Una de las más obstinadas letanías escuchadas durante la larga noche kirchnerista sostenía la virtud intrínseca de la alternancia. No se trataba de la alternancia analizada como la posibilidad que nos ofrecen las elecciones periódicas de decidir cambios entre nuestros representantes sino como una característica positiva en sí. Era tal su aura que para muchos periodistas serios y analistas ídem se trataba incluso de uno de los pilares de la república

Apenas tomó la precaución de alejarse del oficialismo kirchnerista, Sergio Massa redobló la apuesta y llegó a considerar a la alternancia como “la esencia misma de la democracia”. Un gobierno exitoso que lograra ser reelegido durante varios períodos sería, bajo esa interpretación, menos democrático que un gobierno fallido que, al no conseguir renovar su mandato, estaría incentivando la virtuosa alternancia. Los gobiernos fallidos y no los exitosos serían, entonces, los pilares de la democracia.

Terminar con el ciclo kirchnerista no era sólo necesario para poner freno a sus eventuales errores o desactivar las terribles acechanzas que denunciaban Marcos Aguinis y otros opositores apocalípticos sino porque su continuidad ponía en riesgo a nuestras instituciones, privándonos del benéfico cambio. La alternancia aportaría el aire fresco, el impulso vital que requiere una administración para llevar adelante nuevos desafíos sin caer en viejos hábitos y en sistemas anquilosados tan propicios a la corrupción y a otras calamidades. La voluntad de continuidad en el poder era sinónimo de soberbia, egoísmo y ambición personal.

Por otro lado, sin alternancia nunca podríamos volver a ese mundo al que debíamos volver si no queríamos seguir condenados al atraso y la barbarie populista. Con la alternancia se comía, se curaba y se educaba. 

Hace unos días, Nicolás Dujovne, el ministro que vive en un baldío, señaló frente a la preocupación de algunos analistas que si el Riesgo País volvió a subir fue porque "está pesando el riesgo político por las próximas elecciones". Es decir que la lluvia de inversiones que no llegó cuando ganó Macri podría no llegar por el riesgo de que gane CFK.

Lo que Dujovne nos explica, sin generar el asombro de ningún demócrata republicano defensor de las instituciones, es que la democracia electoral no ofrece las certezas que requieren los inversores para llevar adelante su tan esperada labor.  

Así, en unos pocos años, digamos desde que gobierna Cambiemos, la alternancia pasó de ser el pilar de la democracia a convertirse en el terror de los mercados

Asombros de una época asombrosa.