-Si esto se va a la mierda, también los arrastra a ustedes.

 

El mensaje de un enviado de Mauricio Macri a Miguel Ángel Pichetto, en los últimos días, no sólo no fue demasiado amigable. Fue, además, el comienzo de una charla en la que -se suponía- el oficialismo buscaba recomponer vínculos con la oposición, después del veto presidencial a la ley antitarifazo y en medio de una violenta devaluación que todavía no termina.  

El vaticinio ilustra los límites que enfrenta hoy la sociedad que facilitó la gobernabilidad en los dos primeros años de la aventura de Cambiemos en el poder. Mientras el Presidente y su equipo reclaman colaboración en la etapa más difícil de su mandato, Pichetto y el dialoguismo responden ya es tarde y ya hicimos demasiado. Pero sobre todo, el tono del intercambio entre macrismo y peronismo muestra la mirada descarnada que tienen en la intimidad los miembros de la mesa chica de la política oficialista. Con el abismo como posibilidad concreta y cierta. Así nombran el presente puertas adentro los que, como Horacio Rodríguez Larreta, discrepan con el loop del “vamos bien” que proyectan Macri y Marcos Peña cada vez que hablan.

Mientras el Presidente reclama colaboración en la etapa más difícil de su mandato, Pichetto y el dialoguismo responden ya es tarde y ya hicimos demasiado.

La advertencia del gobierno al PJ insiste en que un fracaso de Cambiemos en el poder sólo puede beneficiar al kirchnerismo y facilitar un regreso al pasado. Pero funciona cada vez menos en una oposición que ensaya distintas alternativas con un objetivo único: volver al gobierno el año que viene.

Aunque el jefe de los senadores del PJ está siempre dispuesto a colaborar, reclama cambios de fondo -igual que el Círculo Rojo- y no alteraciones menores en las segundas líneas. El reemplazo de Federico Sturzenegger por Luis Caputo busca, por ahora sin éxito, aplacar a los mercados, pero ratifica a un gobierno encerrado sobre los mismos nombres y estrategias. El ex funcionario de Cavallo tenía una legión de enemigos internos entre los que no sólo estaban Peña y Quintana sino también el alcalde porteño. Los nombres de Javier Iguacel y Dante Sica son parte de una concesión presidencial ante el clamor del radicalismo contra Juan José Aranguren y de la UIA contra Francisco Cabrera. Pero los nuevos ministros ingresan en un gobierno que atraviesa su peor momento, condicionado por la desconfianza, el dólar, la inflación, el ajuste y una economía que desciende desde el bajo crecimiento a la cruda recesión, víctima de las políticas oficiales.

No es un secreto. Pichetto suele señalar desde el Congreso a Peña y Jaime Durán Barba como artífices de un peligroso y sistemático ataque a la política. Los reflectores que apuntan al jefe de Gabinete, después de su llamativo rol de canciller en Cuba y Gran Bretaña, son apagados enseguida desde el oficialismo. “Marcos es inamovible”, fue la respuesta que recibió el senador cuando arrancó con las críticas al principal funcionario de Macri. El primer ministro de Cambiemos tiene un rol fundamental y, los que conocen la esencia amarilla, dicen que el Presidente no se imagina sin su disco rígido. Peor que eso: no encuentra con quién reemplazarlo. En un elenco de gobierno que suele negar hoy lo que sucede mañana, nada puede descartarse. Pero una renuncia de Peña, como sugieren incluso en la City, sería mucho más que un fusible que se cambia. Sería la admisión tardía de que el fracaso nace desde la cabeza del proyecto del macrismo, con un margen escaso para reinventar -antes de las elecciones- un diseño que hasta hace no tanto era exitoso.

Una renuncia de Peña sería la admisión tardía de que el fracaso nace desde la cabeza del proyecto del macrismo.

El ala política del macrismo sólo parece coincidir en un punto con el peronismo. Ve la necesidad -aunque no la forma- de bajar la tasa de interés para reactivar la economía. 2019 y la crisis ensanchan las diferencias. Lo advirtió el propio Macri en la charla con un gobernador peronista en las últimas semanas, cuando reclamó apoyo y se topó con una respuesta cortante, que hace rato no escuchaba: “Ustedes no entienden la política”. Pichetto notó algo similar en el Presidente la última vez que lo vio, hace un mes, con senadores del oficialismo y la oposición. Según dice a su entorno, lo descubrió ausente, sin participación, como si no precisara del acuerdo o, directamente, se desligara de la realidad. A 15 meses de las elecciones, el diagnóstico del PJ moderado es por demás crudo y también vislumbran que todo puede irse a la mierda. No les preocupa tanto ser arrastrados por una eclosión sino comprobar que el peronismo no alcanza hoy a conformar un polo de poder como el que supo expresar, con una base territorial sólida y en condiciones de ser la alternativa que hace falta, en el momento preciso.