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Anunciar lo ya anunciado. En un mensaje de un minuto y medio en el que se repiten las ideas cada vez menos densas y explicativas de "la tormenta que nos tira el mundo encima y aleja la confianza del mercado”, el Presidente de la Nación no dijo nada concreto que sea efectivo respecto del objetivo de su alocución: generar confianza. Hasta el mediodía de hoy, el dólar mayorista saltaba a $31,70 a pesar de las intervenciones del BCRA con reservas y el anuncio de adelanto de desembolsos del FMI publicado.
¿Qué pasa que la suba no detiene? Hoy Argentina enfrenta las primeras dudas sobre su capacidad de pago, lógicas ante los caóticos últimos cuatro meses. La falta de precisiones más puntillosas sobre el programa financiero incrementa la sensación de que Argentina puede empezar a mostrar problemas de pago en 2019. Anunciar que el FMI adelantará desembolsos es repetir lo ya anunciado. Lo que no se dice, es si este adelanto puede implicar algún condicionamiento sobre la ya muy veloz contracción del gasto para asegurar objetivos fiscales. Ante un anuncio que no otorga elementos nuevos, la tensión permanece y no solo se sigue complicando el frente financiero y cambiario, sino que se deja la sensación política en el aire de que el Presidente en su palabra no genera la suficiente confianza. Quemar cartuchos de peso puede tener un alto costo comunicacional y de confianza. Al mismo tiempo, adelantar tan vertiginosamente el ritmo efectivización dela cuerdo con el FMI abre otra pregunta, menos urgente hoy pero por demás importante ¿Y después qué? ¿Cómo se abordarán los perfiles de vencimientos post 2020?
Hace unos días aquí en El Canciller, Diego Genoud señalaba que lo que el gobierno hoy se pregunta es "qué más es lo que quiere el mercado”. Luego de acordar con el FMI, enterrar al gradualismo y cumplir con todo lo estipulable, la sensación es que nada alcanza. Y es que en esa pregunta esta la raíz del problema. Un gobierno que responde de manera reactiva para conformar a agentes cuyo principal incentivo es la búsqueda de ganancias de corto plazo contradice cualquier intento estructural de hacer funcionar la economía. Y se entra en una espiral de pérdidas concretas. A la pérdida de confianza se suma la perdida de salario real, la de reservas, la de grados de libertad ante el acuerdo con el Fondo. El gran salón de la gobernabilidad se va transformando en un pasillo angosto al que lo único que le falta son las mellizas en triciclo de "El Resplandor”.
Pero esta pérdida de confianza no es arbitraria ni puede atribuirse de forma plena al contexto externo. Los problemas estructurales de la Argentina están tan vigentes como al principio del mandato. La demanda de dólares para realizar importaciones de bienes y servicios, viajar o atesorar es superior a nuestra capacidad de oferta de dólares genuinos; el incremento de las importaciones tiene fecha de vencimiento si el tipo de cambio en su constante suba le echa nafta a una inflación que está fuera de todo pronóstico que se pretendía razonable para 2018.
Lo cierto es que con el FMI ya no alcanza. No ingresan al país dólares por inversiones estables y las reglas del juego financieras que hoy reinan estimulan conductas especulativas que no dejan nada una vez gozados los servicios recibidos. En la medida que estas inversiones no llegan y que el mercado tampoco se muestra abierto a seguir prestándole a la Argentina a tasas accesibles, se incrementa aún más la sensación de riesgo y se refuerzan las dudas sobre capacidad para pagar y refinanciar. Como dice el colega Martín Alfie, estamos frente a "un círculo vicioso donde como hay dudas sobre esta capacidad, el mercado se cierra más. Y como el mercado se cierra más, crecen las dudas sobre su capacidad de pago”. Un círculo vicioso 100% alimentado por la política económica gubernamental
Salir de este círculo vicioso con más financiamiento da tiempo, pero no soluciones. Argentina necesita una mirada estructural sobre los problemas que la ponen en estas situaciones de alta fragilidad. Mirada estructural que no tiene lugar mientras seamos meramente reactivos a los humores del mercado, mientras todo lo demás se deteriora en la ignominia.