Cecilia Absatz: "La telenovela fue el primer género que puso a la mujer como protagonista”
Desde hace varias décadas viene imprimiendo su mirada sobre la cultura popular. En fricción con los prejuicios ponderó a la telenovela como un género mayor, a contramano de la opinión entonces dominante, y también actual, para qué mentirnos. Su mirada aguda tuvo que esperar para que las cosas se acomodaran: lo que señalaba en la década del 70 y del 80 hoy es una realidad. El mal llamado "culebrón” es el género que primero puso a la mujer como heroína, símbolo de ascenso social de la mujer. Peggy Olson conmueve a millones en Mad Men con su talento y tesón, pero es apenas lateral respecto a lo que Rosa María Ramos, de lejos, había edificado en 1980. Actualmente la periodista y ensayista se interesó por el género policial y no para de mirar series, pero se toma un ratito para defenestrar La Casa de Papel. Con ustedes, Cecilia Absatz.
—¿Cuál es tu telenovela argentina favorita de todos los tiempos?
—Rosa... de lejos. Leonor Benedetto es una provinciana analfabeta que se convierte en Coco Chanel, sólo que mucho más linda que Chanel. ¡Divina! Largos planos de María Herminia Avellaneda a la cara —nada más mirando— de Leonor Benedetto. Eso nunca se había visto. Esa novela es de 1980. Ella empezó a coser cuando empezó a leer y escribir y era muy buena. Tuvo éxito, entonces, con la ayuda del maestro, que era Juan Carlos Dual. Pone una casa y la gente de la Sociedad empieza a ir y entonces arranca. Abre una serie de sucursales con un éxito feroz y adquiere un lugar social. Se convierte en la persona que todos quisieran tener en una reunión.
—Es una historia de ascenso social.
—Bueno. Esa es mi teoría básica sobre la telenovela que desarrollo en mis dos libros. Es un equívoco considerar que la telenovela son historias de amor. Son historias que tienen que ver con la búsqueda de una identidad y de un lugar en el mundo. Mujeres que no tienen nada, absolutamente feministas. Este es el secreto básico del género: la telenovela fue el primer género que puso a la mujer como eje central y protagónico. En toda la otra ficción, salvo excepciones como Cleopatra, o casos así, la mujer siempre era como una planta, o la musa del varón o el objeto del deseo. Pero no era el eje de la historia. La primera vez que eso ocurrió fue con la telenovela y para mí ese es el secreto de su éxito en el mundo entero. En Egipto, en Corea, en Alemania. ¡Esta vez se trata de la mujer! Y de todo lo que le pasa a ella.
—La mujer es la heroína y el hombre es el galán.
—Absolutamente, ella es la heroína. Y no sólo eso, sino que el varón muchas veces o casi siempre, es un poco tarado. Por ejemplo, Pablo Alarcón en Rosa... de lejos. Él es un chico bien. La conoce en Plaza Italia, se la levanta y, evidentemente con esa puntería de las telenovelas, una sola vez y queda embarazada. Y el tipo se borra, obviamente, pero está muy tildado con ella y finalmente quiere hacerse cargo y casarse. La madre se enferma y le hace prometer en su lecho de muerte que se va a casar con la chica bien que le tiene preparada. Y va y se casa con la chica bien. Eso es lo que hacen los varones en las telenovelas. Hacen lo que les dicen que hagan. No eligen, no se juegan. Son cobardes. Todos queríamos que termine con el maestro, el otro, que era Dual.
—Alguna vez me dijiste que los argentinos hacíamos las mejores telenovelas y que en las últimas décadas perdimos el trono.
—Alberto Migré, Celia Alcántara, Nené Cascallar, ¡Abel Santa Cruz! Éramos los mejores. Grandes novelas, ¿viste? Pero después para mí el problema fue ideológico: desapareció el sistema en el que la novela era de un autor. Cambia el sistema de producción. Grandes superproducciones y nunca el libro. Ahora la novela es del productor. Mi impresión es que querían "mejorar” la novela. Como que era demasiado popular. Un poquitito grasa. Vinieron a hacerla un poco más fina. Y para mí ahí se arruinó el género.
—Se perdió el rol del autor.
—El problema de acá es que no hay libros. Las cosas que hizo Migré no tienen nombre. El personaje de Nora Cárpena en Rolando Rivas Taxista, estamos hablando del año 1973. Primer caso de mujer divorciada en la televisión, y con un hijo. Nunca se mencionaba la palabra divorciada. Estaba mal. La mujer divorciada nunca podía ser heroína de telenovela hasta que Migré la puso ahí. Eso ayudó muchísimo a cambiar el lugar social de la mujer divorciada. Te lo dice una mujer que estaba recién divorciada en esa época. La sanción social era muy fuerte. El hermano de Rolando Rivas era guerrillero: ¡La audacia de Migré! Otro caso similar más cercano en el tiempo es el de Gasoleros. Roxy tenía una cosa interesante. Fue la primera vez en que una mujer casada se entusiasmaba con otro. Su marido era Jorge, un poeta, un vago, Manuel Callau. Gran actor. Estábamos todos diciéndole dale, dale. Eso fue algo nuevo. Una ruptura moral muy bienvenida.
