En un vibrante, intenso y estratégico partido, los Springboks vencieron este sábado en París a los All Blacks por 12 a 11 y se consagraron campeones del Mundial de rugby. Con este triunfo, la Selección sudafricana, que defendía el título, se convirtió en la más ganadora de la historia, con cuatro conquistas, una más que el equipo neozelandés. 

En el Stade de France, el conjunto de camiseta verde impuso su solidez desde el arranque del partido, beneficiado por la lluvia y la pelota mojada, que impedían que el equipo oceánico desarrollara su juego de circulación en velocidad.

El elenco sudafricano logró convertir tres penales con la efectiva definición de Handré Pollard, mientras que Richie Mo´Unga anotó uno para el 9 a 3 inicial.

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El quiebre de la final se produjo a los 28 minutos del encuentro, cuando el capitán de los All Blacks, Sam Cane, tackleó a Jesse Kriel y, ante la peligrosa infracción con el hombro, se resolvió su expulsión.

Con este panorama alentador, los Springboks se fueron al descanso arriba en el marcador por 12 a 6, sabiendo que todo sería cuesta arriba para Nueva Zelanda en la segunda etapa.

En el complemento, con mucho orgullo y determinación, los All Blacks compactaron sus líneas en el terreno de juego e incluso en inferioridad numérica lograron acercarse en el resultado (12-11) a través de un impresionante try de Beauden Barrett.

Pero los Springboks, con mucha inteligencia y templanza, aguantaron, jugaron cada pelota con un sentido colectivo y defendieron la ventaja hasta el final.

El podio del Mundial de Francia lo completó Inglaterra, que el viernes superó a los Pumas por 23 a 20 en otro partido emocionante y se adueñó de la medalla de bronce.