Un gobierno de mormones
Una “integral” es un procedimiento de control que lleva adelante la AFIP sobre las personas físicas o jurídicas. Es una de las peores pesadillas que puede padecer un empresario, aún entre los ciudadanos ejemplares que pagan sueldos en blanco, declaran todas sus ventas, exigen facturas a sus proveedores y tienen sus aportes e impuestos al día. Contar con un grupo de inspectores instalados en su propia empresa durante el tiempo que crean necesario, semanas o meses, analizando declaraciones juradas, inventarios, balances, detalle de bienes registrables, comprobantes de pago o actas de directorio, pondría nervioso a cualquiera. ¿Qué empresa lograría salir ilesa de un control fiscal indefinido?
Al kirchnerismo le cayó una integral.
Cambiemos, con la ayuda de la Santa Trinidad conformada por los servicios, los medios y la Justicia Federal, con quien por ahora mantiene una alianza estratégica, se ha instalado en las oficinas, hogares y jardines de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner y analiza con meticulosidad de actuario tanto sus bienes, sus relaciones familiares y amistades, como cada procedimiento llevado a cabo durante los 12 años de kirchnerismo, buscando corroborar el relato del “gobierno más corrupto de la historia”.
El asombroso aunque indefinido “PBI robado”, corolario necesario de aquel saqueo gigantesco, representa cientos de miles de millones de dólares, es decir varias veces lo que se llevó Bernie Madoff, el mayor estafador de la historia, o varias veces la fortuna del fundador de Amazon, Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo. Son montos colosales que por razones evidentes no pueden estar atesorados físicamente, mal que le pese a nuestro fiscal excavador Guillermo Marijuan. Como ocurre con el resto de la plata negra que no entra debajo del colchón debería estar oculta entre los pliegues y recovecos de las guaridas fiscales del mundo.
Sin embargo, ni la investigación de los Panamá Papers ni tampoco la ayuda que desde los propios organismos financieros internacionales es razonable pensar que el gobierno posee han detectado fondos K, por llamarlos de alguna manera. En rigor de verdad, hasta ahora sólo fueron encontrados fondos M, que al parecer “técnicamente no son delito”, como suele repetir Laurita Alonso, nuestra ex pasionaria de las sospechas de corrupción devenida en lacónica titular de la Oficina Anticorrupción.
Treinta meses de un meticuloso análisis de lo realizado por el gobierno más corrupto de la historia sólo han permitido detectar los bolsos de dólares no declarados del ex funcionario José López, de un monto cuatro veces inferior a la suma blanqueada por Gianfranco Macri gracias a un decreto firmado por su socio y hermano Mauricio, y cuya procedencia no tiene conexión con CFK, sino ya lo sabríamos; unas sospechas sobre hotelería austral que parecen haber perdido interés incluso para su promotora Margarita Stolbizer; la causa del gas licuado, por la que está en preventiva Julio de Vido pese a estar basada en una pericia cuyo autor está indagado por falso testimonio; la causa Ciccone que sigue su curso pese a que el arrepentido Alejandro Vandenbroele afirmó ante al juez que respondía al banquero Jorge Brito y no conoce a Amado Boudou y algunas causas más creativas como la guerra imaginaria con Irán descubierta por el incansable juez Bonadio- que además de mantener en preventiva a Fernando Esteche, Alejandro Khalil y Luis D' Elía, impidió que Héctor Timerman pudiera seguir en EEUU el tratamiento para el cáncer avanzado que padece, agravando su condición- o la asombrosa judicialización de un instrumento financiero como el dólar futuro, determinada por el mismo juez.
Sin haber sido funcionaria kirchnerista, Milagro Sala, que hace más de 900 días está en preventiva por incitación al acampe y escrache telepático en tierras de su alteza Gerardo I, visir de la Puna, mariscal del Altiplano, marqués de Ledesma, Orgullo Radical y Azote de Dios, podría completar esta lista ya que la imaginaria organización armada que según el presidente ella lideraba pudo haber sido beneficiada por el hasta ahora invisible PBI robado.
Si una integral de 30 meses sólo ha podido determinar este magro botín, es hora de que nos preguntemos con cierto asombro si el kirchnerismo no fue en realidad un gobierno de mormones.