambiario. 

Para no poner regulaciones a la compra de dólares, lo que perjudicaría a los más ricos; el mejor equipo limita los pesos, lo que perjudica a los más pobres. 

No erraron las políticas, volvió a fallar la realidad.