Inevitablemente, un conjunto de desprolijidades arroja una conclusión certera: el caos. Por motivos internos y externos, el seleccionado argentino de fútbol debió pasar por sus días más agitados, lejos de las dudas sobre quién será el cinco, quién atajará o quién se convertirá en el socio ideal de Messi.

Las amenazas de Palestina y el temor de los jugadores se apoderaron de una jornada para el olvido. Nada de lo que hubieran preferido los propios futbolistas, que tuvieron que salir a avisar a los dirigentes de la AFA que no querían disputar el choque ante Israel.

Como si fuera poco, horas antes, la noticia llegaba desde Roma: el vocero oficial del Vaticano anunciaba un encuentro entre Messi y compañía con el Papa Francisco en Santa Marta, casi como una bendición para luego ir a probar suerte en el Mundial de Rusia. Pero también fueron horas frustrantes y de sorpresas.

¿Por qué? Treinta minutos después del anuncio, el mandamás de la AFA, Chiqui Tapia, se comunicó directamente con representantes de la Santa Sede para comunicar que el conjunto nacional no iba a poder asistir “por cuestiones de logística”.

Increíble, pero real. En menos de 24 horas, la Argentina sumó dos problemas innecesarios: el anuncio -desmentido rápidamente- sobre la reunión con el Papa, el escándalo diplomático con Israel y el llamado del primer ministro, Benjamín Netanyahu, al presidente Mauricio Macri. ¿El motivo? Expresar su enojo por la cancelación y jugar las últimas cartas para intentar convencerlo de disputar el encuentro pautado.

De fondo, los jugadores, la táctica, la ilusión de los argentinos por el Mundial y la gran expectativa del debut ante Islandia, el 16 de junio en Moscú. Pero poco (y nada) se habla por estas horas del primer encuentro en el estadio Otkritie Arena, con capacidad para 43.298 espectadores.

Es probable que no afecte de fondo al funcionamiento nacional, pero los problemas que tienen como protagonistas inevitables a los 23 de Jorge Sampaoli no colaboran en nada en la construcción de un clima de cierta calma, justo en los días previos al comienzo del Mundial. Las alteraciones en la agenda, en definitiva, (en lugar de viajar a Israel, el equipo viajará el sábado a Rusia) no hacen más que complicar la antesala y reordenar las prioridades. 

Fueron quizá las horas más convulsionadas de Tapia al frente de la Asociación del Fútbol Argentino. Ahora, ¿no se sabía que la visita de la Selección al Muro de los Lamentos podría desencadenar una tensión diplomática en medio del histórico conflicto israelí-palestino? ¿Las disculpas improvisadas y el pedido de "paz mundial" colaborará con la intención de calmar las aguas?

Salvo alguna decisión de último momento (que no sorprendería), el equipo argentino no disputaría ningún amistoso previo al primer choque ante Islandia, algo que no cayó mal en la dirección técnica del plantel: Sampaoli prefería llegar con rodaje, pero también quiso evitar rivales de peso para esquivar nuevos cimbronazos o derrotas contundentes que alarmaran los ánimos de sus jugadores.

Dos semanas atrás, las dudas estaban centradas en el poco funcionamiento del equipo ideal que imagina Sampaoli para disputar el Mundial, aunque la agenda de la Selección tuvo un rotundo giro que estableció una lista según la importancia: primero, alejar la tensión diplomática; después, pensar en el debut.

La AFA se ganó en estos días un premio indudablemente acorde a las idas y vueltas y la falta de un mensaje efectivo para desactivar una bomba a punto de explotar. Es el arte de improvisar.

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