El General
Gracias a la reforma constitucional del ´49 nos encaminamos a la inédita y apasionante experiencia de reelegir un presidente. Ya otros lo habían hecho, pero salteando períodos, ahora era un plebiscito en tiempo real. Algo que es imposible de perder. Bueno, a veces. Y el Pocho iba por todo.
La otra novedad de esta elección eran las mujeres, la patrona ahora no sólo lograba ir a votar, además, podía ser electa para cargos públicos. Y eso, en gran parte era gracias a Evita. Entonces la CGT tuvo una gran idea: la fórmula Perón–Evita. Un poquito por lo simbólico y otro poquito porque el sindicalismo tenía la rosca armada con la señora.
Pero el peronismo no es una masa homogénea, así que se armó un batifondo bárbaro con los sectores más conservadores del movimiento que no querían saber nada, así que mientras parecía que se peleaban, se reproducían. A los gritos.
La CGT fue a plata o mierda. Se organizaron un cabildo abierto el 22 de agosto del ´51 en Moreno y 9 de Julio. Movilizaron a millones de los suyos y pidieron, como quien no quiere la cosa, por la candidatura de la señora. El matrimonio tuvo que hacer malabares, explicar que los cargos no son la gran cosa tampoco y que Evita ya era grosa como estaba y que tocar la campanita no la iba a cambiar.
Pero la multitud se pasaba todo ese discurso por el arco del triunfo y la cosa se empezó a pasar de castaño oscuro. La señora decía que ella solo quería ser Evita y que el General dirigiera los destinos de la patria. “Con Evita, con Evita”, le respondían los tipos que estaban ahí con la idea fija. Terminó pidiendo cuatro días para contestar, pero el grito de la muchedumbre era “Contestación”. De cuatro días bajó a dos y pidió que desconcentraran en paz.
El dirigente sindical, José Gregorio Espejo, comprensivo, le concedió dos horas. Pero ella pidió tiempo y se comprometió a contestar. Así que se fueron convencidos de que Evita se había comprometido a ser vicepresidenta, o convenciéndose o haciendo saber que estaban convencidísimos de eso y no de otra cosa.
El diario evitista “Democracia” titulaba que habían aceptado y todo el mundo lo entendió así. Pero no todo lo que reluce es oro, diría mi abuela. Apenas nueve días después, por radio, Eva Duarte de Perón anunciaba su renuncia a tal candidatura.
Al mes vino el primer intento de golpe cívico-militar, pero la rápida reacción del gobierno y de la CGT abortaron la intentona, que era un aviso.
Para el día de la lealtad del ´51, Evita pidió que cuidaran a Perón si ella llegara a no estar por su salud y que recogieran su nombre y lo llevaran como bandera a la victoria. Evita sabía que estaba lista de papeles y protagonizó uno de los abrazos más conmovedores de nuestra historia, ya entregada.
Con este paisaje se repitió la fórmula Perón–Quijano, pero Quijano iba a morir antes de asumir, así que hasta el ´54 no habría vice, y ahí le tocaría al almirante Alberto Tesaire. Insólitamente se hizo una elección para elegir un vicepresidente. Qué país bendito. El triunfo fue rotundo con el 63% de los votos contra el 32% de Balbín. Pelito pa’ la vieja.
Con gran optimismo el General se mandó otro Plan Quinquenal, el segundo. La cosa venía por fortalecer la industria, subvencionar la agricultura y la ganadería, tecnificando la actividad y desarrollándola a través de la siderurgia y la petroquímica que proveían maquinaria, fertilizantes y plaguicidas. En este remozado plan con sustitución de importaciones, se beneficiaron la industria automotriz, la petrolera, la química y la metalúrgica. Pero no estaba la cosa para grandes proyectos.
A los pocos meses, el 26 de julio, a las 20:25 Evita murió. Dejó escritos “La razón de mi vida” y “Mi mensaje”. El velatorio se extendió hasta el 9 de agosto, el paso del féretro fue bajo una lluvia de flores y el evento fue filmado con estilo hollywoodense.
Su cuerpo embalsamado fue expuesto en la CGT. Ya sería otra historia, tan desgraciada como fascinante.
Pero, además de plan quinquenal y la ampliación de derechos, el programa venía con algunas cuestiones polémicas, como nombrar a todo Evita o Perón, traer harina para este costal con los textos escolares y detalles por el estilo, como mandar en cana por pensar distinto, que abrieron esa división que hoy llamamos grieta. Aparecieron los contreras, los antis.
Un día mientras el General daba un discurso en la Plaza de Mayo se mandaron con bombas. Así que para vengar los muertos y heridos se fueron a incendiar locales opositores. La cosa se iba solucionando por los carriles normales, claro.
Y si de ampliar derechos se trata, Perón promulgó una ley que incluía el divorcio. No se si se acuerdan, pero la coalición incluía a la Iglesia. Bueno, flor de sapo se comieron los del personal de tierra del todopoderoso creador, con condimento y todo porque después autorizó prostíbulos, quitó la diferencia entre hijos legítimos e ilegítimos, les sacó el subsidio a los colegios católicos, quitó la obligatoriedad de la enseñanza religiosa y le puso la frutilla al postre cuando se aprobó la reforma constitucional para separar la Iglesia del Estado. Pañuelo naranja, señores. Una tocada de huevos que no iba a salir gratis. Ni siquiera barata.
Es que, de perdidos al río, se juntaron la Marina, radicales, socialistas y la Iglesia, y se mandaron una barrabasada de proporciones bíblicas, de esas que manchan para siempre.
Se jugaron a un golpe de Estado, pero de esos que marcan un estilo, y les pareció que bombardear la Plaza de Mayo un mediodía era una gran manera. Bueno, no. Ese 16 de junio de 1955 se despacharon con una masacre que dejó alrededor de 400 muertos despedazados, heridos para hacer dulce y una sociedad que no se iba a reconciliar nunca jamás, con el odio en la leche.
Los aviones llevaban la inscripción “Cristo Vence”, así que unos cuantos fueron a tomar revancha con Cristo, quemando Iglesias, pese al pedido de Perón de frenar la violencia.
El golpe fracasó, los cabecillas tuvieron que exiliarse en Uruguay, pero la semilla estaba plantada. Los opositores empezaron a denunciar falta de libertades, a buscar apoyos afuera y adentro. El General intentó un diálogo, pero acá nadie quiere dialogar con nadie, así que cada cual se mantuvo en sus siete.
Para mediados de septiembre los muchachos ya tenían el apoyo de las embajadas, la yankee y la británica. Entonces el 16 de ese mes, las Fuerzas Armadas -sin que el General le entregara las armas a la CGT y a otros que querían poner el hombro para aguantar los trapos- tomaron el poder bajo el pretensioso mote de Revolución Libertadora. Porque acá, Libertad, Federalismo, República y coso se lo ponemos a todo para enjuagarnos la cara.
Comenzaba el exilio de Perón por 18 años. Sería elquetejedi, el innombrable, el tirano prófugo, Descartes –su seudónimo cuando escribía en “Democracia”-, era la primera vez que un dirigente sería explícitamente proscripto, corrido de la escena política prohibiéndose, incluso, la utilización de su nombre. Pero una cosa no significa la otra, “elquetejedi” iba a seguir siendo una figura central de la vida argentina. Y acá no hay que dar a nadie por muerto.