Moderando al capital
En el tablero de prioridades de la economía, Alberto Fernández sigue especialmente tres temas: 1) deuda, 2) tasa de interés, y 3) inflación/salarios.
Sobre el primer punto, hubo celebración esta semana en la Casa Rosada. El FMI emitió una declaración después de la visita de su equipo técnico a la Argentina y cumplió con los deseos del Gobierno. Dijo que la deuda “no es sostenible” y que los bonistas deberían contribuir con una quita “apreciable”. Con ironía, en algunos despachos circuló el chiste “Kristalina apoya más que Cristina”.
Ese espaldarazo en el medio de la negociación da oxígeno a Fernández pero la duda es cuánta ascendencia tiene el Fondo sobre los acreedores privados, con lo cual, el resultado es a final abierto.
El segundo objetivo que monitorea con atención el Presidente es la evolución de la tasa de interés. Durante su mandato, Mauricio Macri suscribió a rajatabla la receta de subir la tasa para domar la inflación, medida que extendida en el tiempo terminó por matar la actividad.
Con ironía, en algunos despachos circuló el chiste “Kristalina apoya más que Cristina”.
El actual director del Banco Central, Miguel Pesce, asumió con una tasa de referencia por encima de 60% y en dos meses la bajó 23 puntos. El jueves puso en vigencia un nuevo recorte hasta dejar el rendimiento de las Leliq en 40%. Obviamente esta política es un guiño a la producción y al consumo, y va en línea con la intención discursiva de poner al país “de pie”.
“La decisión fue adoptada en base a la desaceleración registrada en la inflación y las perspectivas de continuidad de dicha tendencia”, sostuvo en Banco Central en el comunicado. La discusión entre los economistas y analistas es si esta medida es apresurada, en especial, teniendo en cuenta que hay dólar quieto por el cepo y tarifas congeladas.
La dinámica de los precios da pie al tercer punto en el ranking de prioridades, que copa la escena al ritmo con que avanzan las conversaciones con gremios y empresarios.
Alberto repite a todo interlocutor con el que hable que hay que cortar con la inercia inflacionaria, esto es, “desindexar la economía”. La CGT aceptó mansa que ya no se usará la “cláusula gatillo”, un invento de la gestión anterior para que los ingresos estén atados al índice de precios del Indec.
La Casa Rosada presiona para que haya subas fijas de aumento para el primer semestre y, en todo caso, volver a revisar el formato de aumento para el segundo. “Si el monto es alto, no importa tanto que no sea un porcentaje. Y se pueden dar otros incentivos, depende del sector”, apunta un sindicalista de diálogo fluido con Alberto y Cristina.
De eso se habló el jueves, cuando por la Casa de Gobierno desfilaron gremialistas, como Héctor Daer, Carlos Acuña, Antonio Caló, José Luis Lingeri, Andrés Rodríguez y Armando Cavalieri. Del lado empresarial, trajinaron los pasillos Miguel Acevedo, Luis Betnaza, Daniel Funes de Rioja, y Adrián Kaufmann.
Un test del plan salarial ideado por el Gobierno está por materializarse con la paritaria del sindicato de Comercio, el más importante, con más de 1.200.000 empleados. Si bien Cavalieri suele ser oficialista sin importar el color político, esta vez además vale su amistad con Gustavo Béliz a la hora de ser “prudente”.
Así, está por dar luz verde a un mecanismo de sumas fijas. También contempla un incremento para terminar de cerrar el acuerdo salarial abril 2019-marzo 2020. Aseguran que redondearía un aumento interanual de 52%, dato que le será enrostrado a Hugo Moyano, que se cortó solo y terminó logrando un 49% por 12 meses.
Hay cierto consenso de que si el Gobierno se maneja de forma inteligente podría llevar a adelante su meta salarial. “La sopa caliente se toma de los bordes”, sostiene un dirigente del PJ, para graficar que debería arrancar la fila de negociaciones por los afines y dejar para el final a los díscolos, como el gastronómico Luis Barrionuevo.
La Casa Rosada presiona para que haya subas fijas de aumento para el primer semestre y, en todo caso, volver a revisar el formato de aumento para el segundo.
“Moderando al capital” podría ser la reversión de una estrofa de la marcha peronista. El Gobierno avanza en su idea de explorar un consenso con empresarios y sindicalistas, en el que los hombres de negocios también obtienen lo suyo.
Suba cautelosa de salarios, renegociación de la deuda, baja de la tasa de interés y promesas de reformas estructurales, son música para sus oídos.
Tal vez por eso y con el fin de evitar un cortocircuito interno con el kirchnerismo duro, Fernández debió desmentir o mandar a hacerlo a dos de los funcionarios que más y mejor lo conocen. Por un lado, así como Claudio Moroni, ministro de Trabajo, abrió la puerta para discutir la edad jubilatoria, debió cerrarla y clausurar cualquier debate.
Algo similar le pasó al jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, cuando el jueves contó que el Gobierno trabaja en nuevos cuadros tarifarios para aplicar a partir de junio, enfocado en sectores que “puedan soportar” aumentos. La declaración rápidamente logró impacto porque confirmaba el fin del congelamiento de los servicios de electricidad y gas.
A la mañana siguiente, bien temprano, el Presidente pidió ser entrevistado en una radio sólo para desmentir a uno de sus hombres de mayor confianza. Cafiero había dado información correcta, pero al decirlo había fallado en el sentido de la oportunidad.