A esta altura, que el diputado nacional Javier Milei imponga temas y discusiones en agenda no es más una excepción. Pasó también con el debate por la dolarización o, recientemente, la portación libre de armas. En las últimas horas, abordó otro tema que generó polémica: planteó que la venta de órganos “es un mercado más” y cuestionó “por qué todo tiene que estar regulado por el Estado”. En Argentina, la comercialización de órganos y tejidas está terminantemente prohibida a través de la Ley 24.193 y el sistema de trasplantes se rige por donaciones.

“Hay estudios hechos en Estados Unidos que demuestran que, si vos dejás esos mercados libres, funcionan muchísimo mejor y tienen menos problemas”, afirmó el economista en una entrevista con Radio Mitre. Horas después, el Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI), aclaró en Twitter: “La donación de órganos se basa en una decisión solidaria, altruista y desinteresada, por lo que no puede existir ninguna contraprestación económica a cambio”.

En conversación con El Canciller, el médico pediatra e integrante de la Comité de Bioética del organismo público, Ramón Exeni, calificó de “aberrante” la propuesta del legislador. “No tiene la menor idea de lo que está diciendo”, agregó, al tiempo en que también afirmó que “debería aclarar exactamente lo que dijo”.

La discusión de fondo

La idea respecto al cuerpo no es algo inmutable, de hecho, ha cambiado en gran medida. En la antigüedad y la Edad Media, prevalecían posturas que consideraban que el hombre no tenía dominio sobre su vida y su cuerpo, sino que más bien respondía a dinámicas que le eran ajenas: una concepción estrechamente vinculada a la existencia de Dios y la sacralidad de la vida humana.

Con la llegada de la modernidad se produjo un desplazamiento. El hombre pasó a ser entendido como dueño de sí mismo y, por lo tanto, de su corporalidad. La cosmovisión liberal exacerbó ese precepto al punto de considerar aceptable acordar un precio por un órgano o tejido en función de las leyes del libre mercado. No es casual, entonces, la argumentación de Milei: “Es una decisión del individuo. Es decir, ¿quién soy yo para meterme con el cuerpo de otra persona? ¿Quién sos vos para determinar qué tiene que hacer con su vida el que decidió vender el órgano? Si es su vida, su cuerpo, su propiedad”.

Pero, ¿es realmente una decisión que afecta solo al que la toma? En contraposición a la postura liberal, surgieron también posiciones asociadas a la idea de “dominio público” donde, además de lo propiamente biológico, existe un cuerpo social. Una idea vinculada a que los cuerpos individuales forman parte a su vez de una estructura más amplia.

Al mercantilizar los trasplantes, ¿qué pasaría entonces con aquellas personas de sectores vulnerables que no tienen la capacidad de comprarlos? La experiencia internacional, donde muy pocos países lo permiten, muestra un doble perjuicio para esos ciudadanos que, por un lado, no pueden acceder a esos trasplantes y, por el otro, son ellos los que terminan vendiendo alguno de sus órganos en circunstancias de máxima necesidad y pobreza, dado que encuentran un rédito económico de mayor representación en sus ingresos que la que tendría alguien de alto valor adquisitivo.

Además, según el texto “Sobre la Ética de la No Comercialización de Órganos” del INCUCAI, la autonomía y el consentimiento informado, preceptos centrales para el trasplante, estarían fuertemente condicionados por la coacción económica y el estado de necesidad. “Es una locura que alguien esté supeditado a los recursos económicos que tiene para acabar con la tortura de una diálisis o la necesidad de un trasplante”, opinó Exeni en diálogo con este medio, quien agregó: “A partir de lo que Milei propone, habría una escala de acuerdo a la cosa económica. Eso sería agregarle un problema más al que está padeciendo”.

Algo que, a su vez, encuentra fundamento en la 44° Asamblea de la Organización Mundial de la Salud (OMS), donde se concluyó que en este tema se deben tomar determinaciones “sobre la base de las necesidades médicas y no basándose en consideraciones económicas”.

En su hilo, INCUCAI señaló que “las políticas sanitarias, a través del sistema de donación y trasplante, garantizan la equidad en el acceso al trasplante para toda persona que lo necesite, independientemente de su condición social o económica” y que “la gratuidad es condición esencial para asegurar la transparencia del sistema y garantizar equidad con base en principios de justicia distributiva”.

Pero además, Milei argumentó su propuesta bajo el supuesto de que el sistema liberalizado funcionaría “mucho mejor”. Sobre esto, Exeni refutó: “Argentina tiene, lamentablemente, la mayor cantidad de pacientes con Síndrome Urémico Hemolítico del mundo, que es una causa muy frecuente para que un chico llegue al trasplante renal. Entonces, todo eso en nuestro país está muy ordenado. Los programas son muy buenos. Que la diálisis sea gratuita, por ejemplo, no es usual en el mundo”.

El integrante del Comité de Bioética del INCUCAI también trabaja desde hace décadas en el Hospital del Niño de San Justo, que desde el año pasado lleva su nombre en su honor. “Allí incluso, nosotros podemos trasplantar solo chicos que no tienen obra social ni prepaga”. A su vez, el especialista indicó: “Hace muchos años, un intendente de Córdoba, para darle el registro a los motociclistas los hacía ir al hospital de urgencias para que vieran lo que pasaba con los accidentes. Habría que hacer eso: agarrar a Milei o a quien opine como él y llevarlo a algún hospital donde se realicen trasplantes, y que hable con los chicos”.