Apostar a la grieta le dio dos buenos resultados a Cambiemos. En 2015, llamar al voto antiperonista liquidó el caudal electoral de Sergio Massa que, atento al humor social, se tiró del lado de Macri en el ballotage presidencial contra Daniel Scioli. Dos años más tarde, el peligro de la vuelta del kirchnerismo fue de nuevo el eje de la campaña de Esteban Bullrich en la provincia de Buenos Aires. Frente a un peronismo disipado que sólo traccionaba en el territorio bonaerense a través de la ex presidenta, el oficialismo obtuvo un amplio triunfo en todo el país.

Sin embargo, aquella elección también ratificó a CFK como la única capaz de competir contra el proyecto de centroderecha. En ese sentido, Cambiemos ganó la elección pero, si bien por unos meses lo creyeron posible, no consiguió sepultar a Cristina en las urnas. Haber perdido con un candidato simbólico de María Eugenia Vidal como Bullrich no logró disipar la idea de que, cualquiera que sea la fórmula de la oposición, debía incluir a la ex presidenta.

En detrimento, los que apostaron al diálogo con el oficialismo fueron los derrotados de la elección. En ese grupo quedó el peronismo dialoguista que integran las fuerzas de Sergio Massa, el senador Miguel Ángel Pichetto y el salteño Juan Manuel Urtubey -que de ganar la gobernación quedó en tercer lugar en su propia provincia-.

A Cambiemos no le queda otra opción que jugar la carta maestra: el fantasma de la vuelta de Cristina y de un peronismo que “va a dar vuelta todo” lo construido.

Las elecciones de 2019, que el oficialismo descontaba por ganadas después de 2017 y ya pensaba en 2023, volvieron a estar abiertas a todos los frentes electorales debido a los problemas económicos, las medidas poco felices, la vuelta al Fondo Monetario Internacional y la necesidad -inducida por el FMI- de un ajuste que caerá nuevamente en la clase medio, ese sector social que sentó a Macri en el sillón de Rivadavia. Con el discurso del "esfuerzo que dará sus frutos" desgastado, al oficialismo no le queda otra opción que jugar la carta maestra: el fantasma de la vuelta de Cristina y de un peronismo que “va a dar vuelta todo” lo construido.

El kirchnerismo también encuentra beneficios en este juego: apuesta a que los descontentos de la gestión Macri vuelvan a confiar en el verdadero justicialismo. En ese entramado, el peronismo “dialoguista” juega, según los defensores de Cambiemos, para que Cristina vuelva al poder; en cambio, para los kirchneristas, el grupo de Pichetto, Massa, Schiaretti y Urtubey es el equipo que banca el ajuste de Cambiemos.