La Conferencia Episcopal de Francia (CEF) repudió este sábado "las escenas de escarnio y burla al cristianismo" durante la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París. 

Mediante un comunicado, los obispos no hicieron referencia a una secuencia en concreto de la inauguración, que duró casi cuatro horas, pero implícitamente aludieron a un momento artístico en el que, bajo el título de "Festividad", se hizo una parodia de "La última cena", de Leonardo da Vinci. Allí, se vio a Jesucristo rodeado de sus apóstoles, en este caso sustituidos por "drag-queens", una modelo trans y el cantante Philippe Katerine casi desnudo, con algunos atributos de Dioniso, el dios griego del vino y la fiesta.

En ese sentido, la CEF sostuvo que "los cristianos de todos los continentes se han sentido heridos por la desmesura y la provocación de ciertas escenas", y señaló que "la fiesta olímpica" debe estar "muy por encima de los prejuicios de algunos artistas".

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Más enérgicamente en su rechazo que la propia Iglesia católica se manifestó la derecha francesa. "¿De verdad, era necesario?", se preguntó en X la diputada Laure Lavallette, del partido que lidera la opositora Marine Le Pen, al aludir a esa escena.

En la misma red social, la eurodiputada Marion Maréchal criticó, asimismo, las imágenes de la reina María Antonieta decapitada, los besos de tríos, las "drags queens" o "la humillación de la Guardia Republicana obligada a bailar con Aya Nakamura".

En efecto, la cantante franco-maliense ha estado desde hace meses -ni bien se filtró que podría participar en este espectáculo olímpico- en la mira de este sector político, que cuestionó que se recurriera a una artista de origen africano que, a su juicio, no cuadra con las esencias francesas.

La ceremonia, por el contrario, fue elogiada por el Gobierno de Emmanuel Macron y los partidos de izquierda que lo apoyan, quienes se alinearon con los organizadores del evento, que, a su vez, argumentaron que "no pretendían ser subversivos, sino mostrar la diversidad de Francia".

La fiesta se extendió en su mayor parte a lo largo de 6 de los 777 kilómetros del río Sena, aunque también tuvo excepcionales momentos artísticos en los principales edificios y monumentos de París. El cierre estuvo a cargo de la canadiense Céline Dion, quien, atravesada por una grave enfermedad neurológica, volvió a cantar después de más de 4 años.