Lloramos todos
Llora la pelota. Llora el fútbol. Lloramos todos. Iniesta se va de Barcelona y el dolor va más allá de la decisión de un jugador de fútbol. Pocas despedidas generan semejante conmoción en el mundo del deporte.
Sucede que detrás de un increíble jugador aparece un hombre querido por sus compañeros, sus respectivos entrenadores y también por el periodismo. Todos coinciden en algo: fue un espectacular futbolista, pero mejor persona.
Básicamente, después de 22 años de dar cátedra de la línea de cal para adentro, a las primeras personas que eligió para agradecer fueron a su mujer y a sus hijos. Ni a un técnico. Ni a sus compañeros. A su familia.
Por eso la conferencia se vivió con un clima muy especial, según revelaron los propios acreditados en el lugar. Iniesta no pudo contener las lágrimas y se quebró al decir sus primeras palabras.
No se trata de un adiós definitivo ni está entre sus planes colgar los botines, pero pareciera como si fuera el final de la carrera del catalán, que aún no tiene definido cómo será su futuro ni en qué club depositará toda su magia. O bien donde terminará de apagarse su magia.
“Ya no podría dar lo mejor de mí”, reveló, sincero como pocos uno de los mejores estrategas que tuvo (y tiene) el fútbol. En medio de las lágrimas, alejaba un poco su discurso de lo deportivo: “El fútbol sigue y la vida sigue”. Todo más simple de lo que parece.
Incluso, durante la conferencia, dejó otra frase para aquellos obsesivos con los premios y los títulos: "No es ninguna espina para mí ganar o no el Balón de Oro. Mi felicidad no varía si tengo un Balón de Oro o no. Me quedo con el respeto y el cariño de todo el mundo".
Iniesta aún no tiene del todo claro lo que ocurrirá en su futuro cercano. Probablemente defina dónde jugar una vez que vuelva de la Copa del Mundo en Rusia, donde competirá con la selección española. Al menos por un tiempo, se termina una historia de amor que quedará grabada por todos los amantes del deporte.
Llora Iniesta. Llora el fútbol. Lloramos todos.