El titular del Banco Central, Miguel Ángel Pesce, no podría entonar, hoy al menos, la conocida canción que clama "tengo un millón de amigos". Si bien se da por descontado que el radical no cuenta con la simpatía de un sector de los mercados y franjas de la población que destinaban su modesta capacidad de ahorro al dólar, el presidente de la autoridad monetaria tampoco estaría sumando apoyos en las filas del oficialismo.

Pesce tuvo una gran batalla con el ministro de Economía, Martín Guzmán, en relación a incrementar las restricciones a la divisa norteamericana. Con el ¿respaldo? de la caída inexorable de reservas como dato, logró un laudo a favor por parte del presidente Alberto Fernández al punto de dejar en ridículo al titular del Palacio de Hacienda, quien había negado en los medios de comunicación que se avanzaría con medidas en ese sentido. Mercedes Marcó del Pont, a cargo de la AFIP, y la vicejefa de gabinete, Cecilia Todesca apoyaron el reforzamiento del cepo cambiario.

Pero desde su implementación, el Central no logra mostrar indicadores positivos. Las reservas bajaron más de 268 millones de dólares en una semana y la brecha cambiaria se encuentra, prácticamente, en un 100%. Por si esto fuera poco, la entidad monetaria protagonizó un cruce con la ANSES por el acceso a los datos por parte de los bancos que impuso un virtual "feriado cambiario" ante la imposibilidad de realizar operaciones en el mercado oficial.

El organismo previsional está dirigida por Fernanda Raverta, una dirigente del riñón de La Cámpora, liderada por Máximo Kirchner. El choque con Pesce alimenta las versiones del disgusto del kirchnerismo con el presidente del Central (y su simpatía por el ministro Guzmán).

Según trascendidos, esto habría llegado incluso a una queja de la vicepresidenta a Alberto Fernández en la Quinta de Olivos por el accionar del radical, no por las medidas sino por su comunicación, y no tardaron en activarse los rumores que indican una salida y reemplazo en la dirección del BCRA.

Versiones reales o no, lo cierto es que si Pesce no logra torcer el rumbo del dólar pronto, más temprano que tarde será el fusible por excelencia.