El último diciembre, un "culón" que haga historia y la apuesta fundamental del país de Cambiemos
Si llega a diciembre y lo cruza, Mauricio Macri iniciará 2019 con el aire triunfal del que gana el partido más difícil, de visitante en el país del peronismo. El Presidente ya ve la orilla del mes más denso, con el ajuste hecho ley en el Senado y la potente puesta en escena del G20.
El formidable operativo para recibir a Trump, Putin y Xi Jinping buscará extenderse después, como pasaje entre dos mundos, hacia las periferias del conurbano con un objetivo más ambicioso: blindar la paz social en la antesala de las fiestas. Que la paciencia popular no se altere en el vía crucis del déficit cero, y siga encausada como hasta ahora, merece un brindis interminable con los enviados de Christine Lagarde.
No pesarán en el ánimo oficial la megadevaluación del tercer año, el derrumbe bonificado del poder adquisitivo, ni la caída de una producción que se torna inviable. Daños colaterales o mala praxis, todo se justifica finalmente en la batalla contra el rival.
Macri tiene razones para estar convencido. Primero, el loop del único camino posible, puro sacrificio, para cumplir con el eslogan de ser un país normal. Segundo, la constatación de que un "culón" puede quedar en la historia, como el primer presidente que termina su mandato sin surgir del PJ ni usar una identidad prestada, pese a todas las evidencias en su contra. Tres años de caída en la actividad económica, inflación que preocupa incluso al kirchnerismo y una deuda envenenada para el que venga.
El formidable operativo para recibir a Trump, Putin y Xi Jinping buscará extenderse después hacia las periferias del conurbano con un objetivo más ambicioso: blindar la paz social en la antesala de las fiestas.
En el manual no escrito del oficialismo, llegar es vencer. Y también es ganar. Así piensa el núcleo de acero de un gobierno cerrado a la disidencia, los escoltas de Capital y Provincia y los miembros más estables de la alianza gobernante. Para un radicalismo que vio estallar sus últimas experiencias de gestión, la cuenta es sencilla. Antes del triunfo de Macri en 2015, la UCR tenía un solo gobernador; ahora son tres y ascenderían a ocho en 2019, si se reeditaran los resultados de 2017.
Forzados a un razonamiento distante de la coyuntura, los radicales se conforman con poco: seguir creciendo bajo el paraguas del PRO, consensuar un programa hacia adelante y ser mejor recibidos cuando lleven una propuesta -como la de bajar retenciones o escalonar tarifas- que Macri y Marcos Peña terminan ejecutando, después de múltiples idas y venidas.
Mientras la cúpula boina blanca mira la película más larga y más ingrata, los estruendos de Elisa Carrió se guían por la temporalidad del minuto a minuto. Su platea cautiva siempre le demanda novedades y seguro las tendrá.
La fortaleza mayor del Presidente no está en la coalición ni le pertenece, sino que lo trasciende. Como en el fútbol, el apasionado Mauricio se sostiene gracias a esos hinchas que muestran una sola prioridad: festejar la derrota ajena, ver afuera al adversario de toda la vida, ser testigos de la amargura en la otra tribuna.
Como en el fútbol, el apasionado Mauricio se sostiene gracias a esos hinchas que muestran una sola prioridad: festejar la derrota ajena, ver afuera al adversario de toda la vida, ser testigos de la amargura en la otra tribuna.
Gobernado por su fracaso económico, el hijo de Franco dejó de ser lo nuevo y ni siquiera es el mejor candidato, pero sigue siendo el único antídoto conocido por sus votantes para frustrar el regreso del populismo. En eso, nadie le hace sombra y los desahuciados no encuentran todavía a dónde ir.
Cuando se apaga el dólar, las disidencias internas pierden fuerza y los planes de ruptura se postergan. Siguen por ahora adentro del oficialismo, los que fabulan con llevar al país de Cambiemos a un destino de grandeza, con otros procedimientos y sin el Presidente en el rol de team leader. Emilio Monzó, Martín Lousteau, Enrique Nosiglia, ¿Rogelio Frigerio?, ¿Horacio Rodríguez Larreta?
Como elegido de los que bancan todo contra Cristina Kirchner, Macri ganó ya dos elecciones nacionales y va en busca de la tercera, cada vez con menos para ofrecer. Aferrado a la polarización, con la promesa del futuro quemada en frustraciones, el resultado depende de lo bueno o malo que logre armar una oposición que anuncia y demora, al mismo tiempo, la unidad. Aún con expectativas arruinadas y seco de novedades, el Presidente apuesta a consolidar un proyecto que conserva una sola aunque decisiva ventaja: no confundirse con el otro y venderse como su contracara.