“Ponemos la mente en frío y lo damos todo”, cuenta Bruno Ferrari, de 30 años, sobre su trabajo diario. Decisiones rápidas, calma en situaciones límite y una formación que les permite enfrentar y contener cualquier urgencia que ponga en riesgo la supervivencia. 

Por eso, cada 24 de junio, actualiza la oportunidad de poner en valor una profesión clave para el entramado del sistema de salud y la atención primaria de todo tipo de pacientes.

¿Cómo elegiste tu profesión?

Lo fui absorbiendo sin darme cuenta. Mi padre fue militar veterano de guerra y mi madre, médica especializada en psiquiatría. Durante muchos años fui bombero voluntario, hice la carrera de guardavidas y siempre me dediqué al ámbito de la emergencia prehospitalaria. Ahora, hace seis años que soy paramédico.

Todo lo que recibí de mis padres y de mi formación como bombero y guardavidas fue lo que me terminó desembocando en el ámbito de las emergencias médicas prehospitalarias.

¿Cómo es la vivencia frente a la tarea de ayudar a salvar vidas y brindar atención médica en situaciones de emergencia?

Es único, inigualable. No se compara con absolutamente nada. Estar en el momento indicado cuando hay una necesidad de otra persona es algo muy difícil de describir con palabras. 

Cuando las cosas salen bien uno tiene mucha satisfacción y, cuando no, hay que pensar que uno hizo todo lo posible y siempre usar todas las herramientas que estén disponibles para dar todas las chances de sobrevivir posibles.

¿Cómo manejás los nervios y la presión de tener que asistir a personas en situación de vida o muerte?

En el momento uno no lo piensa, no lo siente. La presión y los nervios se sienten, pero son parte del trabajo y parte de la forma de ser de uno. Hay que hacerlo como un trabajo, sin pensarlo tanto. Eso es lo que diferencia la labor que tenemos nosotros. La gente puede pensar que no tenemos sentimientos, que somos muy fríos. Pero, en realidad, somos muy fríos ante la situación. Solemos ser personas muy cálidas pero, en ese momento, nuestro objetivo es dar esa chance de sobrevida a la persona que lo está necesitando. Nos enfocamos y damos todo para resolver la emergencia. Los nervios los sentimos, pero tenemos una forma distinta de canalizarlos y manejarlos.

¿Cuáles son los mayores desafíos que enfrentás en el día a día en tu profesión?

El mayor desafío es la incertidumbre. No saber qué va a pasar en las horas de guardia. Es un trabajo muy dinámico, no es rutinario. Las emergencias ocurren en distintos lugares, en diversas situaciones. Todos los días te encontrás con cosas nuevas. Entonces, por más que tengas experiencia, en algún caso en particular puede que te enfrentes a un contexto que no conocías. Los mayores desafíos son la incertidumbre y la necesidad de adaptarse a esa situaciones y poder resolverlas con el mayor profesionalismo posible. 

¿Algo que hayas aprendido en tu trabajo como paramédico que te sirva como consejo para vivir el día a día? 

La improvisación. Manejar el cansancio, los nervios y el enojo. Es una característica que tiene que tener el paramédico, poder lidiar con situaciones extremas y tener una templanza que te ayude a resolver emergencias. Eso, inconscientemente, uno lo lleva a la vida diaria para todo tipo de situaciones. Es un estilo de vida. 

En el Día del Paramédico, ¿qué mensaje te gustaría transmitir a la comunidad en general sobre el trabajo que realizan los paramédicos y la importancia de su labor?

Que no bajen los brazos, que es difícil, que a veces las emergencias se tornan en algo más complejo por el contexto social en el que se presentan, pero que uno tiene que recordar siempre que hacemos esto por vocación, que lo elegimos y que nos genera muchísimas satisfacciones que otras profesiones y ámbitos laborales no transmiten. 

Uno tiene que pensar qué es lo que lo lleva adelante y apoyarse siempre en sus compañeros y su familia. Tener una buena base y alguien que te empuje a seguir adelante es primordial. Porque uno vuelve a su casa muy cansado, habiendo vivido muchas situaciones muy feas y está bueno apoyarte en tu familia.