Mauricio Macri sabe que no puede curar una pulmonía con una aspirina. Mucho antes de lo que imaginaba, el Presidente empezó a jugar el tiempo de descuento con un plan económico que -así como viene- lo deposita a las puertas de una derrota en 2019. No se trata del apocalipsis que anuncian sus detractores sino de las estimaciones amigas que le pronostican un cóctel indigesto en el año electoral: inflación por las nubes condimentada con el regreso agrio de la recesión.

El fracaso de la movida más audaz que había imaginado Nicolás Dujovne con la suspensión de la rebaja gradual de las retenciones a la soja es un tiro en el pie para el Gobierno. El ministro coordinador erigido para negociar con el Fondo debutó de la peor manera: obligado a retroceder por una tapa de Clarín. Dujovne había convencido al Presidente de que era necesario aliviar las arcas oficiales con una decisión que afectaba a uno de los principales ganadores de la devaluación de mayo. Más allá de que la sequía pega mal en el sector, se trataba de una manera de ajustar por otra vía y enviar una señal al resto de la sociedad. Pero algo, quizás la convicción de Macri, falló y el plan naufragó antes de zarpar.

Suspender la rebaja de retenciones era una manera de ajustar por otra vía y enviar una señal al resto de la sociedad.

Que la medida haya quedado descartada, no hace más que agigantar el problema de fondo que enfrenta Cambiemos: la necesidad de hacer cirugía mayor y no saber dónde.

La semana que arranca mañana mostrará al Presidente otra vez apremiado en el Congreso y en la calle, con la posibilidad de vetar el proyecto antitarifazo que avanza en el Senado y un nuevo aumento en los colectivos que eleva el malestar entre los que se guían por el bolsillo y no por la polarización. Mientras la oposición se ensancha y confluye, sólo el peronismo de Urtubey-Schiaretti aparece como aliado potencial en el corto y en el mediano plazo. Con distintos métodos y realidades, el mercado financiero y el sector agroexportador ya le dijeron "no" al sacrificio que propone el Presidente.

Aunque el discurso oficial se abraza a la ilusión de que la turbulencia quedó atrás, hasta los días hipnóticos del Mundial de Fútbol pueden ser alterados por nuevos inconvenientes.

La tarea que Macri y Marcos Peña le encargaron al ex columnista de Odisea es por demás ambiciosa. Negociar con el Fondo mientras revisa las planillas del Estado en busca de achicar el déficit, en el marco de un gobierno que por límites ideológicos decide no tocar a los actores más beneficiados y por límites políticos se abstiene de arrasar con la AUH y las jubilaciones.

No sobran alternativas para reincidir por la vía del gradualismo. Recortar transferencias a las empresas públicas, frenar obra pública, eliminar ministerios que están en manos de lobbys de distinto tipo, terminar con los subsidios en Tierra del Fuego, seguir aumentando tarifas y, quizás, suspender la rebaja de aportes patronales que ya pegó feo en la recaudación.  

Mientras la barrabrava de la ortodoxia predica por un ajuste inviable como el que ensayó Ricardo López Murphy en su semana de 2001, Macri se está quedando disfónico con el ruego del sacrificio compartido. Con una inflación que amenaza con duplicar el techo del 15%, ni siquiera las paritarias a la baja alcanzan para resolver los problemas de una economía que vive de prestado. “Hay que ser realistas antes del derrumbe, dejar de negar las evidencias”, en palabras de un funcionario que siempre fue enemigo de las alarmas prematuras pero se hartó de los eufemismos.

Macri se está quedando disfónico con el ruego del sacrificio compartido.

La tercera vía es la que el outsider Carlos Melconian le propone en público y en privado al Presidente. Una devaluación purificadora que lleve el dólar a la frontera de los 40 pesos, para emular el tipo de cambio que recibió Néstor Kirchner cuando asumió la presidencia, hace exactamente 15 años. Paradojas de la inestabilidad argentina, los noventistas duros hoy postulan una vía alternativa que destruiría el poder de compra de los asalariados como sucedió entonces, beneficiaría a las empresas con mano de obra barata, llevaría a ganar a los exportadores y cortaría la sangría de 30.000 millones de dólares que Macri perdió en 2017 por vía de los sectores que -voten a Cambiemos o no- viajan al exterior y atesoran, en abierta conspiración contra su gobierno.

Un escenario de convulsión que el Presidente prefiere evitar y precisa además de un nombre dispuesto a inmolarse que por ahora no aparece. Pasa el tiempo y se agranda, en el Círculo Rojo, la gesta de Jorge Remes Lenicov.