Sin embargo, los economistas prevén varios efectos negativos. En primer lugar -ya que a medida que el dólar sube, el impuesto pesa menos- el sector agroexportador puede especular con el tipo de cambio y no liquidar los granos hasta que la moneda no se devalúe. Esa jugada iría en sentido contrario a las aspiraciones del Gobierno, que necesita que el campo liquide para cazar divisas.

En el mismo sentido, el campo puede buscar una nueva devaluación para acelerar la depreciación del peso. Según el cálculo de los economistas, un dólar a $53 haría al nuevo esquema más rentable que el anterior, que si bien no incluía este gravamen, las retenciones eran porcentualmente superiores.