No era fácil. Eso lo sabía Alberto Fernández mucho antes de que Cristina lo ungiera candidato del Frente de Todos. La Argentina post Macri quedaría mucho peor que como la encontraron en el 2015. Sin embargo, salvo escasas excepciones (como aquel famoso renunciamiento de Evita a ser vicepresidenta, el 31 de agosto de 1951; o éste más cercano, de CFK, en mayo de 2019), nadie se resiste a la idea de concentrar todo el poder político en sus manos. El ex jefe de gabinete de Néstor Kirchner no fue la excepción, y aceptó el histórico convite de la ex presidenta.

Es que un presidente no sólo debe pensar y tener soluciones para infinidad de problemas que le plantea la realidad, sino que debe estar atento a los escollos que le pondrán en el camino. 

Vayamos, entonces, al punto. ¿Qué oposición le espera a Alberto Fernández estos 4 años? ¿Es la que se vislumbró en el Congreso ante el tratamiento del primer megapaquete de leyes que envió el Presidente? ¿O habrá otros matices que hagan pensar en una superación política de la famosa “grieta”? ¿Será, acaso, la tónica lo que empezamos a ver en las provincias de Buenos Aires y Santa Fe, donde el accionar opositor se parece poco menos que a una extorsión?

Empecemos por el Congreso. Lo que se vio hace algunas semanas fue un adelanto de lo que será la política de Juntos por el Cambio, especialmente en la Cámara de Diputados, en su debut como oposición fuerte. Si la fuerza ahora conducida por Patricia Bullrich se mantiene cohesionada, el Gobierno deberá estar muy atento a una negociación permanente o, en su defecto, a una muy buena política de comunicación que atenúe el formidable poder de fuego mediático que tiene desde hace muchos años esta fuerza política.

emergencia económica
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Está bien. Convengamos en que algunos de sus aliados, llámese poderosos medios de comunicación y sus CEOs, no son tan leales como para contar con ellos para siempre. De eso supo mucho Néstor Kirchner, luego Cristina Fernández y, por supuesto, el actual Presidente.

Acostumbrado a dialogar con el poder económico, más que a enfrentarlo, Fernández juega en todas las puntas, incluida la mediática. Y así es que en los primeros días de gobierno mandó a sus principales espadas a poner la cara en el medio todavía opositor más importante: el canal de noticias TN.

Sin embargo, no será éste el único panorama opositor a tener en cuenta. Desde el radicalismo puede surgir también un sector que no sólo sea oposición al Gobierno sino también hacia adentro de la propia UCR y del propio Juntos por el Cambio.

No es novedad que Ricardo Alfonsín, junto con otros dirigentes, está preparando una estrategia para volver al ruedo electoral y tratar de imprimir un cambio de rumbo al partido radical. Hay muchos que perdieron en 2015 en aquella famosa Convención de Gualeguaychú –que enterró el frente Unen y posibilitó Cambiemos y el posterior triunfo de Mauricio Macri– que esperaban un momento como éste.

Algunos de ellos abandonaron toda esperanza de volver al radicalismo hacia el “alfonsinismo”, y se cruzaron de vereda, como Leopoldo Moreau, hoy diputado del Frente de Todos. Otros, como Nito Artaza, se mantienen a la expectativa; y otros, como Miguel Bazze, pegaron el salto y se aliaron a Mario Negri, hoy principal sostén de Juntos por el Cambio en la Cámara de Diputados.

¿Qué oposición le espera a Alberto Fernández estos cuatro años?

Si pensamos que aún quedan resabios del socialismo que supo gobernar Santa Fe y gobernar otros distritos en aquella provincia –potenciales aliados del radicalismo “alfonsinista”–, no es imposible pensar en una oposición “pro modelo”. Quienes gobiernan hoy Santa Fe, atentos a la posición que ha tomado el Frente Progresista en la oposición, seguramente tendrán sus reparos sobre este punto.

Aun así, por primera vez en muchos años podría surgir en el país una alternativa opositora que no quiera cambiar todo de raíz, como hizo Cambiemos, y mantener políticas de Estado duraderas en el tiempo que permitan sortear la actual crisis económica y ubicar a la Argentina en una senda de crecimiento sostenida por varios años. ¿Será posible? El tiempo lo dirá.

Mientras tanto, desde la oposición “anti modelo” se preparan para obstaculizar todo lo posible la gestión de Fernández, con la esperanza de que un mal gobierno, apenas posibilista, les permita volver en 2023, de la mano de ¿Macri? ¿Rodríguez Larreta? ¿Vidal?

Hay otra fuerza “anti modelo” que no se puede desdeñar, no por su caudal electoral pero sí por algunos integrantes de congresos, legislaturas y concejos deliberantes, que es el FIT, que además es antisistema. ¿Por qué no se puede minimizar su potencial político? Porque tiene capacidad de movilización, militancia y penetración entre un sector de los trabajadores, aún los peronistas.

En definitiva, la oposición que enfrentará a Alberto no será homogénea, en algunos momentos podrá ser más fuerte, todo dependerá de las alianzas.

En ese marco, intentar la cooptación que intentó Néstor Kirchner con los radicales K puede ser una estrategia equivocada. Aquella vez derivó en que muchos radicales se abroquelaran ante lo que tomaron como un intento de “destrucción” de su partido por parte del kirchnerismo. Gerardo Morales fue uno de esos dirigentes que culpaban a Kirchner de querer destruir al radicalismo. Y no vamos a mencionar el episodio Julio Cobos, del que tanto se ha hablado.

Parece más inteligente dejar correr a una oposición “constructiva”, para sacar al país de una alternancia política y económica que ya cumplió 89 años. Es que el péndulo entre el modelo nacional y popular y las diversas variantes del liberalismo no empezó con el golpe de 1955, sino con el putsch contra Hipólito Yrigoyen en 1930.

Ese péndulo del que hablan el politólogo Guillermo O’Donnell y el ingeniero Marcelo Diamand, es uno de los motivos por los cuales la Argentina avanza y retrocede a saltos, con la misma intensidad.

El futuro inmediato (y no tan inmediato) del país está en las manos del Presidente, qué duda cabe, pero aquellos que hacen oposición, especialmente aquellos “pro modelo”, saben que también tienen entre manos una oportunidad histórica. ¿La aprovecharán?