El fin de la franela desarrollista
Mientras escribo tengo de fondo la sesión de Diputados por las tarifas. Hay gritos de todo tipo y entre esos chillidos (con un tremendo déficit de la letra “S”) se logra entender a medias las ideas de los bloques opositores sobre los aumentos en los servicios y el FMI.
Trotskistas que ya pasaron los 40 gritando que hay que cortar con el capitalismo como si fueran chicos de 13 años que acaban de descubrir la política. Socialistas que critican la gestión nacional desde su gestión narcotizada de Santa Fe. Kirchneristas que destruyeron el país en base a desfalco y mentiras también gritan que este Gobierno miente. Y, por ultimo, los peronistas de toda la vida que le rezan a la inflación para que aparezca esa poblada soñada que les ponga a disposición los fondos de la ANSES para saquearlos de nuevo.
Ese es el Diagrama de Venn delirante donde está la oposición a este Gobierno. En el otro círculo, sin intersección, esta el del Gobierno con dos sub-conjuntos: el liberal y el desarrollista. El conjunto desarrollista (que fuera de Argentina significa “socialistas”) liderado por Marcos Peña fue el que negoció con Sergio Massa el impuesto a la renta financiera. Ese impuesto fue el que originó que 10.000 millones de dólares de inversiones extranjeras se escapen del país desde hace un mes. Ese mismo impuesto es el que dinamitó la próxima renovación de Lebacs por el triple de esa suma en las próximas semanas. Y es ése impuesto y su destructivo efecto el que llamó al FMI para salvar al país.
El sub-conjunto desarrollista recuerda en su perspectiva y visión obtusa de la economía al kirchnerismo. La diferencia es que Kicillof es marxista desde hace 30 años y nunca dejará de serlo, enseña o enseñaba marxismo en la facultad y cumplió el sueño de todo comunista de tener la chance de probar en un país de esta época algunas medidas soviéticas de hace un siglo. Se dio el gusto. Es como si yo gobernara Argentina y liberara la tenencia de armas como en el gran estado de Texas, donde hago mías su cultura, historia e ideología. No se si va a salir bien o mal, pero cumpliría mi sueño utópico de una Argentina con dignidad texana. Axel hizo lo mismo, pero pensando en la URSS.
En cambio, los desarrollistas de Peña van por otro lado. No saben qué es lo que les gusta. Ya si decís que tu ideología es una ideología que no existe andás mal. Si, además, la intentas aplicar en un país que gobernás, estás peor. Porque no tenés en tu concepción mental una utopía de perfección.
A Axel le gusta la Unión Soviética, a mí me gusta Texas. ¿Al desarrollista qué le gusta? ¿Frondizi? ¿Craxi? ¿Sarney? ¿Se puede soñar con un país teniendo como referentes a tipos aniquilados por el olvido histórico? No se puede razonar de ninguna forma un renacimiento basado en gestiones mediocres, olvidadas y fracasadas. Pero este mundo, que se rige más que nunca por las leyes naturales de Darwin, trajo la solución por inercia: el FMI.
Última soga antes de la híper que iba a pasar si ganaba Scioli y que se pospuso por casi tres años (con un inmenso desgaste). Se terminó la franela desarrollista. Fuera de las pavadas que sigo escuchando en la sesión de diputados, el Gobierno depende de sí mismo, se cumple con las reglas mundiales (las del FMI) o le cumple el sueño de país a Kicillof. El gris está muerto y, si no lo está, hay que liquidarlo.