Por Franco Casaretto

fcasaretto@elcanciller.com

Roberto Piazza (63), nació en Santa Fe bajo el nombre de Roberto Mario Victorio Pezzone Piazza Foradini. Es uno de los diseñadores de moda más importantes de la historia argentina: según él mismo, es “el Messi de la moda”. Activo participante de la vida cultural y política del país a lo largo de las décadas, Piazza siempre interviene en los debates que se dan en la arena pública, con posturas polémicas o incómodas.

En 2011, estuvo en boca de todos al ser el impulsor de lo que luego se popularizó como “Ley Piazza”: una reforma del artículo 63 del Código Penal, que establece que los plazos para la proscripción de los delitos de abuso sexual empiezan a computarse desde la mayoría de edad del denunciante

Cabe aclarar, hoy que el tema vuelve a estar en el centro de la discusión pública por los casos de Marcelo Corazza y Jey Mammón, que el diálogo entre EL CANCILLER y Piazza en la casa del diseñador reproducido a continuación tuvo lugar antes de que estallaran dichos escándalos.

Un diputado a la moda

¿Tenés un candidato para las elecciones?

Yo soy muy amigo de Patricia Bullrich.

¿Significa que sea tu candidata?

No, no significa que sea mi candidata, por ahora. Estoy analizando. Estuve con ella, me llamó Milei…No él, uno del equipo. Para que sea diputado de primera línea junto a Burlando. Y le dije que sí.

¿Por la provincia de Buenos Aires?

Claro. Le dije que sí, a costa de pelearme con mi pareja a muerte porque mi pareja no quiere que me meta en todo esto porque yo soy un guerrillero hijo de puta. Soy capaz de matarte si me decís algo que no te gusta. No le di pelota. Después hablé con mis asesores otra vez, me dijeron que estaba loco…Después me enteré que Burlando, que es mi amigo…no mi amigo, amigote, de años y años y años…copado el tipo, pero es peronista. Y Milei lo que está haciendo es rejuntando grupos de peronistas, liberales, gente que está perdida, izquierda, derecha, para unir todo. Porque no tiene un grupo de liberales, tiene mucha pendejada, pero la pendejada no sabe ni lavarse el culo…¿Qué me van a hablar de amor? Si tenés veinte años. No, no, no, pará, pará, pará…

En ese momento, toca timbre el joyero de Piazza y Roberto se levanta para recibirlo antes de volver a la nota.

Estábamos con Milei, vos decías que el amor de los jóvenes…

Claro, la juventud lo apoya. Vos ves un pendejo de 20, 23 años que dice “a mí me encanta”. Vos le hablás a un pendejo de 23 años de libertades y te dice “sí, sí, sí”. Pero la libertad es una cosa y el libertinaje absurdo es otra. Yo soy totalmente libre. Es más, con mi pareja hacemos una vida liberal. Pero ojo, no el libertinaje absurdo. Esta ley que quiere sacar Milei de que el que quiere estudiar estudie y el que no quiere estudiar no estudie es un absurdo.

“Milei no tiene un grupo de liberales, tiene mucha pendejada”.

No, eso es una estupidez.

Y de eso hay un montón de pelotudeces que dijo atrás. Aparte ya lo ves y decís “a mí me da un poco de miedo que un tipo con esos ojos así y los pelos tipo Beethoven me gobierne, me parece que estoy en el manicomio". No me cierra mucho. 

"Milei no me cierra".

¿Gana juntos por el cambio?

¿Cuál de todos? 

Eso te iba a preguntar, ¿por qué hay una grieta dentro de Juntos?

No sé. A mí Larreta no me convence. Vidal me gusta pero me parece un poquito blanda. Acá se precisa una mano dura, pero dura de verdad. Los militares no, no hablo de eso porque yo lo viví y no. La gente no se acuerda de eso. Tengo un montón de amigos desaparecidos, me cagaron a trompadas un montón de veces. Fui preso y todo. No me mataron de pedo. ¿Sabés por qué no me mataron a mí en Santa Fe? Porque mi primo era jefe de la SIDE, y era paramilitar. Y era torturador. Mi primo. Que llevaba mi apellido. Después murió, le volaron la casa con dinamita. Era un caos. Por eso nunca me tocó nadie. Cuando hice la Colimba era milico, de marinería, de infantería marina, y por eso no me podía tocar ni la policía ni nadie nadie. Pero estaba en el medio de la mierda de Astiz. Le juré la bandera a Massera, tengo la foto. 

El diseñador que se codeó con los políticos

¿Alguna vez te negaste a hacer un vestido?

Muchas veces me negué a hacerle ropa a toda la familia Menem. Políticos, nunca vestí a ninguno. Cuando vestí, me cagaron. Todas las aristas, sobre todo los peronistas. O los menemistas, que son ramas diferentes. Iguales, pero diferentes. Nacidas de Perón y Evita. Los menemistas eran la mugre más grande del mundo, muy similar a la mugre que hay ahora. Esta es una mugre sarnosa, lo otro era mugre. Por lo menos se vivía de otra manera, había champagne y pizza. Ahora no hay ni champagne, ni pizza, ni harina, ni leche, ni agua, ni polenta. Hay luz de pedo. El otro día se cortó también. Pero nunca paré de trabajar. Nunca. He comido faisán trufado, he comido arroz hervido relleno y no he comido. Pero yo nunca dejé de trabajar. Nunca paré en mi vida. En 47 años de carrera, nunca me detuve, aunque me haya ido malísimamente mal. Nunca.

