El ajuste de cuentas de la City, el testamento de Macri para el FMI y la ausencia de jefes ante la crisis
Escrito en una vieja Olivetti por un oficial de la Policía Federal, Rogelio Frigerio envidia desde que asumió el texto con las firmas de Carlos Menem y Raúl Alfonsín que Carlos Corach exhibe encuadrado a sus visitantes. El Pacto de Olivos, sellado hace un cuarto de siglo con los oficios de Enrique Nosiglia, Luis Barrionuevo y el empresario arrepentido Gabriel Romero, habilitó la reforma de la Constitución con el apoyo del PJ y la UCR. Por haber sido educado en la función pública en los años noventa, el ministro del Interior de Mauricio Macri tiene una estima especial por aquel antecesor del que aprendió el trato con los gobernadores, cuando era secretario de Programación Económica de Roque Fernández. Pero, también hay que decirlo, cada vez lo idealiza menos.
Gobernado por la urgencia de la crisis y el ajuste, mencionado hace apenas una semana como eventual jefe de Gabinete, Frigerio opina ahora que la tarea de Corach resultaba bastante más sencilla que la suya. Dos políticos, jefes de partido y con liderazgo indiscutible, alcanzaban hace 25 años para reformar una Carta Magna que había sido redactada un siglo y medio atrás y sólo había tenido dos modificaciones de duración acotada: la del peronismo en 1949 y la del antiperonismo dictatorial de la revolución libertadora en 1956.
Gobernado por la urgencia de la crisis y el ajuste, Frigerio opina ahora que la tarea de Corach resultaba bastante más sencilla que la suya.
Hoy, en cambio, para aprobar un Presupuesto hacen falta cinco meses de reuniones, viajes permanentes, largas horas de conversaciones que giran sobre las mismas dudas y decenas de hombres y mujeres: gobernadores y gobernadoras, vicegobernadores, funcionarios, ministros, secretarios, legisladores y hasta ex diputados que quieren volver. "Nadie conduce nada y el nivel de la dirigencia es de mediocre para abajo”, como resume un mandatario provincial muy amigo del diálogo.
Contribuye, claro, el fracaso estrepitoso del gradualismo y la misión bomba del déficit cero que Macri quiere dejar rubricada en el ajuste 2019, que el viernes próximo pretende enviar al Congreso. Aunque el Gobierno comenzó a hablar del Presupuesto en mayo, ante el primer susto post corrida y devaluación, el dibujo que se negocia puede ser desmentido a poco de andar, como pasó en este 2018 para el que se habían proyectado un dólar a 19 pesos, una inflación de 15,7% y un crecimiento de 3,5%. Los mejores deseos.
Mientras el descontrol en los precios, el hachazo al poder adquisitivo, la caída del consumo y el derrumbe en la economía complican cualquier pronóstico, la obsesión del oficialismo está en ofrecerle al Fondo la certeza de que el peronismo acompaña el testamento del sacrificio que escribe Macri y sólo discute las comas de un recorte monumental. La puesta en escena tendrá el martes un capítulo doble con la reunión de gobernadores opositores por la mañana y la foto con el Presidente por la tarde. Después pasará por las cámaras en las que los gobernadores no tienen garantizada la disciplina de sus legisladores y hasta el candidato Miguel Ángel Pichetto observa cómo su bloque se le parte de manera irremediable. En la alianza Cambiemos, tampoco pueden jactarse de la virtud del liderazgo. Macri -que tanto se quejaba de la oposición acéfala- conduce sólo a su núcleo de acero y viene de recibir el cachetazo de cuatro o cinco candidatos que no quisieron ser ministros. El radicalismo vuelve a dividirse y Elisa Carrió conduce apenas una célula que la ama y la padece.
La obsesión del oficialismo está en ofrecerle al Fondo la certeza de que el peronismo acompaña el testamento del sacrificio que escribe Macri y sólo discute las comas de un recorte monumental.
Aunque unos cuantos bailan detrás de escena por un sueño presidencial, la falta de conducción y la división del peronismo realza el ánimo de una Cristina Kirchner que hoy es tentada con una candidatura por parte de los mismos que hace unos meses le decían que se jubile. Son las réplicas de 2001 que no se agotan. El macrismo, uno de los emergentes del estallido, ahora enfrenta su propia crisis económica y se ve obligado a revisar su rechazo a la vieja política. Como le repite a Macri el Círculo Rojo: ya demostró que solo no puede.
Sicarios con buena prensa, los mercados ejecutaron su brutal ajuste de cuentas desde las sombras. Lo padecen los que viven de ingresos en pesos y los desesperados, como el chico de 13 años que murió de un balazo en el tórax en el Chaco del peronista Domingo Peppo. Aunque no haya merecido el pésame del Presidente y sus ministros, Ismael Ramírez puede alumbrar una nueva era de mártires cocinados por el déficit cero. Sobre todo si, como parece, la dirigencia que padece la falta de nuevos líderes oscila entre la indiferencia, los paliativos menores y la solución policial.