Una semana infernal, como las de siempre
En los años de chavismo se ha acuñado la frase del Che Guevara que reza que "cuando lo extraordinario se hace cotidiano, estamos en presencia de la revolución", pero la rapidez y la recurrencia con la que ocurren cosas serias y graves en Venezuela hace que se haya llevado hasta el extremo dicha frase y, en cambio, se use para la burla.
En la última semana hubo un alzamiento militar; un aumento del salario del 228,28%, que de todas formas no alcanza para nada; hubo marchas del chavismo y de la oposición, esta última con un saldo de varios muertos y muchos heridos y lesionados; los rusos y los gringos siguieron jugando a la guerrita fría usándonos de tablero de ajedréz; se escapó del arresto domiciliario Leopoldo López, el preso más célebre de Venezuela y fue a refugiarse a una embajada; el Estado Zulia y los estados de la región andina siguieron sufriendo larguísimas horas de racionamiento eléctrico; Guaidó convocó a varias manifestaciones, cada vez con menos éxito, pero con mayor estridencia en las declaraciones; en la frontera con Colombia hay enfrentamientos a tiros entre irregulares colombianos e irregulares venezolanos; y, a pesar de todo eso y muchas cosas más que no mencionamos por cuestiones de tiempo, la vida sigue, todo está "normal" y aquí estamos.
Los venezolanos nos acostumbramos a vivir en la incertidumbre y a convivir con la tragedia. Cuando no es la tragedia cotidiana de pasar penurias económicas y de ver dramas relacionados con el hampa y la violencia, es una tragedia relacionada con la política y con la pugna entre el gobierno nacional y las fuerzas opositoras.
Lo de estos últimos días ha sido una oda al absurdo. Apenas se supo que había un intento de golpe en curso, los venezolanos vimos con escaso asombro como el Presidente de Colombia alentaba a los golpistas y, luego, vimos a Mike Pompeo, Secretario de Estados Unidos, y a John Bolton, Consejero de Seguridad Nacional de ese mismo país, haciendo lo propio, pero a eso ya nos acostumbramos.
Cuando el golpe fracasó y se asemejó más a un show político y a una payasada llena de torpezas y de cálculos erróneos, el Subsecretario de Estado adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental, Elliot Abrams, que no es otra cosa que un funcionario puesto por Trump para fustigar al gobierno de Venezuela, declaró que los miembros de la dirigencia chavista y del alto mando militar que habían accedido a derrocar a Maduro, a última hora habían apagado sus celulares y que por eso el plan había fracasado.
Sí, en serio, algo tan importante y de tanta gravedad como un intento de golpe terminó en eso. Pero la cosa no quedó ahí.
El monstruo de dos cabezas
Como ya se sabe, la voz cantante de la dirigencia opositora es Voluntad Popular, los partidos tradicionales como Acción Democrática y Copei y algunos de los emergentes como Un Nuevo Tiempo y Primero Justicia, a estas alturas están en plano muy menor y cuentan con muy poca cobertura mediática. Voluntad Popular es Leopoldo López y de un par de meses para acá también es Guaidó; pareciera que de ellos depende todo y son los que cuentan con la aprobación y el reconocimiento de ese adefesio que llaman el Grupo de Lima, entre otros.
Sin embargo lo que tiene a buena parte del país expectante, es qué va a pasar con Leopoldo López que a todas estas fue a parar a la Embajada de España en Caracas, previo paso por la Embajada de Chile.
Lo que pareciera ser un error de cálculo, se puede transformar en un trampolín para nuevas aventuras y para nuevas acciones estrafalarias, pues López, aunque pareciera estar entrampado, porque no puede pedir asilo en España debido a que la legislación que rige en esos casos exige que lo haga desde suelo español, sólo puede estar ahí en calidad de huésped.
Para colmo, el Canciller de España, Josep Borrell, anticipó que "España no va a permitir que su embajada se convierta en un centro de activismo político”, así que la actividad del otrora célebre preso se vería seriamente limitada. ¿Qué hizo López entonces? ¿Cambió la comodidad de su casa por las limitaciones propias de vivir en una embajada por un error de cálculo? ¿El próximo paso será fugarse del país? ¿Lo volveremos a ver cualquier madrugada de estas comandando una nueva insurrección?
Para muchos analistas se trata de un personaje de mucha determinación y de un convencido de que el destino le tiene preparada la misión de salvar a Venezuela del chavismo. Pero para otros esta aparición lo que hace es opacar la figura de Juan Guaidó que, aunque es muy cuestionado por sus limitiaciones para comunicar y de dirigirse al país, venía acumulando algo de capital político producto del evidente descontento popular y del expreso reconocimiento de buena parte de la comunidad internacional. Es por ello que las miradas están puestas en lo que haga Voluntad Popular para manejar ese monstruo de dos cabezas.
El fantasma de la invasión
Para completar el cuadro de conspiranoia y de suspicacia, el viernes 3 de mayo el presidente Donald Trump y Vladimir Putin sostuvieron una conversación telefónica de más de una hora en la que el tema central fue la situación en Venezuela. Mientras ese par hablaban, Pompeo y Bolton visitaban el Pentágono para estudiar posibles opciones militares para Venezuela, por lo que es imposible sacar alguna conclusión tranquilizadora.
Desde que Guaidó se autoproclamó como Presidente Encargado y recibió el reconocimiento de la administración Trump, los venezolanos vivimos montados en una especie de patíbulo a la espera de una sentencia. ¿Nos irán a invadir? ¿Van a bombardear el Palacio de Miraflores y las bases militares o nos van a bombardear a todos?
Si nos invaden, ¿van a entrar por aire, mar o tierra? Si nos invaden o nos bombardean, ¿qué van a hacer los rusos y los chinos? ¿Qué va a pasar con los militares? ¿Estallará una guerra civil producto de una agresión externa? ¿Qué hará Maduro y la cúpula chavista si eso sucede? ¿Van a resistir hasta la inmolación de ser necesario o van a huir del país?
Cada vez que los Estados Unidos participaron o llevaron a cabo operaciones militares contra países como Irak, Afganistán, Libia, etc, la pregunta era qué experimentaban o sentían los habitantes de esos países al ver que un ataque era inminente. Si bien algunos analistas ven como improbable una intervención, los hechos recientes y el tono de las declaraciones de los agentes externos, no hace más que alimentar una zozobra que está plenamente instalada y que es paralela a las innumerables calamidades que vivimos los venezolanos.
Todo lo antes expuesto hace que la normalidad no sea otra cosa que ese pequeñísimo espacio de tiempo que vivimos entre un suceso grave y otro peor.
No es normal lo que se vive en Venezuela, no es normal el tono que usan las potencias para declarar sobre su situación, no es normal la forma en la que hacen política sus dirigentes, no es normal la reacción de los países de la región cuando el gobierno de Trump habla de intervenir militarmente en Venezuela, ni cuando le pide al alto mando militar que traicione a Maduro.
Nada es normal y hace tiempo que nos acostumbramos y la sensación es de que esto va para largo.