Una noche de agosto de 2016, Mauricio Macri sorprendió con un llamado a María Eugenia Vidal. Buscaba darle ánimo ante la primera caída fuerte de su imagen después del tarifazo en la Provincia. Como tranquilizante, recurrió a la metáfora del bambú. “Se trata del árbol más sabio -le explicó- porque durante los primeros años crece hacia abajo y expande sus raíces hasta lo más profundo, aunque nadie lo perciba. Después aparece de golpe y no se detiene ni aunque intenten cortarlo”.

La dudosa veracidad del tono y el contenido de aquel llamado de madrugada no atentan contra lo importante: Vidal lo contó de ese modo a la prensa y a la mesa bonaerense de Cambiemos en lo que fue, un mes más tarde, el lanzamiento de su campaña de cara a las legislativas de 2017. "Nosotros somos la semilla del bambú", arengó varias veces la entonces gobernadora. Un relato motivacional sobre la construcción paciente, en el que también sobrevolaba un mensaje más profundo: el buen manejo de los tiempos es indispensable para un proyecto a largo plazo.

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Apurado por retomar la agenda que le aplastó la pandemia, Alberto Fernández lanzó esta semana la reforma judicial. Decidió retomar el debate político con uno de los proyectos centrales que tenía en mente para su presidencia. Sin sorpresas, igual abrió la discusión: ¿es el momento apropiado para ir a la carga contra Comodoro Py?  Puede que estén en lo cierto quienes insisten en que nunca será buen timing para abrir un frente contra el “poder real”, pero también lo están quienes cuestionan la elección de un debate casi inaccesible para el “ciudadano de a pie” como intento de salir de la agenda del coronavirus. Con esta decisión, el Presidente eligió cerrar filas hacia adentro y avanzar con un proyecto con el que sueña hace años y -a diferencia de Vicentin- con el que sabe que no tiene margen de error.

Larreta y la mayoría silenciosa

Macri eligió el peor momento de la pandemia en la Argentina para irse de gira a Europa. El ex Presidente desafía al Gobierno desde el país de la “libertad” que acumula más de 30 mil muertos por coronavirus. Cada vez que habla, deja atrás la versión de líder moderado y republicano que quiso vender en la lejana campaña obamista. Macri se dirige hoy al votante que goza de sus burlas a la cuarentena y al que comparte su concepción neoliberal de la libertad. En París, Macri es “libre” sólo porque sabe que podrá comprar un respirador si lo necesita. Su libertad prescinde de una cuarentena estricta que le de margen al Estado para fortalecer el sistema sanitario. ¿Qué pasa con el votante de Cambiemos que hoy está sumergido en una pesadilla y no puede imitar los lujos del ex Presidente ni empatizar con su mensaje? ¿Quién capitaliza ese abandono?

Tal vez el mayor beneficiado en la interna del PRO sea Horacio Rodríguez Larreta, que hoy encuentra en Macri el mayor obstáculo para su proyecto personal. Dos años atrás, cuando se vislumbraba una interna aún precoz en Cambiemos, Ignacio Fidanza describía a Larreta como el tercer cerdito de la fábula. Aquel del que todos se burlaban mientras construía una casa de ladrillo. El que se ubicaba en el lugar de lo sólido y el resguardo. La analogía cobra otro valor hoy, mientras Macri se escapa recostado en su núcleo duro y Alberto hace malabares para que los desniveles y el viento no destruyan su propia construcción. El Frente de Todos, que se consolidó como una promesa de superar la grieta, vive los momentos más difíciles con una oposición que -desde su ala dura- vuelve a forzar la polarización brutal.

Larreta y la mayoría silenciosa

¿Cómo se para Larreta en medio de esa lógica que promueve su propio partido? Intentando no confrontar con ninguno de esos espacios. Con su capacidad de esponja, incorpora conceptos de ambos y satisface a una amplia mayoría que lo aprueba en silencio. Quienes todavía fantasean con un momento cinematográfico de ruptura con Macri o una pelea voraz con el Gobierno, probablemente se queden con las ganas.

Ante el berrinche, Larreta reacciona con su mejor arma: la cara de póker de un hombre dedicado a la gestión. Pero su moderación tiene un desafío complejo, porque Larreta se apoya en un espacio que acumuló victorias siempre a partir de la grieta y llegó a las ligas nacionales desde la proyección de la Ciudad como modelo de una Argentina posible que derivó en fracaso. Otro tipo de propuesta hoy es incierta y tiene a 2021 como prueba de fuego. Pero que el crecimiento de Larreta no tome a nadie por sorpresa: desde hace años que riega su bambú.