Cuarentena "administrada": manejo de expectativas, clase media y el factor Cristina
En el Gobierno imaginan el futuro como una larga carrera de postas. La próxima “entrega de testimonio” –en la jerga del atletismo- es el 26 de abril, pero a esa le seguirá otra y, luego, otra. El aislamiento obligatorio, con matices, puede durar cuatro o cinco meses, según admiten funcionarios, gobernadores e intendentes que participan en las reuniones de Olivos.
Después de tres semanas de confinamiento, Alberto Fernández puso en marcha una nueva etapa a la que denomina la “cuarentena administrada”.
El Presidente incluso mencionó la frase en su anuncio del viernes, en el que buscó inyectar una mirada de optimismo, para finalmente decir que todo seguiría igual.
Aunque parezca un aspecto superficial, en la Casa Rosada dan relevancia a la comunicación de cada paso. No es lo mismo la fuerza de autoridad del primer decretazo que instauraba el aislamiento por once días, que las sucesivas prórrogas. La lógica es la siguiente: Alberto no tiene sólo que ordenar, sino también persuadir.
Eso explica la puesta en escena en la sala de conferencias de la quinta presidencial, con Fernández de pie al lado de una pantalla mostrando números de un Power Point, para sostener que la estrategia sanitaria es exitosa. Y los comentarios sobre posibles “alivios”: desde permitir la reapertura de ciertos rubros hasta dar rienda suelta a los runners, cuando nada de eso está definido.
El desafío que se presenta es cómo generar expectativa cuando el país y el mundo se caen a pedazos. Por eso, mostró zanahorias cerca de la meta, con el objetivo de causar la sensación de que falta menos, cuando falta más.
Alberto no tiene sólo que ordenar, sino también persuadir.
La “administración” del aislamiento será pragmática, y se irá imponiendo más en los hechos que en un sustento legal. Por ejemplo: ya es una realidad la “cuarentena comunitaria”. Hay barrios humildes, donde las familias viven hacinadas, que están cercados: nadie puede entrar ni salir. Se armó un esquema de contención, monitoreado por los municipios, y el experimento funciona bien en lugares que no están tomados por grupos narcos ni la delincuencia. La situación en más picante en distritos como La Matanza y Lomas de Zamora.
“El tema social viene aguantando bastante bien”, confiesa un intendente del PJ. El virus todavía no penetró en villas y asentamientos, ni en barrios populares. Los jefes comunales creen que mientras no haya un espiral de contagio que provoque una estampida por pánico a guardias y hospitales, no habría mayores desbordes.
El Presidente prometió envío de fondos a municipios del conurbano para hacer frente a gastos corrientes: nóminas salariales, recolección de residuos, compensación por médicos que son monotributistas, adicional de policías. La pregunta es por cuántos meses necesitarán auxilio para afrontar estos compromisos, ante la caída a más de la mitad de la recaudación.
También está la promesa de poner 100 mil millones a la obra pública, primera rueda de la economía que comenzará a girar.
“El turno ahora tiene que tocarle a la clase media”, apunta un dirigente del oficialismo. Es la cuenta pendiente: un alivio para independientes, cuentapropistas y aquellos trabajadores que no cuentan con ingresos. El reloj deteriora la situación incluso de los que tienen un colchoncito para hacer frente a la desgracia.
Es cierto, a la vez, que es un sector que usualmente no genera estallidos más allá de una protesta en los balcones. Y, como dicen lacónicos en la provincia, “en el conurbano no hay cacerolas”.
Si bien en el Gobierno hay distintas carpetas bajo análisis, primero tienen que instrumentar las medidas que se anunciaron. Los planes de auxilio a pymes no están aceitados y exhiben impericia por parte del equipo económico.
La alianza gobernante intenta reponerse de una semana agitada. El escándalo por la compra de alimentos con sobreprecios se zanjó políticamente con la purga de 15 funcionarios de segunda línea. El Ministerio de Desarrollo Social es la más representativa foto del Frente de Todos: allí conviven todas las bandas. Fernández lo autorizó a Daniel Arroyo a colocar a gente de su confianza, pero persisten las divisiones internas.
Cristina Kirchner sigue en un planificado segundo plano. Una decisión propia que coincide con la conveniencia de Fernández.
No volvió a hacer una ronda de llamado a intendentes, como lo había hecho hace dos semanas. Esa fue apenas una señal, para hacer trascender que estaba presente, sobre todo en su territorio, el bonaerense. Máximo Kirchner es su delegado en Olivos, pero su rol es más acotado de lo que se dice.
La única de la familia que levantó el perfil es Florencia, que relata en su cuenta de Instagram su oscuro camino para salir de la depresión. Como su madre, tampoco hace referencias a la coyuntura de la pandemia y su proceso de apertura está por ahora enfocado en lo personal.
Axel Kicillof sigue piloteando solo en el frente de tormenta, aunque con el invalorable respaldo de la vicepresidenta. Molesta en el peronismo que a veces no se ajuste a la estrategia nacional que marca el Presidente. El vínculo de ayuda económica a la provincia no pasa por él, sino que va directo de Nación a los municipios.
Poco se sabe del encuentro entre Alberto y Cristina, sobre el que hay trascendidos cruzados. En el medio de la debacle, en el Gobierno esperan que el Covid-19 no altere la relación más sensible del sistema político.