Nadie habla de Destiny 2
La gran apuesta de Bungie y Activision ya no es el juego más comentado ni uno de los más populares. De hecho, está cayendo en la intrascendencia incluso cuando se anunció una nueva expansión. ¿Cuáles son los factores que lo llevaron a este momento?
Salió y todos lo amaron. Parecía que habían escuchado a la gente. La campaña estaba mejor, y los personajes tenían un mayor desarrollo. No se sentía un juego sin contenido; no era la venta de humo más grande de la historia.
Ahora se anunciaron los planes para lo que se viene en 2018 para Destiny 2. La primera expansión de este año se llamará Warmind y más detalles serán confirmados el 24 de Abril y el 8 de Mayo ya estará disponible para ser descargada.
Probablemente traiga una nueva Raid, estas misiones que requieren seis jugadores y que son extremadamente complejas pero que por escándalo son el mejor contenido del juego. Además va a representar varios cambios a nivel competitivo, en las características del equipamiento, un nuevo límite de nivel, nuevos items, entre varias mejoras.
Pero por más que esta noticia suene atractiva y por más que los planes de los desarrolladores vayan en la dirección correcta, a nadie parece importarle Destiny. Eso se debe a que algo se rompió en la comunidad y en el imaginario colectivo general de la industria.
La obra de Bungie está en un pantano del cual parece no poder salir a pesar de tener 200 mil jugadores concurrentes aproximadamente. Porque Destiny 2 salió en 2017 y ese fue el año de las microtransacciones fallida y de las loot boxes pandémicas.
Todo parecía ser color de rosas en su lanzamiento. Las reviews eran buenas, la cantidad de jugadores era alta y encima esta vez llegaba a PC. Sin embargo, Activision quiso exprimir incluso más a nivel económico, un juego que ya de por sí había generado muchas ganancias.
El problema principal con las microtransacciones es que muchos de los items estéticos más copados estaban ahí, detrás de loot boxes. Eso termina generando que no haya algo importante a lo que aspirar. Una de las tantas falla de Destiny 2 fue arruinar lo que se conoce como "end game". Eso se refiere a todas las misiones, items y contenidos que vienen después de la campaña principal.
En el juego anterior había más misterio, más sorpresas y mejores items. Había cosas por las cuales seguir jugando y pasar tantas horas. En cambio en esta secuela todo estaba servido en bandeja. Parece medio elitista decirlo, pero todo se consigue demasiado fácil; no hay reto, no hay nada que demostrar.
En Destiny 1 había más misterio, más sorpresas y mejores items. Había cosas por las cuales seguir jugando y pasar tantas horas. En Destiny 2, en cambio, todo estaba servido en bandeja.
Pero eso no fue lo único. Un aspecto querido por la comunidad como los "shaders" (items que cambiaban el color de nuestro equipamiento) fue modificado y eso resultó en quejas continuadas. Los shaders se volvieron consumibles y encima venían en loot boxes, que a su vez traían modificadores para nuestros items que traían algunos beneficios. La sensación de que estas cajas nos forzaban a pagar para conseguir más rápido elementos necesarios o útiles en el juego, siempre estuvo dando vuelta.
La lista sigue: por ejemplo, le mintieron a los jugadores con la barra de experiencia. Resulta que cuando hacíamos varias veces un evento público en alguno de los planetas del juego, cada vez nos daba menos experiencia. Eso estaba atado directamente a las loot boxes, ya que cada vez que subimos de nivel, nos dan una gratis. Una jugada maquiavélica y asquerosa.
Otra problemática es la noción de que, quizás, nunca tuvo que haber existido un Destiny 2. No se ve considerablemente mejor, no se juega distinto, no es otro motor. Tranquilamente se pudo haber usado a Destiny 1 como plataforma. Pero como si fuera poco, se le sacó el legado y el loot (el equipamiento) a todos los jugadores con una excusa barata a nivel narrativo.
Esta sensación se exagera cuando las armas en esta secuela se sienten sin personalidad, sin identidad. En Destiny 1 no tenían características y estadísticas aleatorias; eran más definidas y más especiales. Todos recordamos cuando encontramos nuestra Gjallarhorn; nadie recuerda ningún item en Destiny 2.
En la búsqueda por democratizar el juego se generó un efecto contraproducente. La intención fue la correcta y nadie culpa a los desarrolladores por intentarlo, pero algo se rompió. Antes acceder a grandes eventos como Iron Banner, la raid y Trials of the nine, era difícil y era un incentivo. Ahora lo pueden hacer todos con poco esfuerzo. Lo vuelve más accesible, pero menos tentador.
Destiny 1 también había apoyado parte de su éxito en el contenido post lanzamiento, en las expansiones. Por ahora, sin embargo, la única que salió para el 2 ha sido una decepción. The Curse Of Osiris no entusiasmó a nadie y agregó poco y nada al juego base. Veremos qué sucede ahora con la nueva expansión y con los planes para este año.