Armani es argentino, pero Sampaoli también
Una de las lógicas de mercado más pelotudas del fútbol, y acaso del mundo, que es casi lo mismo: los arqueros son ostensiblemente más baratos que los jugadores de campo. ¿Por qué? Lo pienso a menudo y nunca deja de parecerme ridículo. Me vuelvo a hacer la pregunta hoy, después de otro show de este Iván Drago evangélico que tiene River en el arco. Un tipo que te gana partidos solo. Como Messi, Cristiano Ronaldo o Pipino Cuevas. De esa categoría estamos hablando. Por ejemplo: ¿qué hubiera pasado si Franco Armani salía lejos a cortar a Tevez en el Monumental? ¿Y si Sand le definía a Armani al primer palo contra Lanús? No tengo ganas de deprimirme con hipótesis contrafácticas, pero estoy casi seguro -en realidad, estoy seguro- de que River podría haber ganado la última Copa Libertadores con este tipo en el arco. Así como la ganó en 2015 con otro arquero salvapartidos como Barovero. Así como la ganó Atlético Nacional en 2016 con otro arquero salvapartidos como el propio Armani. Así como la ganó Gremio en 2017 con otro arquero salvapartidos como Marcelo Grohe. Los grandes campeones suelen tener hombres en el arco que los rescatan en momentos decisivos, salvo algunos casos excepcionales en los que las excepciones eran, justamente, los equipos: el primer Barcelona icónico de Guardiola, por poner un caso fresco, se la bancó con dos muchachos regularcitos como Víctor Valdés y Pinto. Tenía la pelota todo el partido: el arquero era casi accesorio.
Pero, ¿tiene que ser convocado Armani a la Selección? La respuesta parece ser tan obvia como lo ineludible de la misma pregunta. Sí. Tiene que ser convocado. Y en este contexto hasta debería ser titular: por qué no. Alguno pensará que el problema de la Selección es bastante más grande que el del arquero y tiene razón: Argentina no tiene ni siquiera un equipo y estamos debatiendo sobre un tipo que estará debajo de tres palos. La cuestión, justamente, es ésa: ya no hay tiempo para establecer un funcionamiento aceitado. La estrategia es que Messi la rompa todos los partidos. Ante este escenario desalentador, por qué no pensar en un tipo como Armani, que de hecho en los últimos tiempos ha salvado más de una vez a un River que en la primera parte del semestre se arrastraba en modo zombi por las canchas. Sin trabajo, ya jugado por jugado, un arquero que te gane los partidos atrás y un monstruo que te gane los partidos adelante.
No va a suceder: Romero va a ser el arquero titular de la Selección en Rusia porque así se lo impone a Sampaoli (así se deja imponer) un grupo de jugadores que desde hace muchos años se autogestiona. El adelanto lo dio el propio Sampaoli en un fragmento del oportuno libro que presentó hace pocas semanas, a días de caer humillado ante España con Biglia, Mascherano y Banega en la mitad de la cancha. Dice allí el técnico argentino: “En este momento me toca dirigir al mejor jugador de la historia. Es todo un tema. Está por encima de las variables normales. Un tipo que se mantuvo diez años como el mejor del mundo te modifica la forma de conducción. Es difícil asumir ese rol cuando tu conducido sabe que es mejor que vos, que ejecuta como nadie”. Sin demasiados eufemismos, Sampaoli admite allí que Messi es el que manda. Y también, sobre todo, que le gusta más el cargo que ocupa que sus propias ideas. (Irónicamente, ése es precisamente el razonamiento que puede poner en jaque su puesto). Romero -un arquero que entre 2015, 2016, 2017 y 2018 atajó apenas 38 partidos en Europa-, entonces, será el arquero contra Islandia el 16 de junio en Moscú.
Ahora bien, la esperanza de Armani para entrar en la lista es real. Es que la lógica del entrenador para seleccionar jugadores satelitales al núcleo inamovible que subliminalmente o no tanto le impone Messi es bien distinta. Es una lógica frenética, atada con alambre, casi volátil, por la cual baja el martillo a razón de 90 minutos. Un anti eclecticismo por el que Marchesín no fue convocado nunca más después de un amistoso con Nigeria o por el que uno podría pensar tranquilamente que, después de un buen partido con Italia, Lanzini se aseguró su convocatoria al Mundial al lesionarse en la previa al papelón del 1-6 en Madrid. A propósito, cabe citar otra vez a Sampaoli en su libro, en otro tramo de honestidad brutal que, de mínima, llama la atención: “Yo no planifico nada. Todo surge en mi cabeza cuando tiene que surgir. Brota naturalmente en el momento oportuno. Odio la planificación. Si planifico, me pongo en el lugar de un oficinista. Soy el de Alumni del 91. El fútbol no se estudia; se siente y se vive. Parto desde ahí. Yo soy de la calle; negar eso es imposible. Es raro que me hayan puesto la etiqueta de planificador. No sé a qué obedece. Tal vez mis charlas suenan a las de un tipo súper estudioso. Nunca fui estudioso. Ni en el colegio, ni en la facultad, ni en el curso de entrenador. Yo no puedo leer un libro; veo dos hojas y ya me aburro. Escribo tres cosas en un papel y me cansé. Me sale así. Es raro de explicar. Siempre soy raro en realidad. Vivo en un lío todo el día. Me olvido de lo programado, y mi día transcurre a mil por hora”.
Por los dos fragmentos antes citados es muy probable que Armani tenga la chance de ir al Mundial y a la vez es imposible que ataje en la Selección a pesar de ser escandalosamente el arquero argentino de mejor actualidad. Porque no hay ninguna planificación y a dos meses de la Copa del Mundo pareciera que casi cualquier jugador tiene posibilidades de subirse al avión y porque también ocurre que el deté está embelesado por un puesto que nunca en su vida pensó en ocupar y hará lo posible para sostenerse allí, pensando equivocadamente que para sobrevivir debe concederle todo a un ídolo al que todavía ve colgado en un póster sobre su cama. Porque Armani es argentino, pero Sampaoli también. Por suerte en River lo veremos atajar por mucho tiempo.