En su columna semanal en Perfil, el consultor político Jaime Durán Barba condenó, de manera insólita, la utilización de "trolls" en las redes sociales para embarrar las campañas electorales.

Lo sorprendente de una editorial que fustiga una práctica que "degrada a las instituciones" democráticas, pero que, a su vez, también -admite- lleva a ganar elecciones, es la relación visceral que tiene el partido gobernante -del cual forma parte y ayudó a edificar sus bases y conquistar territorios prohibidos- con ésta modalidad.

Sumergido en una campaña que lo tiene a Mauricio Macri cayendo en las encuestas al ritmo de una devaluación permanente, inflación imparable, caída de consumo y aumento del desempleo, el ecuatoriano culpó a internet de "amenazar a la democracia".

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El "ejército de trolls", a quienes define como "una tontería que impresiona a incautos", hace base en la plataforma de redes sociales, que, con la complicidad del anonimato, "multiplicó muchos complejos y bajos sentimientos de sectores de la población que estaban reprimidos para ensuciar las elecciones", según el consultor político y profesor de la George Washington University.

Pero la crítica de Jaime no solo se queda en esta degradante -pero fructífera- práctica, sino también en su relación simibiótica con los políticos, quienes "privilegian la mentira y la calumnia como herramientas para conseguir votos".

Que "gran parte de los recursos de las campañas electorales se emplean en este tipo de actividades" es parte de su crítica, pero también de lo insólito. No solo encuestas y "focus groups" son demandados por la cúpula del Ejecutivo, sino también una gran parte del presupuesto es destinado a empresas como Google y Facebook.

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Sus advertencias (o temores) están fundadas. "La caída de la popularidad de los mandatarios elegidos los dos últimos años se desplomó al poco tiempo de iniciar su mandato". Solo Andrés Manuel López Obrador, en México, le escapa a la estadística.

Y justamente ahí se edifica su preocupación, en el único candidato de izquierda de la región que irrumpió en los últimos años. En un progresismo que, aunque debilitado por los flagrantes casos de corrupción, se sostiene en el fracaso de algunos gobiernos de estirpe neoliberal.

Lula Da Silva, preso con sentencia firme en Brasil; Cristina Fernández de Kirchner, eludiendo con sus fueros de senadora las múltiples órdenes de prisiones preventiva en Argentina y; Rafael Correa, en Ecuador, aprovechando la pulverización de la imagen de Lenín Moreno, se ofrecen como la resistencia.Y todos ellos amenazan con regresar al poder.