Ella siempre está (y se nota mucho)
La vicepresidenta se concentra en la "fase pospandemia" del Gobierno. Reforma judicial, reuniones con movimientos sociales y ensayo de reconciliación con el campo.
El acuerdo de Martín Guzmán fue el primer acierto político del Gobierno después de meses en los que sólo se permitió planificar en clave sanitaria. Hacia adentro se sintió como la reivindicación de todo el gabinete, centro de las críticas de la “falta de volumen político” de la gestión. En los aplausos de Santiago Cafiero se filtró una cierta revancha. Justo cuando el jefe de Gabinete empezó a descorchar el plan pospandemia, apareció Cristina Kirchner para arruinar la luna de miel con Horacio Rodríguez Larreta. La demanda a Google y su necesidad de destrozar a los jueces cómplices del “impune” de Mauricio Macri condecoraron la semana de jolgorio. Entre irrupciones estridentes y desapariciones programadas, la vice no engaña con su bajo perfil: ella siempre está.
¿Para qué reincidir contra Clarín, si puede avanzar contra Google? La verdadera demanda de Cristina es ir por más. Si hay resarcimiento, donará el dinero al Hospital de Niños de La Plata. Si no lo hay, tampoco habrá pérdida, porque queda instalada su defensa para que “ningún argentino” sea víctima de una difamación semejante. En la Argentina donde el amor vence al odio, la vice estrenó una muletilla para bendecir a los propios pero, sobre todo, para señalar a los adversarios. “Axel tiene razón”, “Wado tiene razón”. El metamensaje es que se le acaba la paciencia con el amigo Larreta. Porque para Cristina, Alberto no tiene razón: no existe un Cambiemos “racional” que colabora y un “ala dura” que la quiere presa. Ella tiene claro que Larreta no va a romper con Macri. Para ella, enfrente, están los mismos de siempre.
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Esta misma semana empezó a debatirse en el Congreso la reforma judicial, el tema más importante para Cristina pero también para el Presidente. Su reforma, el proyecto en el que no puede fallar. Enseguida ella marcó la cancha para anticipar que no habrá una ley “consensuada” con la oposición. El debate generará rispideces internas y ya tuvo su preaviso con la ausencia de Vilma Ibarra y Gustavo Béliz el día de la presentación en la Casa Rosada. Ya sea por disgusto ante las concesiones a Cristina o para no generar un mensaje que la provoque -ambas versiones circularon- lo cierto es que ninguno de los dos pilares de Alberto decidió participar. En esa disputa se meterá también Sergio Massa, que surge como contrapeso de la vice e intenta recuperar la agenda propia al remarcar que la Corte está bien como está. De paso aclara que la inseguridad no es una sensación y se destaca como un actor clave en el arreglo con los buitres, algo que genera roces con la mesa chica de Alberto.
Esta semana, todavía en el pico de casos de coronavirus, quedará formalmente inaugurada la “fase pospandemia” del Gobierno. Así lo ve Cristina, que se reúne con movimientos sociales y ensaya su propia reconciliación con “el campo” al recibir a la conducción del Consejo Agroindustrial, una mesa que incluye a todos los actores de peso salvo a la Sociedad Rural. El Presidente se mostrará activo con el lanzamiento de nuevas medidas y hoy Cafiero lanzará los “gabinetes temáticos diarios”, basados en la experiencia -según él, positiva- que tuvieron las reuniones del gabinete económico. En ese contexto, la juventud “albertista” -que reniega de su denominación por orden de arriba- organizó el sábado un plenario pero todavía no termina de nacer.
Los diferentes estilos de construcción política entre Cristina y Alberto están presentes desde la campaña, cuando fueron pensados como un complemento ideal. Consciente de sus debilidades, ella supo antes que nadie que le sería imposible reeditar algo similar al ciclo que se acabó en 2011. Por eso empoderó a Alberto como la pieza fundamental de su estrategia de real politik: Cristina como contención de los propios, Alberto con la misión de ampliar. ¿Pero qué pasa si la contención de Cristina se basa justamente en exacerbar la polarización? ¿Eso no dinamita lo que Alberto pueda sumar?
Todos los éxitos de la vice se anclaron en la grieta, mientras que los logros que pudo acumular el Presidente en un contexto complejo fueron de posgrieta. Desde el primer consenso social en el inicio de la cuarentena hasta el acuerdo de Guzmán que celebró hasta Toto Caputo. Las distintas miradas entre el “cristinismo” y el “albertismo” no se traducen hoy en una interna desalmada, pero generan incertidumbre de cara a lo que viene. La coalición difícilmente pueda seguir ampliándose, por lo que la duda es si tenderá o no a radicalizarse. Más allá de la relación tóxica con la oposición -que alternará momentos de paz y de caos- el debate volverá a centrarse en el escenario del 9 de Julio. Como en el juego de las sillas, cuando frene la música de los festejos, habrá que ver qué actores consiguen un lugar para sentarse a trabajar en el futuro de la Argentina. Un tema cuya única respuesta hasta ahora fue la fuga hacia adelante, pero que con la fase pospandemia se vuelve inevitable discutir.