El fetichismo de la visibilidad: remeras inspiradas en las denunciantes de Donald Trump
Stormy Daniels es una ex actriz de películas pornográficas que mantuvo un encuentro sexual con Donald Trump en 2006. Antes de las elecciones presidenciales de 2016, el actual presidente norteamericano firmó un pacto de silencio (dinero mediante) para que no salieran a la luz detalles sobre la efímera relación, pero ella lo denunció en la Justicia por amenazas reiteradas.
Este hecho fue el disparador para que la marca de streetwear Supreme tome la decisión de lanzar una línea de remeras diseñadas junto al artista y fotógrafo Richard Prince llamada 18 y Stormy, haciendo alusión a la cantidad de mujeres que han acusado a Donald Trump de conducta sexual inapropiada.
Las ganancias por las ventas de las remeras, que cuestan 130 dólares, serán donadas a Downtown for Democracy, una organización que se define como un "comité de acción política fundado por personas creativas para transformar la influencia cultural en poder político”.
Esta colaboración se enmarca en una serie de acciones que viene llevando adelante la industria de la moda para demostrar el espíritu anti Trump que se extiende en el universo creativo y cultural, y fue lanzada días antes de las elecciones legislativas con el fin de aumentar el nivel de votación y reducir el margen de maniobra de Trump, como ocurrió con Barack Obama en 2014 después de que los republicanos obtuvieran mayoría en la elección de medio término.
La técnica de retrato compuesto utilizada por Richard Prince para crear las remeras se originó a fines de siglo XIX con la intención de identificar tipos criminales. La imagen que emerge de dicha superposición es borrosa, una especie de Laura Palmer con halo de misticismo. La técnica utilizada por Prince es la que alguna vez fue destinada para atrapar a los delincuentes sexuales, un broche de oro marketinero para la venta comercial de los productos de Supreme.
Hace algunos años, Richard Prince tuvo que lidiar con una serie de demandas legales debido a la exhibición "New Portraits”. Las creaciones de Prince, una serie de gigantografías de imágenes de usuarios de Instagram con pequeñas intervenciones, fueron vendidas por miles de dólares en una feria de arte contemporáneo de Nueva York, y fueron la excusa para discutir sobre la propiedad de las fotografías que circulan en internet.
El dato curioso es que Prince ganó todos los litigios legales que le presentaron por plagio, porque la ley ampara el mecanismo de apropiación artística de una imagen original que es posteriormente modificada. Las críticas "éticas” realizadas al artista redundaron en un buen tema de conversación y de reflexión sobre lo que ocurre con las imágenes que subimos a las redes sociales pero no son suficiente argumento para que el derecho norteamericano lo considere plagio.
El fetichismo de la visibilidad, que se expresa actualmente en el arte, la moda y la vida cotidiana, pone de manifiesto la preocupación por las condiciones de existencia: la dispersión digital, el narcisismo, la paranoia, el miedo, el oportunismo, pero también la sumisión. El valor de cambio de las imágenes modernas expresa, también, su condición de desmaterialización. Y en la transición de ser original a copia, al perder su "aura”, recupera algo de su impacto político. Mucho más potente que el de una serie de remeras de mala calidad.