Al ministro del Interior le tocó aparecer siempre en los momentos incómodos del Gobierno. Mientras varios funcionarios mandan mensajes para profundizar la grieta, a Rogelio Frigerio le toca bajar el tono de las declaraciones de sus compañeros y apostar a una gobernabilidad que el propio Mauricio Macri menosprecia. Ahora, sin apoyo electoral y con el capital político agotado, el Presidente se ve obligado a esconder al confrontador Marcos Peña y darle cámara y poder al garante federal.

Reconocido más por la oposición que por los propios, Frigerio encarna para Cambiemos, con su ADN desarrollista, una torre de la “vieja política” que la prédica de Jaime Durán Barba desprecia. Los que lo defienden, remarcan que no es lo mismo ganar elecciones que gobernar y resaltan el rol del economista porteño que pisa fuerte en Entre Ríos y pone la cara en el peor momento económico, siempre en la búsqueda de consensos con todo el arco opositor.

Frigerio encarna para Cambiemos como una torre de la “vieja política” que la prédica de Jaime Durán Barba desprecia.

Aunque Macri desconoce o quita importancia a las negociaciones políticas, sí asume a Frigerio como uno de sus imprescindibles. El día de la repartición de cargos en Olivos, cuando ninguna silla estaba firme, el ministro del Interior puso su renuncia sobre la mesa por si el Presidente quería premiar con su cargo al radical Ernesto Sanz. El primer mandatario le ofreció la cartera de Defensa, pero le aclaró que Interior no se toca.

Con más kilómetros recorridos que ningún otro en estos dos años y diez meses, Frigerio mantiene diálogo con todos los gobernadores y ninguno lo pone en duda. Ahora, en plena negociación del Presupuesto, encarna junto a Emilio Monzó el rol de cazador de los votos en el Congreso de todo el abanico del PJ dialoguista, desde los que responden a Juan Manuel Urtubey hasta los que lo hacen a Sergio Massa. Aunque no disfruta el mensaje del mega ajuste, adopta como suyas las palabras que el Presidente quiere transmitir y remarca con convicción que “no se puede vivir de fiado” y que “el Estado no debe gastar más de lo que tiene”.

Ante la necesidad de esconder a Marcos Peña, el principal apuntado después de la crisis económica y uno de los que más poder perdió en la mesa chica de Macri, a Frigerio le toca ahora repartir el mensaje del optimismo amarillo y una política económica en la que no tuvo incidencia, aunque nunca se olvida de remarcar que la situación es crítica y sólo puede definirse con las seis letras de la crisis.

Con mucho menos optimismo que Peña, a Frigerio le toca defender una política económica en la que no tuvo incidencia.

El jueves, le tocó defender el ajuste ante la cúpula de los empresarios. En ese evento, el ministro del Interior deslizó la carta que ni siquiera Macri se anima a jugar pero que todos en Cambiemos considera necesaria: el sistema previsional como el principal tumor de la recesión económica. Un sacrificio que pocos están dispuestos a asumir.

Ahora, en tiempos de discusión agitada con los mandatarios provinciales, el nieto de quien fue la mano derecha de Frondizi y gran fundador del Movimiento de Integración y Desarrollo, -incorporado a nuestra léxico político bajo el llano "Desarrollismo"-, se siente más cómodo rodeado de peronistas que de los de su propio molino. Sin embargo, en ese barro, siempre supo defender los intereses oficialistas.

Aunque se rumorea como potencial gobernador de su provincia y encabeza los rankings de imagen de Cambiemos en las encuestas, si bien no descarta una eventual candidatura para gobernar a los casi 1,4 millones de entrerrianos, Frigerio respeta la cadena de mando y asegura: “Voy a estar donde me diga el Presidente”. A medida que Cambiemos derrocha su caudal político, aumenta el peso del garante de la gobernabilidad del Gabinete.