AMIA: la premonición sobre los que "no tienen armas ni cara", el cielo naranja y la impotencia de saber "menos que al principio"
A 30 años del atentado, familiares de las víctimas renuevan su lucha y comparten sus sensaciones. "La verdad está en el expediente, lo que falta es justicia", refuerza Amos Linetzky, presidente de la entidad.
El frente de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) es, desde hace exactamente 30 años, un memorial de las 85 víctimas del segundo atentado perpetrado contra la comunidad judía en Argentina. Aquel 18 de julio de 1994, Andrea Guterman, una maestra de nivel inicial de 28 años que estaba en búsqueda de empleo, volvía de anotarse en un jardín de infantes. En tanto, Marcelo Fernández, de 24, se encontraba en su kiosco de Pasteur al 698, en diagonal al edificio atacado. Aunque resultó ileso, sufrió la pérdida de su papá, que tenía una panadería a la vuelta de allí e iba camino a visitarlo cuando el coche bomba estalló.
Hoy, sobrevivientes y familiares de las víctimas persisten en su lucha contra la "impunidad inadmisible", mientras confiesan la premonición sobre asesinos "sin armas ni cara" y la impotencia que genera saber "menos que al principio". Sin embargo, Amos Linetzky, presidente de la entidad, denuncia: "La verdad está en el expediente, lo que falta es justicia".
La madre de Andrea, Sofía Kaplinsky de Guterman, recuerda la forma en la que su única hija "fue hacia su destino" y lamenta: "Si hubiese torcido a la izquierda, hacia la Avenida Corrientes, hoy estaría viva". En conversación con El Canciller, revela además que la joven le había contado unos tres meses antes que "de tanto en tanto soñaba que la querían matar", pesadilla que se repitió dos días previos a su muerte.
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En la víspera del ataque, cuando su mamá le preguntó quiénes pretendían asesinarla, la chica detalló: "No tienen armas y no tienen cara". La mujer agrega que ese mismo día le comentó que a la mañana siguiente iba a ir a anotarse a un jardín y ella le sugirió que acudiera a la bolsa de trabajo de la entidad judía. Aunque asegura que no pensó que "podía pasar algo", admite que quedó "muy preocupada" por los sueños que la atormentaban, por lo que a primera hora la llamó "para que no saliera", pero ya se había ido.
"Después nos enteramos que había volado la AMIA", señala Sofía y añade que el cuerpo de su hija fue reconocido una semana después en la morgue. En cuanto a la actualidad, denuncia que "es realmente lamentable que, a 30 años, en lugar de hacer un acto de recordación y homenaje, haya que hacer uno todavía exigiendo justicia".
Por su parte, Marcelo Fernández, sobreviviente y familiar de víctima, opina a sus 54 años que hoy se sabe "menos que al principio" y relata el momento de la explosión, a las 9:53 de ese lunes: "El cielo se puso naranja y por un par de minutos no se veía más que humo. Yo estaba sentado detrás de la caramelera e inexplicablemente nada me sucedió". Sin embargo, su padre, Alberto, no corrió la misma suerte. "Estaba entrando un amigo al kiosco que casi cae al piso al resbalarse con los vidrios, y me dice 'venía tu viejo, venía tu viejo'. Salí a la puerta y lo vi sentado en un umbral frente a la AMIA", precisa.
"Llegó un empleado de la panadería a ver qué había pasado y junto con los chicos de la farmacia de al lado agarramos una reja, lo subimos y lo llevamos al Clínicas", agrega a este medio antes de detallar que falleció a las 13 "con una esquirla metálica en tórax y abdomen, además de varias heridas cortantes por las cuales sangraba mucho".
Sobre su vida después de aquel día, confiesa que comenzó a participar de distintos actos y eventos "hace unos años, después de muchas llamadas de AMIA", y señala: "Decidí que me tenía que obligar por mi viejo y por la memoria". "Hoy trato de estar para que nuestros hijos y nietos recuerden lo que pasó y que no podemos elegir a cualquiera para que nos represente, para que esto no vuelva a pasar más", sentencia.
Una justicia que no llega
A 30 años del atentado, por el cual no hay ningún condenado como tampoco lo hay por el perpetrado dos años antes en la Embajada de Israel en Buenos Aires, el presidente de la AMIA advierte en diálogo con El Canciller que "la democracia argentina tiene una enorme deuda pendiente con las familias de las 85 personas que fueron asesinadas", y remarca que "la impunidad vigente en la causa es absolutamente inadmisible".
Asimismo, destaca "la lucha de los familiares" y subraya que el reclamo de justicia "continúa vivo" gracias a su "labor incansable", por la que demostraron "una capacidad de resiliencia ejemplar", como así también por la "convicción de las instituciones de la comunidad judía". Además, reconoce el "acompañamiento de la sociedad", que cada 18 de julio se acerca a la mutual ubicada en Pasteur 633 para "rendir homenaje".
"Desde 1994 sabemos que el atentado fue perpetrado mediante un coche-bomba, y que la República Islámica de Irán, sus diplomáticos y la organización terrorista Hezbollah fueron los responsables, y que contaron con la colaboración de una conexión local", denuncia Linetzky, quien puntualiza que "fue un ataque contra toda la sociedad argentina" y advierte que "con la impunidad vigente en la causa, la bomba contra la AMIA sigue estallando cada día, y es imposible avanzar".
En el mismo sentido, el exsecretario de Inteligencia del Estado y autor del informe que estableció la responsabilidad de la nación asiática, Miguel Ángel Toma, destaca que el documento, que data de 2003 y del cual se desclasificó una parte semanas atrás, demuestra que la Argentina "no sólo trabajó e investigó para esclarecer el atentado, sino que además puso en evidencia la penetración de Irán en América Latina".
A su vez, rescata la posibilidad del juicio en ausencia de los responsables "porque cuando vos tenés una condena judicial estás limitando muchísimo el movimiento de esta persona por el mundo", además de que "serviría para colocar a la sociedad en alerta de lo que es la amenaza del terrorismo".
"Si se concreta, podemos cerrar el ciclo virtuoso de que, conociendo la verdad, ahora también podemos tener justicia", sentencia Toma.