Luka Modric fue el mejor futbolista del mundo en la temporada 2017-2018. Al menos, para la revista France Football, que lo premió al considerarlo Balón de Oro por sobre Cristiano Ronaldo y Antoine Griezmann, quienes ocuparon el podio del tradicional galardón. 

Pese a que en la actualidad la vida le sonríe, la infancia del jugador croata fue compleja. Cuando apenas tenía cinco años, en 1991, el estallido de la Guerra de Croacia obligó a su familia a huir de la pequeña aldea en la que vivían para obtener asilo en hoteles, compartiendo habitaciones con otros refugiados. En este marco, su abuelo fue asesinado por los soldados serbios a 500 metros de su hogar.

Al llegar a la ciudad de Zadar y poner a salvo sus vidas, la familia de Modric se instaló en un hotel: los empleados captaron su talento y se pusieron en contacto con el NK Zadar, que fue el primer club en acobijarlo.

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"La guerra me hizo más fuerte. Fueron tiempos durísimos para mí y para mi familia. No quiero arrastrar ese tema para siempre, pero tampoco me quiero olvidar de ello. Ahora tengo la sensación de que estoy listo para cualquier cosa”, escribió en el portal The Players Tribune.

A los 16 años, desembarcó en el Dinamo Zagreb, la institución más grande de su país. Luego de cuatro temporadas en las que conquistó tres Ligas de Croacia, se convirtió en 2008 en el fichaje más caro de la historia del Tottenham inglés. 

Hombre de pocas palabras, a sus 33 años está casado y tiene una hija de 5 años. Seis temporadas atrás, arribó al Real Madrid y rápidamente se convirtió en un baluarte del conjunto merengue; desde su llegada, el equipo consiguió cuatro Champions League, tres Supercopas de Europa, tres Mundiales de Clubes, una Liga de España, una Copa del Rey y dos Supercopas de España.

Modric, volante mixto por excelencia, hizo inobjetables méritos para quedarse con el reconocimiento. Todos los fines de semana en España hace gala de su despliegue, dinámica, quite y también de su pegada, aquella con la que, por ejemplo, sentenció a la Argentina en la fase de grupos del Mundial de Rusia. 

Fue el termómetro de un equipo que se alzó con su décimotercera Champions League, pese a que su mayor injerencia se vio en la Copa del Mundo, en la que se erigió como figura del torneo de manera incuestionable, gracias a su estilo tenaz, laborioso e inagotable con el que comandó hasta la final los sueños de cuatro millones de croatas.

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De esta manera, pulverizó 10 años de hegemonía indiscutida para Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, quienes se repartieron la corona en partes iguales. El astro argentino lo obtuvo en 2009, 2010, 2011, 2012 y 2015, mientras que el portugués se lo llevó en 2008, 2013, 2014, 2016 y 2017.