En el libro de memorias que acaba de publicar, Felipe Solá describe un episodio referido a la muerte del Che Guevara: “Por esos años Jorge Taiana vivía a una cuadra de casa, en la calle Vicente López. Jorge era (y es) inteligente, nos encontrábamos a cada rato y hablábamos. Le pregunté por qué la muerte del Che causaba tantos sentimientos. ´Porque no es peronista´, me dijo Jorge, lacónico y al hueso. El Che figuraba como un líder heroico, de izquierda, que luchaba por los pobres, pero no era peronista: no era una amenaza real para la Argentina real”.

A diferencia de otros movimientos políticos que se han edulcorado con los años, y cuyos liderazgos mutaron en referentes morales casi angelicales, el peronismo nunca dejó de ser una amenaza real

A diferencia de movimientos políticos que se han edulcorado, el peronismo nunca dejó de ser una amenaza real.

Hipólito Yrigoyen es venerado como un líder mesurado, aunque haya apoyado con fervor la lucha armada para conseguir sus fines políticos. Casi setenta años antes del ERP y Montoneros, la UCR liderada por aquel hombre pacífico secuestró al vicepresidente, en el marco de la revolución de 1905, y amenazó con asesinarlo si el presidente Quintana no renunciaba. Ocurre que hoy la UCR no presenta amenaza alguna contra el statu quo, así que venerar la figura de su fundador consolida el juego de buenos y malos, de honestos contra deshonestos, con el que nuestro establishment busca reemplazar la política.

Antes de ser canonizado junto a la Madre Teresa y a Steve Jobs, Nelson Mandela fue un activista político que también reivindicó la lucha armada como instrumento de transformación política. Si nuestra derecha lo convirtió en una estampita fue gracias al perdón que les otorgó a sus captores apenas salió de la cárcel, luego de pasar 27 años encerrado. La decisión de Mandela de lanzar desde la presidencia una Comisión para la verdad y la reconciliación fue la piedra basal de la transición sudafricana. Los autores de crímenes relacionados al Apartheid pudieron confesar su culpabilidad y entregar información a cambio de impunidad.

Nelson Mandela fue un activista político que también reivindicó la lucha armada como instrumento de transformación política

Yrigoyen, Mandela o el Che son venerados aún por quienes critican la violencia como herramienta política ya que gozan de la justificación del contexto histórico y el descargo de sus intenciones, siempre virtuosas. Es una prerrogativa que no suelen tener los peronistas. Los líderes de la Resistencia Peronista posterior al golpe del ´55 o quienes participaron de la lucha armada en los ´70 suelen ser descriptos como tipos esencialmente violentos, no como militantes que optaron por la forma violenta en que se dirimía la política en aquel entonces.

Si el peronismo fuera un movimiento amaestrado como el radicalismo o gozara de la insignificancia grandilocuente de cierta izquierda boutique, posiblemente ya tendría líderes canonizados por nuestro establishment. 

Que eso no ocurra pareciera significar que sigue siendo una amenaza real para la Argentina real.