El caso de Rodrigo Eguillor y los riesgos de convertir a un violador en un personaje
Rodrigo Eguillor llegó al aeropuerto de Ezeiza para viajar a Madrid a alentar a Boca y estaba lleno de móviles de televisión esperándolo. Mientras tanto, su nombre era primera tendencia nacional en Twitter. Después, escaló “Tincho”, apodo que hace alusión al estereotipo de varón, cheto y machista y más tarde llegó a ser tendencia “Canning”. Ahora, abajo de su nombre, la segunda tendencia es “LLAMEN A MI VIEJA”, su grito desesperado mientras la PSA se lo llevaba para notificarlo. ¿Cuánto falta para cruzar la línea que convierte a un denunciado por violación en un personaje?
Rodrigo Eguillor no es un Tincho, es un varón denunciado por violación y grooming, lleno de denuncias anónimas y de otras con nombres y apellidos. Aparece en un video forcejeando con una chica que grita desconsolada en un balcón. Pero, para envidia de los influencers, nunca deja de sumar seguidores en Instagram -por ahora tiene más de 15 mil- y aprovecha para hacer sus descargos públicos donde acusa a la víctima de negra tanga floja, explica que, en realidad, intentó salvarla de un suicidio y que es todo mentira.
La impunidad que le otorgó ser hijo de una fiscal hizo que su caso se mantenga en silencio hasta ayer, cuando empezaron a viralizarse sus vivos de Instagram. Cada una de las frases que usó para defenderse encajan a la perfección en la lógica de la cultura de la violación. Así como también encajan en la lógica machista muchas otras cosas: es homofóbico que en Twitter se alegren de cómo “le van a romper el orto” en la cárcel -imponiendo que la lógica del sexo anal es el mayor castigo, y no la violación-, que “seguro es un pito chico” -abonando a la masculinidad hegemónica absurda- y “un enfermo” -hasta que no lo demuestren pericias psicológicas, Rodrigo Eguillor es un hijo sano del patriarcado-.
El colectivo Ni Una Menos decidió ayer en una asamblea que mañana habrá un paro de mujeres con movilización para pedir justicia por Lucía Pérez, sin embargo, #JusticiaPorLucia y #ParoDeMujeres ni se acercan a la cantidad de menciones que tienen las cargadas “al cheto de Canning” en Twitter, ni mucho menos, a la relevancia que le están dando en los medios.
Mientras todavía algunos creen que los violadores son locos que salen a cazar en barrios oscuros del conurbano y dejan a las chicas tiradas en descampados, “el cheto de Canning” nos deja en claro que no hay distinción de clases para la violencia machista.
“No voy a violar a nadie porque tengo facha”, “era una negra de Ituzaingó” y “las mogólicas con el pañuelito” fueron algunas de sus declaraciones en Instagram.
No hay que haber leído mucha teoría feminista ni ser un experto en el tema para saber que esas tres oraciones están mal.
Sin embargo, Rodrigo Eguillor esbozó algunas otras concepciones igual de graves, pero más sutiles. “Nunca le pegué a nadie, sí maltraté verbal y psicológicamente a mis ex novias”, contó con la frente en alta, como si la violencia psicológica no fuera una forma de violencia de género grave y repudiable. Un machista denunciado por acoso, violación y grooming es eso, no es el hijo cheto de una fiscal ni un Tincho.