—¿Y ahora cuál te gusta?
—Estoy muy atento a las telenovelas, pero hace tiempo que no hay algo interesante. De producción local, desde ya, ninguna, Estevanez es el único que hace novelas. La última que me gustó fue Las Mil y Una Noches. Ver una novela es como tejer un suéter: tenés que tener cierta clase de paciencia que no tenés todo el tiempo. A veces estás muy eléctrica y no podés sentarte a tejer. Y tampoco podés sentarte a ver una novela. Te exige cierta calidad de tiempo, porque la novela es morosa, no es como una serie policial norteamericana. Después vino la avalancha de novelas turcas, indias, coreanas. No estaba mal la coreana. La vi y me pareció algo tan extraordinario que Corea hiciera novelas. En Netflix hay cantidad.
—Hablando de Netflix, sé que no te gustó nada La Casa de Papel.
—Tiene muy graves errores de guión. Graves. Empezando por el más grave de todos que ocurre en el primer capítulo de la primera temporada. Lo que pasa en el primer capítulo es que están todos ahí en la Casa de la Moneda con sus mamelucos bien disfrazados y se paran frente a la puerta con bolsos llenos de dinero y armados con fusiles de guerra, parados frente a la puerta. Afuera está toda la Policía, porque la llamó el Profesor. No estaban por casualidad. Y salen como si fueran a huir y estos chicos con los fusiles empiezan a disparar. Salen con fusiles M16 y disparan. ¿Entonces la Policía qué hace? ¡Les dispara! Vuelven corriendo, cierran la puerta. ¡Y se indignan! ¿Cómo les disparan? Ahí hay un horrible malentendido. Si salen ellos con fusiles de guerra a tirar, ¿cómo no les va a disparar la Policía? Durante todos los episodios no hay un solo parlamento de nadie que no contenga un insulto, una guarrada, una mala palabra. Es una cloaca. Todos hablan de una manera inconcebible. No hay un solo parlamento. Entonces, se hace difícil.
—Bueno, ¡un error no la vuelve necesariamente horrible!
—La policía, Raquel. Una policía de alto rango que está a cargo de todo el operativo se va a un bar. Y se queda sin batería en el teléfono. ¡Bué! Digamos que te puede pasar. Tiene un tipo al lado al que no conoce: El Profesor. El público siempre sabe más, pero ella no tiene idea quién es. Y él le ofrece el teléfono y ella lo toma. Llama a su mamá, por lo cual deja en un teléfono ajeno su número particular. Después llama a la Policía y da instrucciones con el tipo al lado. Eso está mal...
—Si me das un ejemplo más me convencés.
—El Profesor dice que no le van a robar a nadie. Esa es un poco la teoría. Claro, ¡sólo van a destruir la economía de un país! No entiendo el chiste. Y encima cantando ‘Bella Ciao’. No hay gesto revolucionario cuando destruís la economía. De la misma manera que los alemanes consiguieron las placas reales y regaron Londres de libras esterlinas, legítimas y destruyeron la economía británica. Los hicieron de goma. Cualquiera que no sepa mucho de economía sabe del peligro que significa emitir. Y a esa escala estás destruyendo una economía. Pero acá pareciera que fuera un gesto heroico. ¡Cómo se atreven a cantar ‘Bella Ciao’!
Cuestionario flotante
1) ¿Qué cosa te olvidás de comprar cuando vas al supermercado?
—Azúcar.
2) Una ensalada ideal para acompañar el bife.
—Mixta, clásica; pero sin aceite de oliva. Aceite de maíz.
3) ¿En qué juzgado te gustaría que caiga una causa tuya?
—¿Campagnoli es juez? Ah, es fiscal, bueno. Que me defienda entonces.
4) ¿La mejor novela de todos los tiempos?
—En busca del tiempo perdido. ¿Ah? ¡Una telenovela! Vale Todo, brasileña, maravillosa.
5) Sé que estás viendo muchas series, ¿recomendás algunas?
—The Wire, que me pareció extraordinaria, y cada temporada es mejor y más inteligente; The Killing, hay una versión sueca y una americana. Bueno, la americana; The Bridge, lo mismo, hay una coproducción danesa y sueca y una americana, la americana; y The Fall, que es irlandesa. Todas recomendadísimas.
6) ¿Sos hincha de algún club de fútbol?
—Huracán, un compañero de trabajo me hizo hincha hace poco. Y te digo más: empezó a ganar. Me encantan los jugadores, me parecen divinos. Creo que son la nueva aristocracia. Una verdadera aristocracia de estos tiempos. Durante mucho tiempo fueron los artistas, los actores. Hoy son los jugadores de fútbol.
7) ¿Qué personaje de Los Simpsons te llevarías a una isla desierta?
—Lisa.
8) Una ciudad que no sea Buenos Aires en la que vivirías.
—Nueva York.
9) Personaje histórico al que te gustaría entrevistar.
—Mariquita Sánchez de Thompson. Minón.
10) ¿Cuál es el emoji que más usás?