La inestabilidad argentina y el riesgo de una historia circular que se confirma con Macri
"Los argentinos alteran su moneda casi tan a menudo como cambian de presidentes (…) Ningún pueblo del mundo tiene un interés tan penetrante en los experimentos monetarios como el argentino”. La frase sobre la inestabilidad en el fin del mundo podría ser leída por estas horas en algún diario económico norteamericano. Pero fue escrita por W.R.Lawson en la revista Banker’s Magazine en 1899. Es una de las citas que aparece en "El ciclo de la ilusión y el desencanto. Políticas económicas argentinas de 1880 a nuestros días”, el libro que escribieron hace dos décadas Pablo Gerchunoff y Lucas Llach y que acaba de ser reeditado, en una versión ampliada que llega hasta los estertores finales del kirchnerismo.
Los autores cuentan que, desde los tiempos de la organización nacional, el área más inestable de la política económica fue la moneda, que el descontrol monetario había sido común desde la época de la Independencia y que las dificultades fueron insalvables incluso después, con una autoridad federal consolidada y una rápida tasa de crecimiento. Depreciación, inflación, estabilidad, apreciación y deflación formaron un remolino incesante que se tragó a la historia argentina. Ya a partir de 1865 comenzaron las presiones de los sectores agroexportadores por devaluar el tipo de cambio y ya en 1867 hubo un primer intento de convertibilidad de alcance nacional.
Depreciación, inflación, estabilidad, apreciación y deflación formaron un remolino incesante que se tragó a la historia argentina
En el prólogo a la nueva edición, Gerchunoff y Llach definen a la Argentina como un caminante que perdió la ruta al desarrollo hace 90 años y desde entonces busca dos atajos recurrentes: el proteccionismo y el endeudamiento. El libro reaparece justo cuando promedia el mandato de Mauricio Macri, esa nueva ilusión que logró unir las expectativas de un sector de la sociedad con las fantasías del círculo rojo. Cuando la ilusión empieza a sentir el acecho del desencanto, contra el íntimo deseo de los feligreses de Cambiemos.
Si el experimento del macrismo no logra sus objetivos y se impone el peso de las promesas incumplidas, se convertirá en un eslabón más de una cadena de infortunios. Con una diferencia fundamental: perder la oportunidad inédita de un presidente pro-mercado que surgió de las entrañas del mundo empresario y llegó al poder gracias al voto de las mayorías.
Si el experimento del macrismo no logra sus objetivos y se impone el peso de las promesas incumplidas, se convertirá en un eslabón más de una cadena de infortunios
Gerchunoff se mantiene hoy como adherente crítico de Cambiemos, lejos de la función pública que integró durante los gobiernos de Raúl Alfonsín y Fernando De la Rúa. Llach, que era hace 20 años un joven economista, es hoy el número dos de Federico Sturzenegger, el presidente del Banco Central que libra una batalla múltiple contra el dólar, la inflación potenciada por tarifas y la jefatura de Gabinete. Una contienda que tendrá un nuevo capítulo el próximo miércoles, cuando reabran los mercados locales, y que depende sobre todo del ánimo con que despierte la Reserva Federal a partir de mañana.
Sin la lluvia de inversiones, con la deuda en crecimiento constante, sin un ministro de Economía y con un comando de control que se disputan cuatro o cinco funcionarios del Presidente, Sturzenegger es hoy el gran protagonista de la política económica del macrismo. Su formación ortodoxa y sus inicios tributarios de la escuela de Domingo Cavallo no son apenas una anécdota. La relación que permanece, la militancia digital del ex superministro en defensa de uno de sus hijos dilectos y sus encuentros públicos tendrán un nuevo capítulo el miércoles durante la reunión del G30, a la que el ex ministro de Menem y De la Rúa está invitado.
Aún con las versiones desmentidas de un encuentro con Macri, el espectro de Cavallo reinstala un aire difícil de respirar. El de una nueva frustración que -tarde o temprano- triture la esperanza de la clase empresaria que aterrizó en el poder con una misión ambiciosa: reparar los lastres del populismo y generar un camino a la modernización con apoyo popular, para dar vuelta las páginas de una historia que no deja de repetirse.