“En el menemismo, por lo menos, se vivía de otra manera, había pizza con champagne. Hoy, hay luz de pedo”.

¿Le harías un vestido a Cristina? 

¡Ni en pedo! Yo fui conocido de ella. Cuando militaba por el matrimonio igualitario, que fui el primero en casarme en Argentina. Yo milité con la Cha y la LGTBL, que no me llevé muy bien. Yo no pertenezco a ninguna agrupación, yo soy revoltón, punto. Primero soy Roberto, después puto. Yo estuve con ella hasta que se hizo la Ley Piazza. Cuando se firmó la Ley Piazza, que ella la tenía que firmar, porque ella era la Presidenta, ¿sabés lo que hizo? Me citó a mí, con mis abogados, apolíticos totalmente, en la Quinta de Olivos. Y llamó a toda la prensa. Entonces, ella riéndose, firmando la ley…

Muy viva.

Claro. “Cristina Fernández de Kirchner aprobó la Ley Piazza”. ¡No aprobó un carajo, pelotuda! ¿Qué te pasó? La ley la aprobaron los senadores y los diputados. Ella no aprueba leyes, ella firma la ley que aprobaron los senadores y los diputados.

Una foto con Massera.

Donde todo empezó

¿En qué momento de tu vida nace la pasión por la moda?

El primer recuerdo es cuando yo tenía seis años o menos. Mi vieja tenía un atelier en mi casa en Santa Fe capital, Santa Fe de la Veracruz, como se le dice realmente. Tenía en el fondo de la casa una habitación gigante donde tenía el taller y yo tenía un sillón enorme donde tomaba la mamadera. Era el menor de la familia, el que siempre molesta, mi vieja me tuvo a los 36. Ahí tenía cuarenta y algo y cosía. Yo rompía las pelotas y ella decía “¿dónde lo ponemos?”. Y yo veía a las mujeres caminando por el taller con el taco aguja y las polleras. Miraba los sombreros, las telas. Creo que el virus se me metió ahí. Veía mujeres espectaculares, vestidos espectaculares. Mi vieja siempre se dedicó a hacer ropa de fiesta. Era realmente espectacular de bella y elegante. Después fue más grande y la belleza se va perdiendo y se transforma en otra belleza distinta. Pero de joven era increíble. Una bestia de bella. Vestía siempre muy sofisticada, le encantaba. Yo miraba todo lo que tenía y le revisaba todas las cosas. Tenía secretaire, que ahora nadie sabe lo que es. Era una especie de puertita secreta en el ropero donde guardás joyas, recuerdos, perlas y todo lo valioso. Yo le abría el secreatire cuando ella no estaba y le sacaba todo. Le miraba las perlas, las joyas y todo eso. Con el tiempo me fui metiendo en lo que era ver la elegancia femenina. Me gustaba mucho. A los 15 años necesitaba plata porque mi viejo no me daba un mango, me debía odiar por ser gay o atisbo de gay.  No sé cómo se daba cuenta, era tan endogámico y machista que se daba cuenta de que yo me tiraba más a los hombres que a las mujeres. Más que estaba con mi vieja todos los días. 

Yo vivía en un universo femenino. Con mi abuela, que también era una vieja tipo Margaret Thatcher, siempre presentada con el pelo, recta, pero divina. Con la única persona con la que se llevaba bien era conmigo. Porque yo soy más bravo que ella. Era ariana, la vieja. Yo siempre fui jodido de carácter, desde chiquito. Conmigo se llevaba bien porque la puteaba y se terminaba la discusión ahí. 

Bueno, le dije a mi vieja si me cortaba un vestido, una túnica que yo le había visto en una revista Para Tí de la época, año 1975. 16 de junio del 75, creo. Me acuerdo perfecto de todo. Me dijo: “Andá al turco de la esquina y comprá tres metros de lienzo, que lo anote en la libreta y te la corto”. Me la cortó y yo me fui a una librería muy famosa en Santa Fe y compré un libro de teñido decorativo de nudos sudati africano, que es lo que se usa ahora. Para mí no es nada nuevo, para mí nada es nuevo. Yo hice todo. Todo lo que hay, se renueva. Se recrea, está todo creado. Todo lo que hay se recrea. Lo último que se creó fue el nylon, el poliéster. Después no se creó más nada. Bueno, me compré el libro y estudié cómo se hacía el decorativo y me mandé una cosa tan extraña que quedó espantosa. Pero quedó tan espantosa que después yo, como soy un delirante y me gusta la tintura, compré tintura para telas y empecé a hacerle algas negras, negras sobre grises y cosas así. Después de mucho laburo quedó un cuadro de Picasso. Quedó divino, todo negro y gris. Rarísimo para verano el negro y el gris, pero bueno, era raro. Quedó una cosa abstracta, como algas. Se lo vendí a mi cuñada, que tenía un lomazo. En esa época, los 70, se usaba mucho algo que era el “hippismo de lujo”. Se usaba para ir a la playa. Santa Fe es una ciudad playera. Marta, se llamaba. Se ponía la bikini, se ponía eso arriba, se tomaba el colectivo y se iba a la playa. Con un sombrero. Se sacaba la túnica, tomaba sol toda la tarde y después se venía con eso. Si no, se usaba para ir a una disco, matiné o lo que sea. Con collares de piedras y cosas así. La plata que había ganado la reinvertí e hice 3 más, 6 más, y vendía a profesoras, amigas mías. Les vendía camisolas. A los 30 días fabriqué como 20 y armé un desfile en mi casa.